En los años 70, la compra de coches de los amsterdammers aumentó. Y, aunque se crearon muchos aparcamientos, los vecinos vieron mermada la habitabilidad y accesibilidad en sus barrios. Pese a los esfuerzos de los gobernantes por habilitar más espacio, rellenando incluso canales históricos, vecinos como Hennie recuerdan esos años como "una época dura, que la mayoría vivimos con enfado" porque la ciudad se transformó en un caos de coches, bicicletas y personas, disparándose la siniestralidad.
Fue cuando desde las instituciones se sembró la semilla de lo que ahora es su conocida política Agenda Autoluw (Agenda de Menos Coches), que restringió el número de vehículos privados por un lado y la entrada de visitantes motorizados por otro.
Con la llegada del siglo XXI, la ciudad vivió un crecimiento de la población tan exponencial que, en esta ocasión, el problema no fueron los coches sino las bicis aparcadas. En menos de diez años, el número de habitantes creció un 16%, y el de bicis aún más. Junto al aumento desorbitado de turistas, las aceras se llenaron de bicis aparcadas y visitantes paseando, hasta el punto de no poderse caminar. Zonas como De Pijp, un barrio obrero de finales del s. XIX célebre por sus calles estrechas, se vio tan asediado por la presencia de bicis en las aceras que en varias ocasiones no encontré ni un lugar para dejar allí mi montura.
Políticas actuales
En 2012 el programa ciclista de Ámsterdam comenzó a centrarse en este problema. Wiard Kuné, consejero estratégico del departamento de tráfico y espacio público del Ayuntamiento, nos cuenta que en los espacios con problemas reales (bicicletas que obstruyen las calles y aceras, dejando muy poco espacio para los peatones y otros usuarios del espacio público y creando, a veces, situaciones peligrosas) "analizamos lo que pasa, buscando en primer lugar soluciones más sencillas como aparcabicis adicionales, una mejor comunicación con los ciudadanos (carteles o folletos) y, en caso de ser necesario, aplicando la ley y retirando las bicis mal aparcadas".
Ámsterdam, con el casco histórico más grande y mejor conservado de Europa, sigue inmersa en el proceso de repensar el uso de espacio público y cómo repartirlo de una forma más justa.
Una de las medidas más aplaudidas es también la de eliminar aparcamientos para coches y dárselos (al menos en parte) a las bicis. El objetivo es eliminar 10.000 plazas para coches de aquí a 2025, de las que la mitad ya se han retirado. "Cuando ninguna de estas soluciones están disponibles y, por ejemplo, no es posible instalar aparcamientos cubiertos en edificios cercanos", añade Kuné, "consideramos también la posibilidad de construir aparcamientos subterráneos, aunque sólo cuando es técnica y económicamente viable".
El ejemplo más espectacular son los aparcamientos subterráneos en la plaza central (Dam), la zona de ocio nocturno Leidseplein o, claro, cerca de las principales estaciones de tren (Zuid, Amstel y ahora la Estación Central), que representan las mayores inversiones en los últimos seis años.
Miles de bicis retiradas
Los dos últimos aparcamientos inaugurados son los de la histórica Estación Central de Ámsterdam: la movilidad en Países Bajos depende, en gran medida, de la combinación de tren y bicicleta que usan millones de personas a diario, con Ámsterdam como gran centro neurálgico. Por eso, las más de 10.000 plazas de aparcamiento creadas en esta ocasión bajo el agua han sido necesarias para liberar mucho espacio alrededor de la estación.
El resultado es que todos estos aparcamientos han retirado bicicletas del espacio público pero, como señala Kuné, ahora es responsabilidad del Ayuntamiento "la comunicación y la obligación de hacer cumplir la normativa, para que los ciudadanos no vuelvan a aparcar sus bicicletas en el espacio público en vez de en el sitio habilitado".
Porque, de hecho, el problema sigue existiendo: la grúa de bicicletas sigue recogiendo al año más de 12.000 máquinas mal aparcadas o abandonadas, que van a parar al depósito de bicicletas de la ciudad. Ámsterdam, que cuenta con el casco histórico más grande y mejor conservado de Europa, sigue inmersa en el proceso de repensar el uso de espacio público y cómo repartirlo de una forma más justa. "No es que no nos gusten los coches", concluye Wiard Kuné, "que siguen siendo en parte necesarios para la logística y la movilidad de personas con movilidad reducida. Pero, simplemente, ocupan demasiado espacio, y creemos que la ciudad debe ofrecer otras alternativas para moverse".
¿Sabías qué?
Cerca de la Estación de trenes de Ámsterdam hay un lugar donde todo buen amsterdammer ha aparcado su bici alguna vez: se trata del Fietsflat (podría traducirse como "apartamento de bicicletas"), un aparcamiento construido en 2001 para acoger la ya entonces creciente demanda de espacios para dejar la bici. Con cuatro plantas y capacidad para 2.500 bicicletas, permaneció abierto hasta el pasado 30 de enero: tras la inauguración de los nuevos parkings subacuáticos de este año, el Ayuntamiento decidió cerrarlo y actualmente está pensando qué hacer con las instalaciones.
Un periodista local, Reinder Rustema, ha puesto en marcha una iniciativa para mantenerlo como monumento: "Era práctico, sólido y un poco oxidado pero siempre funcionaba", asegura Rustema, "y con su fealdad hacía más bonitas las construcciones de detrás". Por eso, Rustema propone convertirlo en un monumento: "Era una construcción temporal", explica, "pero también lo era la Torre Eiffel en París. Gracias al Fietsflat los turistas han visto la belleza de las bicicletas, y las interminables filas de manillares brillando bajo el sol eran conmovedoras y un magnífico motivo que fotografiar".