Es algo instantáneo, casi mágico. No importa el mal día que hayas tenido en el trabajo, que acabes de discutir con tu pareja o que, en tu cabeza, se agolpen una amalgama de preocupaciones que parecen inabarcables. Basta subirse a una bicicleta, empezar a pedalear y sentir cómo todo adquiere otro color. El estrés laboral desaparece. El ceño se relaja. Y lo que parecían problemas irresolubles empiezan a relativizarse, a evaporarse, a medida que avanzamos. Cualquier ciclista lo sabe: la tristeza es incompatible con montar en bicicleta.
La tristeza es incompatible con montar en bicicleta, y hay una explicación científica
Lo que podrían parecer sensaciones subjetivas tiene, en realidad, una clara y nítida respuesta desde el ámbito científico. Que el ejercicio físico es un potente aliado a la hora de mejorar nuestro estado de ánimo lo demuestran infinidad de estudios: al montar en bicicleta segregamos endorfinas, neurotransmisores fundamentales para nuestro bienestar emocional. Mejoramos la autoestima. Reducimos el sedentarismo y, en consecuencia, el riesgo de padecer enfermedades en el futuro. Favorecemos la memoria e incluso la capacidad de aprendizaje. Prevenimos el deterioro cognitivo. Nos encontramos, en resumen, mejor y más felices.
La relación directa
Belén Hernández es, además de psicóloga clínica, ciclista urbana habitual. Conoce de primera mano, pues, los beneficios que aporta la bicicleta a nuestra estabilidad emocional. Y no para de recomendarla a todo el mundo, sean o no sus pacientes. “Como cualquier deporte, la bici es enormemente positiva para reducir el estrés, las tensiones y mejorar el estado de salud en general, lo cual redunda de manera directa en nuestra salud mental”, explica a Ciclosfera.
“A los pacientes que atiendo les recomiendo, prácticamente a todos, que realicen algún tipo de ejercicio físico. En realidad no es algo que digamos únicamente los psicólogos, sino cualquier profesional sanitario. Porque el deporte es parecido a la meditación: nos abstrae de otros problemas y nos ayuda a conseguir objetivos, ponernos metas, superarnos y relacionarnos con otras personas”, apunta Belén.
La bicicleta tiene, en opinión de la psicóloga, un amplio abanico de posibilidades que la hacen enormemente interesante. “Puedes ir a la montaña y desconectar. O puedes utilizarla como medio de transporte y ser más eficaz y productivo en la ciudad. En ambos casos aporta un componente visual muy importante. La bici es rápida, es cómoda. La bici es sexy”, sentencia.
Recuperar la alegría
Nacho González-Garzón, también psicólogo y profesor de instituto, pudo comprobar de primera mano todos esos beneficios. Tras una delicada operación de corazón, la bicicleta se convirtió en una poderosa aliada para su recuperación. “Para mí ha sido fundamental”, cuenta. “Pedaleo al menos dos veces por semana. La bici te ayuda a estar bien, y no sólo físicamente: te aporta una incomparable sensación de depender únicamente de ti mismo. Y al mismo tiempo, te obliga a poner de tu parte”.
Quizá, ese “poner de tu parte” sea el secreto del potencial sanador de la bicicleta. Como sabe cualquier ciclista habitual, cuando llevas mucho tiempo usándola de forma habitual tienes la sensación ficticia de que no le prestas atención al pedaleo, pero en realidad no es cierto: tu cuerpo está permanentemente concentrado, porque si no no mantendrías el equilibrio. Algo que, como cuenta Nacho, “provoca una relación muy especial y placentera de comunión estrecha con la máquina, como si fuera una extensión de tu propio cuerpo”.
La respiración es fundamental, y la cadencia del pedaleo provoca algo parecido a la meditación
En su opinión, hay otro elemento clave que puede explicar por qué la bicicleta ayuda a disipar nuestros problemas del día a día. “La respiración es fundamental”, cuenta. “Muchos de nuestros sentimientos negativos tienen una relación estrecha con el hecho de no respirar correctamente. La cadencia del pedaleo provoca en nuestro cuerpo algo parecido a la meditación”. Y de ahí, claro, se deriva el hecho de que sentimientos como la tristeza, la ira o la frustración parezcan casi incompatibles con montar en bicicleta.
Un cerebro mejor
Hay algo más, y muy importante: la ciencia también tiene mucho que decir sobre las virtudes terapéuticas de la movilidad activa en general, y de la bicicleta en particular: el hábito de desplazarse a diario en una de ellas tiene efectos antidepresivos y ansiolíticos por la acumulación de triptófano en el cerebro, aumentando la producción y acceso a la serotonina, la llamada hormona de la felicidad. Eso nos cuenta Marcos Hitos-Benavides, psicólogo y psicofarmacólogo. “Al practicar con constancia una actividad de equilibrio y coordinación entre nuestro cuerpo y elementos o eventos externos, especialmente en espacios urbanos, estimulamos y mejoramos la atención, concentración y las funciones ejecutivas: memoria de trabajo, razonamiento, capacidades reflexivas, branching o multitarea, planificación y toma de decisiones. Además, a través de los mismos circuitos dopaminérgicos mejoran los síntomas de trastornos como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad)”.
Los estudios confirman las palabras de los especialistas. En un completo artículo publicado en 2015 en la prestigiosa revista Psychology Today, la psicóloga y escritora estadounidense Linda Wasmer Andrews, autora de una decena de libros sobre inteligencia emocional, meditación o control del estrés, explicaba que el ciclismo contribuye de manera decisiva a “construir un cerebro mejor, tanto estructural como funcionalmente”, con resultados directos en cuanto a “salud cognitiva y bienestar emocional”. En su artículo, Andrews habla de la importancia de la llamada materia blanca. “A menudo escuchamos hablar de la materia gris, pero la blanca no es menos importante”, explica. “Ésta se encuentra bajo la superficie del cerebro, y conecta varias de sus regiones más importantes. Un fallo en este sistema puede demorar el pensamiento y llevar a diferentes déficits cognitivos”.
“El ciclismo tiene resultados directos en cuanto a salud cognitiva y bienestar emocional”
Para acreditar la importancia de esa materia blanca, la psicóloga se hacía eco de un estudio realizado en los Países Bajos con individuos sanos y pacientes con esquizofrenia a los que se conminó a pedalear durante un tiempo determinado para evaluar posteriormente los beneficios. Los escáneres cerebrales fueron concluyentes al mostrar que el pedaleo regular aumentaba sustancialmente la integridad de los tractos de fibra de materia blanca, tanto en las personas sanas como en el caso de las que padecían esquizofrenia.
Pero hay más: desde un punto de vista molecular, nuestro cerebro cuenta con una proteína esencial a la hora de convertir el pedaleo en bienestar psíquico: es el llamado Factor neurotrófico derivado del cerebro (FNDC), encargado de mantener la buena salud de las neuronas existentes, así como de crear otras nuevas en el hipocampo, centro de nuestra memoria. De hecho, la industria farmacéutica lleva años investigando su potencial aplicación en los psicofármacos que combaten males tan extendidos en la sociedad actual como la depresión o la ansiedad. Estudios como el que en 2015 publicó la US National Library of Medicine acreditan un notable incremento del FNDC en sujetos que usaban la bicicleta de manera regular. Tú pedaleas: tu cuerpo y tu mente se encargan del resto.