Amsterdam no siempre fue un paraíso ciclista: también sucumbió durante décadas a la invasión del automóvil. Pero ante la violencia vial y, en concreto, el creciente número de atropellos mortales de niños, la sociedad se rebeló y carteles como este son un ejemplo.
Se traduciría como 'La bicicleta: comida pública', hace un juego de palabras con 'openbaar vervoer', transporte público en neerlandés, y es una imagen muy poderosa: el coche devorando a la bici, a las personas, el coche como símbolo del abuso, el matonismo y la deshumanización.
Una película de terror a la que, ojalá, todavía podemos poner un final feliz.