1. Te pone de buen humor.
Empecemos por lo obvio. Por algo que te confirmaría cualquier ciclista. Levantarte de la cama para ir a clase o al trabajo puede hacerse duro, pero cuando subes a la bicicleta todo cambia. Al contrario de los que viajan en coche (o incluso en un transporte público a menudo atestado de gente), cuya jornada laboral empieza en el momento en que salen de casa, el tiempo que inviertes en desplazarte es un tiempo para ti. Para tus pensamientos. Para despejarte. Y claro, cuando llegas a tu destino lo haces del mejor humor. E incluso más guapo.
2. Llegas más rápido.
Está demostrado: en bici llegas antes. Olvídate de los tediosos atascos matinales o de averías en el metro. De los embotellamientos físicos y mentales. De los malos humos. Y, claro, también de los retrasos. En bicicleta puedes calcular el tiempo que tardarás en llegar de una manera mucho más precisa.
3. Mejora tu salid física…
No hace falta que lo digamos nosotros: la práctica regular de ejercicio garantiza una mejora sustancial de tu bienestar y tu calidad de vida. Si usas la bicicleta como medio de transporte habitual mantendrás a raya tu peso, regularás la presión arterial, mejorarás la movilidad de tus articulaciones y fortalecerás tus músculos. Además, al no ser un deporte de impacto, el riesgo de lesiones es mínimo. ¡Y vivirás más!
4. … y mental.
En Ciclosfera te lo hemos contado muchas veces: la bicicleta saca lo mejor de ti. A las consecuencias obvias para tu salud física hay que sumar los beneficios para tu salud mental. El pedaleo es un arma muy poderosa contra el estrés o la ansiedad, así como un potenciador de tu autoestima. Para muchos, el mejor antidepresivo que existe. Ya lo decía el creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle: “Cuando el espíritu está bajo y el día aparece oscuro, cuando el trabajo se vuelve monótono y la esperanza casi parece no valer la pena, basta subirse a una bicicleta y salir a dar una vuelta, sin pensar en otra cosa que el viaje que se está emprendiendo”.
5. Ahorras dinero.
Sí: puedes gastarte lo que quieras en una bicicleta. Desde 100 euros hasta 5.000. Pero aunque optes por esta última opción, a base de usarla a menudo te acabará saliendo barato: ¡Ahorrarás hasta 1.540 euros al año! Porque, recordamos, para usar la bici no hay que pagar gasolina, ni seguro, ni impuesto de circulación… ni casi nada. Es la ventaja que tiene moverte con la fuerza que generan tus propias piernas.
6. ¡Es adictivo!
En un tiempo en el que nos enganchamos con enorme facilidad a las cosas más inverosímiles. ¿Por qué no volverse adicto a algo que sólo reporta beneficios para ti y para los demás? Si aún no te mueves en bici, te invitamos a probarlo: te garantizamos que repetirás al día siguiente, y al otro, y al otro… Y cuando no te des cuenta, la bici formará parte de tu vida. ¡Ya no podrás dejarla!
7. Es seguro.
Que no te engañen los agoreros que aseguran, sin haberse movido nunca en bicicleta por la ciudad, que hacerlo entraña un riesgo. Los datos indican exactamente lo contrario. Las bicicletas son seguras, para los propios ciclistas e incluso para los peatones. El ciclismo urbano requiere, es cierto, un poco de pericia (especialmente en aquellas ciudades menos habituadas a la presencia de ciclistas en las calles), pero con un poco de sentido común y otra pizca de civismo, pedalear no es en absoluto peligroso.
8. Luchas contra el cambio climático.
Poca broma: a todos nos toca tomar conciencia de que el planeta se encuentra en una situación límite. Y a todos nos toca poner de nuestra parte. Cada año mueren en el mundo en torno a 7 millones de personas por causas derivadas de la contaminación del aire. La bicicleta reduce a cero tus emisiones de gases contaminantes en el transporte diario. Salvo caminar, no se nos ocurre una mejor manera (ni tampoco más limpia y sostenible) de desplazarnos de un lugar a otro. Para luchar contra el cambio climático, usa la bici.
9. Contribuyes a una ciudad mejor.
Y esto no tiene que ver únicamente con la calidad del aire que respiramos. Una ciudad llena de bicicletas es, sí o sí, una ciudad mucho más amable para todos, independientemente del medio de transporte en el que elijan moverse. Si has viajado a paraísos ciclistas como Amsterdam o Cophenague lo habrás comprobado por ti mismo. A más bicis, más silencio, más quietud y más amabilidad entre los ciudadanos. Ya lo venimos diciendo en Ciclosfera: Más bicis, mejores ciudades.
10. Creas comunidad.
Hay pocos colectivos más solidarios y luchadores que el que conformamos los ciclistas. Prueba de ello es que, si te detienes junto a un ciclista en un semáforo, lo más probable es que surja entre ambos un intercambio efímero de impresiones. Quizá, unas palabras intrascendentes sobre el tiempo o la densidad del tráfico. Quizá, un comentario de alabanza a su bicicleta. O quizá, por qué no, una conversación interesante que pueda derivar en amistad o, quién sabe, también en amor. ¿Se te ocurre una mejor manera de celebrar San Valentín?