Entre los mayores de 35 años se escucha con frecuencia un mantra que recuerda que la suya fue, probablemente, la última generación que creció jugando en las calles. A finales de los años 70 y principios de los 80 el tráfico era menos intenso y, a pesar de que eran tiempos difíciles en los que los toxicómanos campaban a sus anchas, los niños crecieron jugando al fútbol en los solares, manchándose de barro y montando en bicicleta. Disfrutando, en definitiva, del espacio público, sin necesidad de estar confinados en parques bajo la mirada de padres y madres.
Recuperar aquella incomparable sensación es el objetivo de iniciativas como Playing Out, un proyecto en la ciudad británica de Bristol nacido para apoyar a aquellas personas que quieren que sus hijos puedan jugar libremente a la puerta de sus casas. “Somos una organización sin ánimo de lucro formada para fomentar el juego en las calles”, explica Naomi Fuller, una de sus impulsoras. “Damos consejos prácticos y apoyo. Nuestro objetivo es construir una cultura de vida en la calle, así como poner encima de la mesa el debate sobre el uso que damos al espacio público”:
Diálogo con vecinos
Para llevar su filosofía a la práctica, Playing Out entabla un diálogo con los vecinos interesados en cortar alguna calle del barrio. “Cuando se cuenta con el suficiente apoyo vecinal lo ponemos en conocimiento de las autoridades de la ciudad o el pueblo en cuestión”, apunta Naomi. No siempre es fácil, pero las cosas están cambiando. “Actualmente hay unas 40 localidades en las que se permite a los residentes llevar a cabo este tipo de cierres”. El Ayuntamiento de su ciudad, Bristol, fue el primero en sumarse a la iniciativa: durante un día a la semana se puede cerrar una calle durante tres horas, y para hacerlo basta con rellenar una sencilla solicitud en la web del Consistorio.
“Los niños pueden sentirse libres y ganar independencia, y los adultos construyen una relación con sus vecinos”
Naomi tiene muy claro que iniciativas así son muy beneficiosas para los más pequeños. “Los niños pueden jugar cerca de su casa, sentirse libres, hacer amigos, ganar independencia y confianza en sí mismos y sentirse parte de su propio barrio”, apunta. También hay ventajas para los adultos, que construyen “una relación de confianza con el resto de vecinos”.
Pequeñas revoluciones
En noviembre de 2015, Valencia cerró por primera vez la plaza del Ayuntamiento desde las diez de la mañana a las ocho de la tarde. El motivo fue un proyecto bautizado como La Plaza per al poblé (La plaza para el pueblo), en el que tenían cabida el teatro callejero, el patinaje o las bicicletas. A esa primera vez siguió una segunda y, después, una tercera con un mercado agrícola. “No se había hecho nunca, fue casi revolucionario”, afirma Giuseppe Grezzi, concejal de movilidad sostenible de la ciudad. “La gente lo recibió de manera espectacular. Incluso nos piden que se haga todos los domingos, algo que valoramos y nos planteamos de cara a este otoño”.
Para hacerlo, Grezzi tiene claro que hacen falta nuevos modelos. “De entrada, necesitamos un cambio en la movilidad de todo el entorno, sobre todo de las líneas de autobús: hay 15 de ellas que tiene parada en la plaza del Ayuntamiento”, apunta. Por otra parte, el proyecto no ha gustado a todo el mundo. “La derecha ha intentado sacar provecho, alimentando la polémica de los atascos de los alrededores”, lamenta. Algo que no parece alterar sus planes de dar más espacio a los peatones frente al vehículo privado: en febrero los coches dejaron de circular en el entorno peatonal de la Lonja, donde se eliminó el aparcamiento en superficie y la circulación en la parte frontal y trasera del edificio.
De paseo
En Madrid, el equipo de Gobierno encabezado por Manuela Carmena puso en marcha, hace un año, la iniciativa Pasea Madrid. Desde septiembre de 2015 el céntrico Paseo del Prado se cierra al tráfico en uno de los sentidos, para que los ciudadanos puedan disfrutar de cinco carriles que, a diario, están atestados de coches. “La Semana Europea de la Movilidad 2015 incluyó una serie de medidas novedosas que, hasta entonces, no se habían plantado en la ciudad, y que tenían como objetivo el conseguir una ciudad más amable para las personas” explica Carlos Corral, encargado de la Movilidad Sostenible de la capital. El proyecto empezó a llenarse de contenidos: conciertos, teatro, actividades deportivas o educativas…
Los madrileños recibieron la propuesta con los brazos abiertos. “Decenas de miles de personas han disfrutado de pasear por el Prado sin coches”, explica Corral. “A veces con grandes concentraciones, como las de la exposición de modelos históricos de la EMT, los domingos de Calle Abierta, con actividades musicales y perfomances, el día del Medio Ambiente en junio, concentraciones lúdicas para los niños… Y los domingos sin programación también pasean o ruedan en bicicleta entre 5.000 o 10.000 personas durante las horas sin coches. El recorrido es completo entre Atocha y Cibeles, y queremos ampliar la ciclovía hasta Colón o Gregorio Marañon”.
Islas humanas
En Barcelona la estrategia no pasa tanto por cortar de manera puntual una calle o avenida, como se hace de manera habitual en barrios como Gracia, Sant Andreu o Sants, donde un día al mes los comerciantes sacan sus productos a la calle. “Lo que estamos fomentando es hacerlo de manera permanente”, aclara Álvaro Loscos, asesor de la Concejalía de Movilidad de la ciudad. “En ese sentido hemos puesto en marcha las denominadas Súper Illes (súper islas), zonas en las que reorganizamos el tránsito para evitar que todas las calles sean de paso y así ganar espacio para peatones y ciclistas”.
Barcelona, Madrid o Valencia son tres de las ciudades españolas que han puesto en marcha iniciativas de este tipo
“Hay quien nos felicita por ello, pero también otros se quejan y se preguntan dónde van a aparcar el coche”, reconoce Loscos. Pese a ello, tiene claro que es sólo cuestión de tiempo que todo el mundo aprecie las ventajas de ganar espacio para la gente en detrimento del vehículo privado, y así poder disfrutar de más plazas y zonas verdes para que, en sus propias palabras, “la gente salga a la calle y haga lo que mas le apetezca: jugar, hablar con otros vecinos o descansar”.
Park(ing) Day: arte sin motor
Es una de las iniciativas más originales de entre las surgidas los últimos años: el Park(ing) Day, nacido en 2005 en San Francisco (EE UU) y después exportado a Europa, consiste en coger una plaza de aparcamiento y utilizarla de la manera que más nos apetezca. Hay quien monta una terraza con césped artificial, quien organiza una partida de ajedrez o de ping pong…. Y quien va más allá y hace del espacio que habitualmente ocupa un coche una auténtica obra de arte. “Hemos participado en las dos últimas ediciones de Park(ing) Day en Madrid”, cuentan las integrantes del colectivo Rojo Menta. “Siempre transformamos una plaza de aparcamiento en la calle Fuencarral, en la que instalamos un jardín efímero. Nos parece el ejemplo perfecto para demostrar qu*e con muy poco se puede hacer una ciudad más verde”.*
Lo atractivo de la propuesta es, para Rojo Menta, la sencillez. “Con pocas macetas se transforma una calle, dando frescor, dinamismo, positividad y alegría. Al ser una iniciativa internacional, hace que la idea tenga más fuerza”. El objetivo está claro: “Sensibilizar a la gente y hacerles querer ciudades más verdes y sostenibles”.