Lo sabemos, pero nunca lo decimos: los sueños siempre son en blanco y negro. En ellos surcamos las calles en un leve zumbido de bicicletas felices. Las ruedas acarician el suelo, el metal apenas silba en el aire inmaculado y los ciudadanos, entre fugaces saludos, se cruzan. Lo sabemos, pero nunca lo decimos: los sueños siempre son en blanco y negro y en ellos, el coche, es una excepción. Un invasor. El intruso.