La ciudad lo tenía todo. Un clima agradable salvo cuatro semanas de demasiado frío o demasiado calor. Una orografía fácil excepto contados barrios. Un tráfico a motor como para salir corriendo… Y un día optó por salir a pedales. No hay Wikipedia que fije cuándo Barcelona montó en bici, pero sí consenso en que la explosión se produjo hace una década. No vayamos a ofender a nadie. Hablamos de la explosión: antes había movimiento ciclista, sí, y les debemos mucho. Había carriles bici, también, aunque en los ochenta algún gestor lumbrera los pintara sobre calles adoquinadas y cruzadas por las vías de los antiguos tranvías. Y había tiendas, vale. Pero ni de lejos había el grado de popularidad actual, por mucho que haya voces de notables que dicen que vamos hacia atrás.
“La cultura hay que construirla, es cuestión de ponerse”
Como en cualquier cambio histórico, no sonó ninguna sirena que pusiera a miles de ciudadanos a pedalear. Lo de la bici ha sido gradual. Y los factores que lo propiciaron, muchos. Un poco de espíritu verde, otro tanto de infraestructuras, otro de pacificación del tráfico, la llegada de vecinos europeos que vinieron con la bici bajo el brazo y la sacaron a la calle porque formaba parte de su normalidad, la apertura de la ciudad al mar, el turismo, el impulso del Bicing, la crisis económica que tantas revoluciones ha propiciado, la moda… Lo enumera Albert García, de la Coordinadora de Usuarios de la Bici. “Nos decían de todo, ¡hasta nos escupían desde los coches!”, recuerda. A él y a entidades como Amics de la Bici les debemos el resultado de protestas como las que protagonizaron allá por 1983: quedaban los viernes y cubrían con cemento las asesinas vías de tranvía de la calle que había en los carriles bici de Consell de Cent y Diputació, los primeros de la ciudad.
El (limitado) impulso público
Hoy la ciudad suma 180 kilómetros de carril bici, una red deficitaria, con lastres endémicos (como los que discurren por aceras) y problemas de conexión, sí, pero red al fin y al cabo, y 22.000 aparcamientos para bicis (las U invertidas). El Ayuntamiento habla de 181.000 desplazamientos diarios en bici, pero son muchos más. Tantos como los intentos de hacer un recuento serio. Es desesperante, han resultado todos fallidos, otra muestra de que el impulso público tiene un límite. Ninguno de los equipos gestores ha acabado de creérselo: ni los socialistas que estuvieron más de 20 años en el gobierno local ni el actual equipo de CiU. Y si hubo alguien que se lo creyera, o no le dejaron, o era un iluminado, o argumentaba que no había dinero o que no era el momento.
Pero la bici puede con esto y con más. Quien la prueba se engancha. Y en Barcelona, la trama urbana y el clima ayudan. Lo tuvieron claro los organizadores del Velocity de 1997, que en un gesto visionario se celebró en la capital catalana. Tres lustros después, la primavera pasada la ciudad acogió el primer encuentro de blogueros del movimiento Cycle Chic, el invento del danés Mikael Conville. Barcelona no es Copenhague, pero anda que no fliparon los representantes de Sao Paulo o Sydney. Esto es la bomba, convinieron. Lo atestigua Txell Hernández, creadora del blog Barcelona Cycle Chic. Experta en movilidad, ahora anda metida en Pedal, un negocio con dos patas: la mensajería en bicis de piñón fijo y el reparto en carros a pedales de compras hechas on line. La Fnac o Nespresso están entre sus clientes. E-comerce vía no oil. Ahí es nada.
Esplendor fixero
Barcelona es cycle chic, se celebra masa crítica los primeros viernes de mes, hay fixies, equipos y torneos de bikepolo, un notable movimiento BMX, pocos pero vistosos usuarios de custom bikes… Cuando en una ciudad surgen tribus ciclistas es que pedalea en serio. Los fixeros se cuentan entre los más activos. Regentan engocios, organizan salidas y tienen como buque insignia Corpus Fixie, el blog de referencia que firma el colectivo de diseñadores Enciclika. Lo último que han parido es Cyclo cultura, un guateque ciclista con formato de late night show televisivo. Cinco horas de bici en vena en el sótano de la fábrica de cerveza Moritz repartidas entre la proyección de documentales, la presentación de iniciativas ciclistas y una entrevista reposada. Celebraron el primero a finales de enero y lo petaron. No contentos con el éxito, también intentan resucitar el velódromo de Horta, herencia de los Juegos Olímpicos, para el uso ciudadano, y participaron en el resurgimiento de la mítica Rabasa, perpetrado por el nieto del fundador el año pasado, con una bici compacta que es una maravilla.
Nada que ver con la estampa que tres días a la semana se repite en Ciutat Vella. La de la guardería BCN Kids, que ha construido un triciclo con pinta de bombo de lavadora en el que montan a seis churumbeles para llevarles al parque de la Ciutadella, el Retiro barcelonés. El artilugio a pedales es un clásico a las puertas de la ludoteca del parque. Como lo son los grupos de turistas a pedales: en temporada alta, los negocios de alquiler se cuentan por decenas.
