Sabiendo de dónde viene, no es raro que Pilat protagonice estas páginas: nacida en Stevns, al sur de Copenhague, sabido es que por esos lares desplazarse es, en muchos casos, sinónimo de pedalear. “Mis ilustraciones están muy unidas a cómo soy y las cosas que me gustan”, explica, “y amo montar en bici.
Crecí en un país donde el ciclismo está siempre presente: hasta los músicos van a tocar a los festivales cargando sus instrumentos en ellas y, da igual a dónde vayas o qué tengas que transportar, ni te planteas el no hacerlo pedaleando”. Para qué negarlo: qué envidia.
Usando la bici a diario desde los cinco años, sus argumentos son de peso: “Ahora tengo que estar todo el día yendo de un sitio a otro por mi trabajo”, razona, “y la bicicleta me permite hacerlo con rapidez y diversión”. En Copenhague lo hacía con una de carga; en Barcelona, donde vive desde hace un año, en una preciosa, deportiva y clásica Peugeot, a la que bautizó como Peggy.
“La compré el primer día que me instalé en la ciudad: Barcelona es tan bonita y hace tan buen tiempo que busqué en Wallapop y me enamoré. Quería algo barato por miedo a que me la robaran, y fue todo un acierto: las cuestas para llegar al lugar en el que estudiaba eran un poco duras pero la vuelta, cuesta abajo y descubriendo cada día nuevas calles, fue algo inolvidable”.
¿Y el cambio de Copenhague a Barcelona? “Barcelona es lo mejor”, asegura. “El clima es maravilloso, la arquitectura alucinante y me encanta subir alguna montaña cercana o visitar pueblos de alrededor. Eso sí: tienes que tener más cuidado que en Dinamarca. Se nota que la cultura ciclista es más reciente y, por ejemplo, hace dos meses terminé en el hospital por un golpe con un taxista. Desde entonces voy mucho más atenta y, sobre todo, ¡siempre llevo casco!”.
“Mucha gente escucha música o podcast en bici, pero yo no. Me gusta montar y nada más. Aprovechar el momento. Algo parecido a meditar” (Pilat)
Sea en un lugar u otro o, incluso, para viajar (tiene a quién parecerse: su madre, con 62 años, es una fanática del cicloturismo y hace poco fue pedaleando desde Praga hasta Estambul), Pilat tiene claro qué le genera pedalear.
“Es pura libertad. No tienes que esperar al autobús o el metro, te lleva hasta donde te da la gana y todo depende de ti: si tienes prisa irás más rápido, y si prefieres tomártelo todo con calma vas a poder ir más lenta. Y algo más: mucha gente, al menos en Dinamarca, aprovecha los trayectos en bici para escuchar música o podcast, pero yo no. Me gusta montar y no hacer nada más. Aprovechar el momento. Trabajo mucho, siempre tengo la cabeza ocupada, y esos ratos en bici son míos. Solo míos. Transformándose en algo bastante parecido a la meditación”.
Toca hablar ahora, eso sí, de trabajo. De murales, de láminas, de todos esos formatos con los que Pilat comparte su colorida y efervescente forma de mirar la vida. “He hecho carteles para festivales, creatividades para marcas de vino… He dibujado desde siempre. Estudié diseño gráfico en Dinamarca, pero terminé la carrera en Barcelona y, de momento, me he quedado aquí.
¿Mi estilo? mmm… Es juguetón, un poco naif y, siempre, muy colorido. Y sí, muchas veces la inspiración me llega pedaleando, porque me encanta dibujar a la gente haciendo cosas en la ciudad, retratar cómo interactúan unos con otros y cómo la vida transcurre en los espacios compartidos. Otras veces, en cambio, todo empieza por un simple color. Lo miro, me atrapa, empiezo a mezclarlo con otros y a partir de esa experiencia los dibujos van surgiendo y la historia, contándose”.
Esa interacción llega a su punto álgido cuando trabaja en un mural. “Es todo un reto: frente a la pantalla de un ordenador sientes que lo tienes todo controlado, pero con un mural entran en juego factores como el espacio o el clima. En Dinamarca, por ejemplo, siempre está lloviendo, mientras que en Barcelona siempre hace sol, pero… ¡la gente no para de acercarse a hablar y preguntarte cosas, lo que resulta maravilloso, pero te despista! La verdad es que adoro Barcelona: es un lugar increíble para vivir, porque siempre están pasando cosas a tu alrededor y tanto la arquitectura como la gente resultan siempre inspiradoras”.
“Centrarse en lo negativo no te lleva a actuar, sino a deprimirte y paralizarte. Desde el optimismo pueden cambiarse más cosas que desde la oscuridad” (Pilat)
Cuando no pedalea o dibuja es fácil encontrarla haciendo deporte (adora, por ejemplo, subirse a su skate), escuchar música (muchas veces afrobeat) y, aunque menos de lo que querría, ver películas (“la última ha sido Barbie: ¡tuve que ir a verla por tener algo de lo que hablar con la gente, porque todo el mundo quería charlar sobre ella!).
¿Y el futuro? ¿Cómo ve esta energética y risueña joven de 27 años ese lugar donde pasaremos el resto de nuestras vidas? “A veces todo parece irse a pique”, reflexiona, “pero la realidad está hecha también de cosas muy positivas. Hay un balance: quizá por cada cosa mala hay una buena. Por supuesto que me asusta el calentamiento global, pero a cambio veo en casi todas partes grandes avances en los derechos de las mujeres. Y sí, prefiero ser optimista: creo que centrarse en lo negativo no te lleva a actuar, sino a deprimirte y paralizarte, y que desde el optimismo pueden cambiarse más cosas que desde la oscuridad”.