El pequeño Víctor Tello llegó desde México a Estados Unidos con 8 años. Criado en una familia muy religiosa, en su cabeza retumbarán para siempre las palabras de su abuela: "Los demonios son listos. Muy listos. Tanto que, aunque no lo quieras, siempre terminarán encontrándote y metiéndose en tu cabeza".
Y es cierto: Tello los sigue viendo hoy en día. Es un adulto, vive en San Diego y es un artista, pero asegura "ver todavía a esos demonios hoy en día, disfrazados de depresión y ansiedad. Hay algo que consigue espantarlos y hacerles huir: pedalear. Aunque sé que me acompañarán el resto de mi vida, esperando que baje de mi bicicleta para aparecer de nuevo".
Es fácil ver a Tello sobre su bici por Gaslamp Quarter, East Village, Little Italy, Barrio Logan o cualquier otro lugar de San Diego. Es probable que antes, durante o después, esté escuchando algo de reggae latino o los acordes de alguna canción de Tool. Su obra artística es sencilla de explicar: criado en una familia católica, se le grabaron en el alma el arte y la imaginería religiosos. Cristos, Mártires y Vírgenes, pasión, amenaza y muerte. Pinturas y estatuas rodeándole y juzgándole. Después, las maderas talladas de José Guadalupe Posada, pero sobre todo sus calaveras garbanceras, La Catrina, el eterno viaje al Mictlán.
"Como tanta gente en el mundo", cuenta Víctor, "sufro de ansiedad y depresión, pero desde que hace 15 años me muevo en bicicleta y su intensidad ha bajado. Pedalear me ha hecho mucho más feliz. La bicicleta es mi medicina diaria, una forma de meditación, un camino para sanar el cerebro".
Pinta al óleo y con un ordenador, pero lo que más le gusta hacer son grabados. Eso y montar alguna de sus viejas Schwinn por playas californianas. Escalar con amigos montañas en modernas monturas de fibra de carbono. O, sobre todo, cruzar San Diego en sus bicicletas vintage. Cuadro de hierro, mucho óxido, pintura descascarillada. "Al montarlas me cuentan historias", asegura. "Historias que vivieron hace muchos, muchos años, antes de que yo naciera".
Es sobre una bici cuando abre la llave de su mente y entra en una especie de psicótico trance creativo. Cuando muchas veces se le aparecen extrañas criaturas pedaleando a su lado. Bisontes, lobos con piel de cordero y conejos blancos sobre una bicicleta. "Cuando llego a casa, por la noche, hago un boceto con lápiz y papel para no olvidarlos. Y al día siguiente los transformo en alguna de mis obras".
Aspira a viajar con su arte. Acaba de leer Las enseñanzas de Don Juan, las hipnóticas y espirituales memorias de Carlos Castaneda. Ama su ciudad de adopción, una de las mejores para pedalear en EE UU. Y sueña con hacer una película de animación, donde los protagonistas sean "compañeros" muertos en accidentes de tráfico. Concienciar con ella sobre el peligro de pedalear. Mostrar, con sus fascinantes imágenes, que encima de cada bicicleta no hay un ciclista sino una persona. Una vida. "Quizá lo consiga algún día"… Y si no es así no será, desde luego, por ausencia de talento.