Oportunidades perdidas
Pese a todo, hay voces muy críticas. Una de ellas es la de Miquel Santalices, experto y fundador con David Casalprim en 2002 de Espai Bici, que resume así: “Barcelona sabe que la bicicleta es una solución, pero no hay ni convicción ni valentía”. Está cansado de escuchar que en Barcelona no hay cultura de bici. “La cultura hay que construirla, es cuestión de ponerse”. Santalices se desespera al ver cómo la ciudad que llegó a ser un referente europeo está perdiendo posiciones: “Perdemos oportunidades y no sólo para la bici, sino de pacificar el tráfico y de tener una ciudad más sana. Falta convencimiento. A las ciudades que han apostado por la bici les ha salido bien con viento, nieve, lluvia y desnivel. En Barcelona no tenemos nada de esto y no arrancamos”.
“Barcelona sabe que la bicicleta es una solución, pero no hay ni convicción ni valentía”
Mientras, el actual Gobierno municipal ultima una nueva ordenanza de la bici en el que el peso lo llevan las restricciones: se prohibirá circular por las aceras y se ha puesto sobre la mesa imponer un seguro y el uso del casco.
En vez de tanto gestor municipal barruntando, sería mucho más eficiente hacer cumplir las normas existentes y velar mínimamente para que se respete a los ciclistas actuales. Que no tengamos la sensación de que si en Barcelona no pasa nada grave es porque pedaleamos con doscientos ojos: los nuestros y los de autobuseros, taxistas, motoristas, conductores empanados hablando por el móvil y abuelas que se juegan el tipo. Cruzando en rojo, sí. También.
EL BICING: 6.000 BICIS PÚBLICAS EN LA CALLE
Las cifras del sistema público de bicis de Barcelona marean. 6.000 bicis, 420 estaciones, 113.000 abonados, más de un millón de usos mensuales, a razón de seis por bici y día. Con un horario que coincide con el del Metro, cada vehículo recorre 522 kilómetros al mes. Todo esto por 45 euros al año, que ha incorporado las bicis rojas y blancas a la imagen de la ciudad. Un sistema, con todo, de cuestionable viabilidad: cuesta 15 millones del año al erario público, de los que con los abonos se recuperan sólo tres.
A favor: bienvenido sea todo lo que sea promover los pedales; haber puesto a pedalear a un notable porcentaje de jubilados que hasta la llegada del Bicing mataban el tiempo mirando obras; las potentes luces traseras y delanteras que se activan infaliblemente cuando anochece o la estructura del manillar para poner el bolso o la cartera.
En contra: el ruido de carraca que suelen hacer; no encontrar bici en la estación de recogida o no encontrar espacio para devolverla al finalizar el trayecto; los problemas de mantenimiento; dar con un sillín imposible de subir; la falta de conocimientos de circulación de algunos usuarios… Y un último ‘pero’: ¿por qué darle 15 millones a una empresa extranjera y no apoyar a la industria ciclista local?
DOS RINCONES CICLISTAS
El Ciclista
Bar coctelería en Gràcia, acoge actuaciones en directo los jueves, viernes y domingo y homenajea al ciclismo urbano reciclando bicis desde las mesas hasta los tiradores y las lámparas.
Sant Jordi Hostel
Mucha vista tienen los de los albergues Sant Jordi, que han customizado sus establecimientos. Tenían uno para skaters y ahora otro en Gràcia, abierto en abril de 2012 y dedicado a las bicis de piñón fijo: decoración, aparcamiento y cada vez más clientes a pedales
DE COMPRAS
*La más antigua. *Castells Bicicletes “En Castells lo encontrarás” es, real, el mejor lema para una tienda en la que llevan dando el callo cuatro generaciones. Expertos en reparar lo que sea, de la bici que sea, de cuando y donde sea, el comercio presume de haber cumplido cien años. Buena parte de ellos en el antiguo local de la calle Arnau de Vilanova, frente al Arc de Triomf, en el punto exacto donde hoy se ubica el ascensor del Metro.
*Los pioneros. *Bike Gràcia Corría 2001 cuando dos holandeses desembarcaron en el barrio de Gràcia con la idea de importar bicis y materiales que en España todavía no se podían comprar. Pueden chulear de traernos las primeras Brompton y complementos de bici urbana. Y lo siguen haciendo. ¡Gracias!
Movilidad integral. **Espaibici Este proyecto de 2003 es, más que una tienda, una apología de la movilidad sostenible: desde accesorios hasta las míticas Vanmoof o Moulton, pasando por remolques. Fabrican artesanalmente bicis a medida con la firma Fetamà y ahora también en serie, pero en Europa, las Monamà.
A piñón. Barceloneta Bikes Emplazada en pleno barrio marinero, un cartel de madera da la bienvenida a este comercio especializado en bicis de piñón fijo, ropa y camisetas. Reparan reliquias, montan bicis personalizadas y también alquilan. Los miércoles organizan salidas.
El chándal ha muerto. Ramonas BCN ¿Quién dijo que no se puede pedalear a la última? Arriba los complementos cool para ciclistas. Timbres, cubresillines, alforjas, cestas, cascos, guantes, ropa… La bici más coqueta, en pleno barrio del Born.**
California Dreams.** Hood Bikes Son de la ciudad y están especializados en beach cruisers. Por ahora venden on line o en otras tiendas, pero tienen un show room para ver, tocar y probar sus coloristas y espectaculares creaciones.