La más fina cocina mundial compite con el olor de enormes trozos de carne, los ricos y los pobres comparten aire y, en ese constante choque entre degradación y belleza, brota el talento de Mart, un joven de 27 años con una obra artística conocida en medio mundo. Sus inicios, sin embargo, no fueron fáciles: "De joven conocí a gente que acabó mal y jugué a romper las reglas", recuerda. "Amaba desafiar a la policía, coquetear con el riesgo y pasear y conocer la ciudad, y eso me llevó a pintar".
Ahora, Internet es el caótico e infinito museo donde son admiradas sus obras, inmensos murales poblados por delicados personajes y, en muchas ocasiones, bicis. "Hacer un graffiti con tu firma era lindo, pero aburrido, y empecé a dibujar otras cosas: me miraba la mano o una foto y las copiaba en la pared. Los personajes salieron de esa práctica: no haber ido a una academia me llevó a recorrer el camino hacia una identidad propia y a que todo naciera desde una necesidad interior. Los personajes, las caras, sus torsos… La vida. Mis personajes aprendieron que podían vivir, y empezaron a montar en bicicleta".
Dos círculos en la pared
"De niño siempre anduve en bici", recuerda Mart. "Vengo de una familia bastante humilde, y siempre andaba por ahí intercambiando piezas y consiguiendo pedazos para completar y mejorar mi montura. Recuerdo, con ocho años, recorrer con amigos veinte o treinta cuadras los domingos muy temprano". De esos paseos por el barrio de Palermo a ser admirado en Moscú, Londres, EE UU o Japón: "Fue en 2010, en una exposición del Centro Cultural de España en Buenos Aires, cuando la cosa se puso seria. Les dejaron el Patronato de la Infancia, un edificio abandonado y enorme que había sido escenario de cosas muy sórdidas y del que acababan de echar a 150 familias. Cada artista tenía que pintar una habitación, me quedé ahí solo… Y el lugar tenía una energía enorme. ¿Qué habría pasado con todos los chicos que pasaron por ahí? Imaginar su historia me llevó a recordar la mía y, a medianoche, pasó algo muy loco: fui a la pared, hice dos círculos muy grandes y vi que todo empezaba por una bicicleta".
"Al pintar murales, la bici genera poesía: los personajes pedalean y crean una narración"
El mural salió en los periódicos, se convirtió en postales y, desde entonces, Mart no ha parado. "La respuesta de la gente a las bicis es muy linda: como artista está bueno cambiar y progresar, pero las bicicletas son siempre una buena forma de interactuar con otros. La bici me gusta: nunca he tenido auto y es mi medio de transporte, mi forma de recorrer la vida, algo de lo que no me puedo separar. Al pintar murales la bici genera poesía: los personajes pedalean y crean un movimiento del que nace una narración, el primer paso hacia algo infinito porque nuestros viajes en bici lo son. En bici nos cruzamos con amigos, nos moja la lluvia, pinchamos y nos detenemos, conocemos gente… Somos personajes ciclistas, que generan historias sin fin".
Y ahí están esas historias: a la vuelta de una calle en San Telmo, en medio de la vecina Mar del Plata o en un museo londinense nos esperan los personajes de Mart. "Trato de pasarme a ver, de vez en cuando, los dibujos que están cerca de mi casa para ver cómo aguantan, y por suerte duran porque los otros grafiteros me respetan. Sí, pintar murales implica cierto desapego porque siempre pueden derrumbar el edificio, pero es una sensación que tengo domesticada: al terminarlos hago una foto y eso es lo que me queda".
Amiga bici
Sobre la pasión ciclista que nos une a todos, Mart es sincero: "Nos hemos dado cuenta de que nos han lavado el cerebro. El auto tiene cosas buenas y sirve para viajar con la familia, pero no era para tanto: la bici es sana, no contamina y es hermosa como una obra de arte. También nos enseña a valorar lo antiguo y artesanal, a dejar de sentir tanta pasión por lo industrial y lo masivo para respetar, de nuevo, el cariño y el trabajo del autor. En Buenos Aires la bici caló como objeto cool: se convirtió en un objeto con nombre, al que quieres, que es tu amigo y tiene vida. Entras a la casa de tu gente con tu bici y ella se va contigo cuando te marchas".
"La bici es un objeto con nombre, al que quieres, que es tu amigo y tiene vida"
Nos marchamos del taller de Mart, su primer espacio propio y donde prueba técnicas nuevas y empieza infinidad de cuadros. "Vivo este buen momento vital con ilusión y emoción. Agradezco poder sentir que, sobre todo, vivo de algo que hace bien… El arte me ayudó a viajar, crecer en lo personal y conocer mucha gente. Me hizo recibir nuevas propuestas y la posibilidad de dejar una huella. Eso, con mucho amor, es lo que intento hacer". A través de sus bicicletas llegamos a Mart, y sobre una de ellas le dejamos trabajar, despidiéndole con una enorme sonrisa en la boca.