Si las mujeres de Modigliani montaran en bicicleta, surcarían los cuadros de Didier Lourenço. Catalán y autodidacta, trabajador incansable, artista reconocido y optimista por naturaleza, Lourenço es el autor de una extensa obra en la que, con frecuencia, la bicicleta es protagonista. "Es el mejor vehículo para desplazarse", explica Lourenço, "y aporta a mis cuadros una dimensión distinta del movimiento. Las bicis ejemplifican a la perfección lo que es un viaje agradable".
Nacido en 1968 en Premià de Mar, el pueblo costero de Barcelona donde ahora vive, Lourenço empezó a trabajar con 19 años en el taller de litografía de su padre, y allí descubrió el arte. "Vivir de la pintura era todo un sueño, pero compartir tiempo y espacio con artistas era como acudir a la escuela. Aprendí solo, en una esquina y de forma autodidacta, y eso ha hecho que mi obra sea tan personal e identificable. Si tus cuadros no muestran cómo eres, mientes. Y cuando tu pintura miente se te ve pronto el plumero… Pintar sin mostrar tu alma es un aburrimiento, un mero ejercicio plástico".
Trabajar y pedalear
Decía Picasso que la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando. Lourenço está de acuerdo pero también sabe que, para crear, hay que respirar y salir. "Si estás siempre en tu propio mundo la mente termina viajando a un recodo que sólo entiendes tú", asegura. "El artista tiende a encerrarse, pero a mí me gusta estar en contacto con lo que me rodea y necesito la vida y la calle para tener nuevas ideas". Por eso, claro, monta en bicicleta. "Pedaleo mucho, sobre todo junto al mar", reconoce. "Al ir andando miras el mundo, pero sobre una bici todo me parece más bonito. Disfruto más el movimiento, el paisaje, la luz. Tiene el encanto del silencio. Y la velocidad de la bici es la mejor para mirar las cosas".
Por eso en muchos de sus cuadros aparecen ciclistas. Ciclistas que se cruzan y se miran, que pedalean por las nubes y que hasta comparten montura. Ciclistas que, muchas veces, son una: una mujer morena, curiosa y de fuertes y desnudas piernas. "Sí, la mujer está omnipresente en mi obra", dice Lourenço, "y esa mujer es universal. Representa a cualquier mujer del mundo, cada una con su personalidad y cosas en la cabeza. Las mujeres son maravillosas, más misteriosas e interesantes que los hombres. Y, es evidente, estéticamente me parecen más atractivas".