Escucho casi a diario el tintineo de las bicis que vienen detrás de mí a mayor velocidad, avisándome de que quieren adelantarme. Pero nunca olvidaré la primera vez que escuché, pese a ir por un carril bici, el ruido de un motor de combustión más propio de mi niñez que del siglo XXI. Se trataba de un Canta, y no pudieron ponerle un nombre mejor: en la era del silencio eléctrico, estos microcoches dan la nota.
Con una longitud de 2,3 metros, los Canta son, quizá, los coches más pequeños del mundo. En realidad, son vehículos adaptados para personas con movilidad reducida y para los que no hace falta carnet, una especie de coche cortado por la mitad (la parte trasera se trunca totalmente en vertical) con dos plazas, un pequeño maletero, motor Honda de 160 o 200 centímetros cúbicos y la gran ventaja de poder moverse con libertad por la ciudad, carriles bici y aceras incluidos (es más, en éstas también pueden aparcarse). Cuestan entre 17.000 y 28.000 euros, pero el gobierno facilita su financiación.
La trampa de los minicoches
Los Canta (fabricados desde 1995 en los Países Bajos por la empresa Waaijenberg) abrieron un resquicio legal por el que, en 2016, se coló otro tipo de microcoches, los Biró. Un artilugio que caló entre las clases acomodadas, muchas veces dispuestas a pagar unos 15.000 euros por un de ellos para así evitar mojarse en una bici. El resultado fue que llenaron las aceras de los barrios caros y circulaban por toda la infraestructura ciclista.
Tal fue su éxito, y los problemas de seguridad generados, que en 2019 el gobierno resolvió el entuerto legal catalogándolos como coches. Eso implicó la obligatoriedad de matricularlos, asegurarlos y pagar más impuestos, restringió sus zonas de aparcamiento y, por supuesto, los sacó de aceras y carriles bici.
Scootmobiel: hasta en Benidorm
Los scootmobiel, sillas de ruedas motorizadas tremendamente populares entre los ancianos, son muy frecuentes aquí. Con tres o cuatro ruedas, motor eléctrico, retrovisores y una imprescindible cesta, pueden circular por aceras, carriles bici y casi cualquier rincón de la ciudad. Su popularidad ha trascendido fronteras: lo demuestra el hecho de que, por ejemplo, lugares como Benidorm se hayan llenado de empresas holandesas que los alquilan para los turistas. Los hay para todos los gustos (algunos, como el Scoozy, tienen un aspecto llamativo y futurista), pueden hasta alcanzar autonomías que rozan los 300 kilómetros y los hay con dos asientos.
Velomóvil, rara avis
Son escasos, pero muy llamativos: el velomóvil, un afilado híbrido entre bicicleta, triciclo y hombre-bala que se mueve a pedales, es usado para los desplazamientos cotidianos. En Ciclosfera hemos hablado de ellos (léase, por ejemplo, nuestro reportaje sobre Spezi, la feria de bicicletas “extrañas” en Alemania), y hay unos mil en todo el país. “Yo recorro cada día 90 kilómetros en uno de para ir y volver de Houten a Gouda”, nos cuenta un buen amigo, Kevin O’Garro, “y además de evitar atascos y estrés me resulta muy divertido”.
Los velomóviles son un afilado híbrido entre bicicleta, triciclo y hombre-bala que se mueve a pedales y aquí es usado para los desplazamientos cotidianos
Estos viajes en velomóvil son posibles, claro, gracias a los carriles bici que unen poblaciones por todo el país. Un velomóvil ofrece varias ventajas: viajas más resguardado de las inclemencias del tiempo, más rápido que en una bici (son muy aerodinámicos y ligeros) y están sometidos a la legislación ciclista, por lo que no necesitan ni matrícula ni seguros.
El descapotable soñado
Los que siempre logran arrancarme una sonrisa son los pequeños “autobuses escolares” que de vez en cuando me cruzo. Hasta una docena de niños, alborotados, felices y con la melena al viento, son transportados en ellos por un paciente y también divertido adulto. Muchísimas empresas de cuidados infantiles usan estos vehículos, la forma más ágil y barata para recoger a los niños de la escuela y llevarlos a su actividad extraescolar. Así es: en vez de coches, estos son los aparatos que cada vez con mayor frecuencia encontramos a la salida “del cole”.
Dwight, de profesión paseaperros
Me he llegado a encontrar loros sobre manillares, gatos en cestas, caniches en mochila y, por supuesto, perros más grandes acompañando a su dueño mientras este pedalea. Pero es Dwight quien se ha convertido en todo un icono: hablamos de un joven (por cierto, gran admirador del famoso César Millán, el ‘encantador de perros’) a quien te puedes cruzar a diario en el parque Vondelpark, con su bicicleta de carga ¡y hasta diez perros de todos los tamaños, que le acompañan hasta ahí felices en la bici o corriendo junto a ella!
¿Dónde están los patinetes?
No verás muchos patinetes eléctricos por el país: la ley los considera vehículos a motor y deben cumplir unos requisitos muy estrictos. Es más, por seguridad sólo cuatro modelos han sido aprobados por la Dirección Nacional de Tráfico holandesa.
Las motos también
Por sorprendente que parezca, las motocicletas, tanto eléctricas como con motor de combustión, también pueden circular por el carril bici. Eso sí, deben estar identificadas con una matrícula azul o amarilla y no rebasar los 45 km/h. Antes, incluso, podían usarse sin casco, pero 2023 es obligatorio.
El problema de las fat bikes
Llamadas así por sus ruedas gruesas, se aprovechan de un vacío legal que las considera bicicletas eléctricas y no pedalecs, a pesar de los 70 km/h de velocidad que algunas manipuladas alcanzan de forma ilegal. Conducidas muchas veces por menores sin casco y a velocidades de vértigo, las autoridades imponen multas a aquellas que estén “trucadas”, pero se debate en el parlamento holandés si establecer una edad mínima para conducirlas.