Cultura ciclista

SOS Colombia: tres ciclistas urbanos nos cuentan la situación

Noticias preocupantes desde Colombia, país al que nos sentimos muy unidos y en el que tenemos muchos amigos ciclistas. Hablamos con tres de ellos (Andrea María Navarrete, Gisela Ramírez y Mauro Mesa) para saber más: se habla de decenas de muertos, casi cien desaparecidos y centenares de heridos por la represión policial.

La pasada semana el presidente de Colombia, Iván Duque, presentó una reforma tributaria que incluía un aumento de los impuestos sobre la renta y productos básicos. Las protestas fueron inmediatas, pero no venían solo por eso: como explica BBC Mundo, una mezcla de factores (demandas de una mayor igualdad económica, hartazgo por los abusos policiales y, por supuesto, los estragos económicos y sociales provocados por la pandemia del covid) terminaron de empujar a gran parte de la sociedad a salir a la calle.

El resultado fue calamitoso. Las manifestaciones fueron reprimidas por las fuerzas policiales, con el resultado de al menos 40 muertos (las cifras son muy inciertas), más de mil heridos y un número de desaparecidos espeluznante: casi cien. La oficina de la ONU en Cali denunció que las autoridades "usaron munición real, golpearon a manifestantes y realizaron detenciones", y hasta la Unión Europea habló de "actos de violencia que apuntan contra los derechos legítimos a manifestarse, a la libertad de expresión y reunión".

"Las manifestaciones eran pacíficas, pero la actuación de escuadrones policiales y grupos antidisturbios dispararon unos desórdenes que, por supuesto, también generaron oportunistas y gente desesperada”

"Colombia despertó", nos explica Mauro Mesa, uno de los responsables del colectivo SiClas de Medellín, que lleva décadas fomentando el uso de la bicicleta en la ciudad como medio de transporte y, especialmente, herramienta de integración social. “La reforma tributaria iba a terminar de ahorcarnos y la corrupción, los poderes económicos y estatales habían creado un caldo de cultivo perfecto para la rebeldía”. Mauro asegura que “las manifestaciones empezaron de forma pacífica, pero la actuación de escuadrones policiales y grupos antidisturbios dispararon unos desórdenes que, por supuesto, también fueron generados por oportunistas y gente desesperada”.

Según cuenta Mesa, que reside en el centro de Medellín, "desde los barrios se está llamando a la gente a manifestarse de forma pacífica, a generar reuniones artísticas, pero la represión en Colombia es enorme. Se están usando armas de fuego y la gente está muriendo por órdenes claras dadas desde las alturas. Mientras, por supuesto, los medios oficiales no lo están reflejando, ya que están sometidos al poder económico de las altas esferas del poder”.

Por supuesto, y aunque la explosión de las protestas haya alcanzado ahora sus cotas máximas, el problema viene de lejos. “Nuestra historia ya ha vivido muchas revoluciones”, cuenta Mesa. "El narcotráfico marcó las últimas décadas y trajo consigo mucha violencia paramilitar, organizaciones ilegales azotando a la sociedad civil… Problemas locales enmarcados en una dinámica mundial de insatisfacción, en una estructura capitalista profundamente injusta, inequitativa y que solo puede traer rebelión y descontento". ¿Cómo puede evolucionar la situación actual? Para Mesa, "morirán muchas más personas, crecerá el vandalismo y, finalmente, habrá algún tipo de salida negociada para seguir arrodillados ante el sistema neoliberal. A Colombia la han robado mil veces, desde que Colón llegó a América… Nuestra riqueza ha sido nuestra condena. Mientras, los gobernantes creerán y asegurarán que la seguridad se podrá lograr con las armas, pero en realidad está en la educación, la distribución equitativa de la riqueza y la universalización de oportunidades".

Foto: David Carrasco (https://www.flickr.com/photos/155654729@N02/)
Foto: David Carrasco (https://www.flickr.com/photos/155654729@N02/)

Como Mesa, Gisela Ramírez es una presencia habitual en Ciclosfera. Además de música, Ramírez es una activista del ciclismo urbano que, además, hizo de su pasión una forma de vida: es la responsable de una tienda de bicicletas en Bogotá y hasta de una marca, Cornelia Bicis. En su opinión, lo ocurrido es, como decía el libro de Gabriel García Márquez, “la crónica de una muerte anunciada. Estamos sometidos a un gobierno de extrema derecha pero, además, arrastramos un pasado marcado por la impunidad. Yo nací en Fuente de Oro, un pueblo del departamento de Meta, muy azotado por la violencia de los paramilitares o el ejército. Allí, como en tantos otros sitios, se cometieron crímenes tremendos por los que nadie respondía. Hemos crecido viendo cometer actos terribles sin que pase nada. Cansados de esa impunidad, desesperados por el hundimiento económico causado por la pandemia, muchos han salido a protestar. Gran parte lo hacemos en paz, pero otros muchos, por desgracia, no tienen ya nada más que perder”.

