Son las 8 menos cuarto de la tarde y, desde hace un rato y compartiendo cervezas, hablo sobre ciclismo y un millón de cosas más con Mauro Mesa. Alto, delgado, de voz grave y edad incalculable, decir Mauro Mesa es decir ciclismo urbano en Medellín. Líder de SiClas, uno de los colectivos más activos de Colombia y de toda Latinoamérica, Mesa es también el máximo responsable de la SiCleada, la masa festiva ciclista que recorre cada miércoles, desde hace siete años, las calles de la capital antioqueña.
Siempre alegre y vital, laSiCleada es hoy todavía más hedonista por la proximidad de Halloween. Bajo los árboles, grandes como manos de gigante, de la plaza de Carlos E. Restrepo, empiezan a reunirse ciclistas. Casi todos van disfrazados. Abundan las máscaras de Anonymous, los disfraces de esqueleto, las falsas cicatrices. Complementos que, sumados a la oscuridad de la noche, le dan al grupo un aire fantasmal, onírico, casi terrorífico.
Pero la amenaza no es tal. Mientras se suman grupos venidos de cualquier rincón de la ciudad y el humo de la marihuana flota en el aire suena la música, se chocan manos y Mesa intercambia miradas con sus acólitos. Es un grupo íntimo, de unos 12 voluntarios, con los que repasa la ruta de hoy, pasa lista a los protocolos de seguridad (la marcha estará controlada por diez ciclistas con radiotransmisores) y se dispone a dar comienzo a un paseo, el 324º, que durante unas tres horas surcará como sangre fresca las calles de Medellín.
La alegría de rodar
Desde el 22 de septiembre de 2010, cuando apenas rodaron una decena de personas, hasta los aproximadamente mil ciclistas de hoy (algún día han llegado a ser tres mil), la SiCleada nunca ha faltado a su cita. “No somos una masa crítica sino un ciclopaseo”, puntualiza Mesa, “en el que reconocemos la ciudad, mostramos que somos muchos, exigimos respuestas y trascendemos las fronteras invisibles urbanas. Le damos a la ciudad una actividad gratuita y multitudinaria, una oportunidad de manifestarse con alegría y mostrar la bicicleta como medio de transporte”.
“No somos una masa crítica sino un ciclopaseo en el que nos manifestamos con alegría”
Entre los participantes hay gente de todo tipo. Está Fernando, de más de 70 años, que pedalea orgulloso sobre una esbelta y clásica Pinarello amarilla, que exhibe en cada SiCleada porque es el único día que puede “montar tranquilo por toda la ciudad”. Su sobrino, Juan Esteban, cuenta en cambio que la bici es su medio de transporte cotidiano, la máquina que le lleva a la universidad, a ver a su novia o a salir de parranda con sus amigos. Hay tipos duros sobre bicicletas customizadas. Sonrientes chicas en plegables o mountain bikes. Y, pese a la tardía hora (en Medellín se madruga mucho), niños. “La SiCleada reúne a gente de todos los barrios”, confirma Mesa. “Vienen el mono -rubio- y el negro, el rico y el pobre, el católico y el protestante. El que tiene una bicicleta muy linda y el que va en una no tan bonita. Es un evento diverso y abierto, que aspira a integrar a toda la comunidad”.
Fiesta rodante
La ciudad recibe con entusiasmo a la SiCleada. Sobre todo en las zonas más desfavorecidas, los vecinos asoman por las ventanas para aplaudir, silbar y animar a la caravana ciclista. Bob Fakoly, profesor de teatro, tiene mucho que ver: él es el responsable de transmitir, a través de un megáfono, las consignas festivas (“no contamina ni usa gasolina”) que acompañan y estimulan el pedaleo bajo los acordes de la canción Ciclobeat de Zatélite. “Los pitos, las cornetas…. la energía de nuestro recorrido hace que todo el mundo salga al balcón”, explica Fakoly. “Recorremos zonas en las que uno puede rodar por el día pero, por la noche… es distinto. Gente viviendo en la calle, ladrones al acecho para ver a quién atracar… La bicicleta logra apropiarse de esos espacios ofreciendo una nueva mirada, convirtiéndolos en lugares de humanidad y diversión”.
La SiCleada lleva, además, pesos colombianos frescos a los pequeños negocios de zonas antes olvidadas. A mitad de ruta, cuando las fuerzas flaquean, la caravana se detiene media hora en algún parque para que los participantes beban, coman y descubran zonas que jamás habrían pisado. La marcha se transforma en un elemento motivador que muestra que sí se puede pedalear, que Medellín es ‘ciclable’ pese a la escasa y casi siempre mal planteada infraestructura. “Al principio”, dice Fakoly, “la SiCleada era improvisada, pero al ser cada vez más vimos que hacían falta organización y logística. Ahora nos reunimos los sábados para descubrir lugares, decidir en qué parque pararemos a hidratar o hablar con el señor de la tienda para decirle que el miércoles, en vez de cerrar a las nueve, lo haga a las once porque habrá muchos clientes”. Y así, al unirse cada vez más ciclistas urbanos, surgirán nuevas rutas, se propondrán mejores callejones y parques para detenerse y este organismo vivo se seguirá alimentando con toda naturalidad.
Energía humana
¿Cómo viven las autoridades esa la avalancha semanal de ciclistas? “Al principio se quedaron estupefactos”, dice entre risas Mesa. “Se les ha invitado a venir, les propusimos a los guardias de tránsito que se sumaran para conocer en primera persona cómo es pedalear Medellín, pero no se sienten a gusto”. Sin embargo, el trabajo está sirviendo. “Tanto los políticos como los automovilistas ven que aquí hay un enorme poder ciudadano”, asegura Mesa, “una gran energía humana. Que los ciclistas urbanos somos todos, estudiantes y trabajadores, jóvenes y jubilados”. Como añade Silvia Flores, participante y parte de la organización, “la SiCleada nos ha hecho más visibles. Tenemos más incidencia en las mesas de negociación y hemos posicionado la bici entre la ciudadanía. No siempre como algo positivo, porque desde el coche puede parecer que estorbamos, pero la ciudad va percatándose de que, aunque nosotros generemos algún atasco el miércoles por la noche, los coches los provocan a diario y a todas horas”.
“La SiCleada durará mucho tiempo, y servirá de ejemplo para que cada vez más personas se suban a sus bicicletas”
Para un recién llegado como yo, y pese a los muchos kilómetros y cuestas recorridos en una plegable Tern, que termine la SiClada de hoy es más un drama que un alivio. Gracias a la SiClada se descubre otra Medellín, se conoce y se conversa con desconocidos y, como cuenta una sonriente y algo sudorosa Silvia, la descomunal energía de la ciudad se ha transmitido a mi cuerpo. “Esto te activa”, dice Silvia Flores, “porque es muy rico rodar con tanta gente que comparte la misma pasión”.
En diciembre la excusa será ver las luces navideñas. En marzo se celebrará el día de la mujer. Habrá oportunidad de homenajear a los compañeros caídos. Pero, siempre, cada miércoles, una nueva rodada reconquistará la ciudad. “La SiCleada durará mucho tiempo”, concluye Fakoly. “Cambiará la gente, habrá cambios generacionales y se sumarán ciclistas que no nos conocen aún. Pero, sobre todo, servirá de ejemplo para que cada vez más personas se suban a sus bicicletas, a cualquier hora del día, para realizar sus tareas cotidianas. Eso es lo que lograremos”.