Una situación muy dura en la que, asegura Gisela, la bici ha sido fundamental para muchos. “Ha sido el último recurso para gente que, precisamente, carecía de ellos”, asegura. “La bicicleta es barata, limpia, te aísla del covid… La bici se usó más con la pandemia. Pero la industria local también está sufriendo: hay problemas de desabastecimiento, los costes de las importaciones subieron y hay mucha corrupción en todo el proceso burocrático. Es irónico: la gente quiere comprar bicicletas, pero no llegan, y el paro de transportistas lo hace todavía más complicado. Los comerciantes de bicicletas seguimos en pie porque, además de ser nuestro medio de subsistencia, sentimos que ayudamos a la gente en estos momentos críticos".

"Los comerciantes de bicis seguimos en pie porque, además de ser nuestro medio de subsistencia, sentimos que ayudamos a la gente en estos momentos críticos"

Ramírez nos cuenta que, por supuesto, la situación afecta también al mero hecho de salir a pedalear. “La gente quiere sentirse segura, pero ahora tiene miedo. Tiene miedo de radicales y delincuentes pero, por desgracia, también de la policía o el ejército. El robo de bicicletas ha crecido, y los usuarios no sienten que la policía les va a cuidar. No existe la confianza hacia las personas que, en principio, nos deberían proteger. Así que la petición es sencilla: que las instituciones concebidas para protegernos dejen de emplear la violencia con inocentes y, de una vez, nos cuiden”.

¿Cómo es, en medio de esta caótica situación, el día a día en una tienda de bicicletas? “Tanto nosotros como, en general, los colombianos, estamos acostumbrados a rebuscarnos la vida y guerrear”, explica Ramírez. “Nuestro equipo intenta hacer su trabajo de la mejor forma posible, pero hay mucha tensión: cuesta mucho encontrar solución a los problemas. Seguimos adelante gracias al apoyo existente entre tiendas, entre proveedores, pero no hay tranquilidad. Estamos cansados y extenuados, somos presa de la incertidumbre, pero seguimos muy enfocados en que, pase lo que pase, continuaremos trabajando y alimentando el espíritu bicicletero que hay en gran parte de la población”.

"Pese a la desesperación, mucha gente no sale a protestar porque sabe que eso implica poner en riesgo su vida"

[Andrea María Navarrete] no es solo una gran amiga de la casa: fue hasta portada de un número de la revista en el que hablábamos con ciclistas que lo dejaban todo para recorrer el mundo pedaleando. Navarrete, que ahora trabaja para la Secretaría de Movilidad de Bogotá, enumera muchos motivos para el descontento social: el proyecto de reforma tributaria, la enorme e injustificable inversión en gasto militar, la corrupción endémica, el asesinato de más de 900 líderes sociales en el último lustro, las cifras de la pandemia, el crecimiento de la pobreza y el desempleo, especialmente virulento con, por ejemplo, las mujeres… “Hay un hastío en el espíritu de la gente”, explica Andrea María. “No de toda la población, pero sí de una enorme masa. Y algo importante: pese a esa desesperación, mucha gente no sale a protestar porque sabe que eso implica poner en riesgo su vida. No lo decimos nosotros, sino medios como el Washington Post: en Colombia la policía nacional, el estado, están asesinando a la población”.

Según cuenta Andrea María, “yo no he salido a protestar porque tengo miedo. Porque tengo muchísimo trabajo. Porque mi familia no es de Bogotá y, si me pasara algo, no sé quién se haría cargo de mí. Porque hay que salir en grupo y mis amigos, casi todos, tienen una familia a la que tienen que cuidar, todavía más por la pandemia”. Generalmente risueña y bromista, duele escuchar hablar así a Andrea: “Tengo los nervios de punta. Llevo cuatro días llorando sin parar, quiero salir a protestar pero, literalmente, me cago de miedo. Por la noche todo se pone peor. Y, además, Bogotá está más lluviosa y más fría que nunca”.