Cultura ciclista

Biciclown: la vuelta del hijo pródigo

Álvaro Neil, Biciclown, volvió a España el pasado noviembre después de 13 años recorriendo el mundo en bicicleta. Así se ve la vida tras dar la vuelta al mundo a pedales.

La de Biciclown es una de las más grandes epopeyas ciclistas jamás contadas. La suya es la vuelta al mundo en bicicleta más larga emprendida por un español. Y, al mismo tiempo, es también la historia de un hombre corriente. Un ciudadano cualquiera que, un buen día, decidió dejarlo todo para cumplir su sueño.

Eso pasó el 19 de noviembre de 2004. Tras abandonar su puesto de trabajo en una notaría en la madrileña Tres Cantos, Álvaro Neil dio la primera de las infinitas pedaladas que le llevarían a recorrer más de 200.000 kilómetros. El mundo entero. Después, el pasado 19 de noviembre, justo 13 años después de salir, regresó a España. Pero ya no era el mismo.

“Cuando comencé el viaje, intuía que la vida es muy corta. Ahora tengo la certeza absoluta de que es así”

“Cuando comencé el viaje intuía que esta vida es muy corta. Ahora que he vuelto, tengo la certeza absoluta de que es así”, cuenta Biciclown desde Arenys de Mar, un pueblo de Barcelona. “Estoy en casa de un amigo, pero no por mucho tiempo”, aclara. “Mis planes son comprarme una autocaravana, meter en ella mi bicicleta y moverme por España. ¡Y aprender a tocar el acordeón! Pero no hago muchos planes: al fin y al cabo, lo más importante es dejarse llevar”, apostilla.

Como un pájaro

La vida de Biciclown, pese a haberse establecido de nuevo en España, sigue siendo cualquier cosa menos convencional. Decidió vivir como un nómada, y así será hasta el final de sus días. “Paso un tiempo aquí… y luego allí”, reconoce. “Donde me dejan un hueco. Al fin y al cabo, ¡no tengo casa!”. Eso sí: también proyecta un nuevo libro (cuenta con otros seis publicados) y seguir dando charlas y conferencias para contar su experiencia.

Álvaro Neil, el Biciclown.
Álvaro Neil, el Biciclown.

“Mi vida es como la de los pájaros”, asegura. “Sólo necesito comer y dormir. Soy feliz con cualquier cosa, por pequeña que sea. Cuando pasas frío te sientes realizado con cosas tan baratas como una manta. Y a veces está bien pasar frío, que te moje la lluvia, no tener una ventana que bajar, para valorar lo que son un techo y agua caliente. La sociedad de confort te lo da todo hecho. A cambio, te aborrega”.

“Mi vida es como la de los pájaros. Sólo necesito comer y dormir”

Al volver, y aunque dice estar feliz, confiesa sentirse como un extraterrestre. “Veo a mi alrededor a mucha gente perdiendo oportunidades, centrándose en los detalles más nimios de las cosas. Nada más pisar España me di de bruces con el tema catalán, y me dio la sensación de que todos estamos ante un festín infinito de comida, el mundo, pero peleándonos por si comemos con palillos o tenedor”. También ha cambiado sustancialmente, en estos largos 13 años, la tecnología. Sin embargo, para Biciclown estos avances “no han ido acompañados por una evolución humana. Vas en el metro y no es que la gente sólo mire su móvil, es que ni siquiera nos miramos los unos a los otros. Nos ignoramos”.

Son pocos los que son capaces de realizar una gesta como la de Biciclown pero, en realidad, él tampoco lo ve necesario. “A mí me hizo falta”, concluye, “pero no hay que dar la vuelta al mundo para darte cuenta de que la vida es muy grande. Vívela con pasión e intensidad. Valora lo que tienes cerca. Tu familia, tus amigos… tus cosas”. Aquí, allí, o en cualquier parte.

BICIWLON SEGÚN…

Koos Kroon

Holandés de nacimiento, barcelonés de adopción, Kroon trajo y popularizó marcas como Brompton u Ortlieb en España. Es, también, una figura clave en los primeros años de aventuras de Álvaro Neil, a quien apoyó de manera decidida. “Conocí a Álvaro en 2001, cuando abrí la tienda en Barcelona”, recuerda Koos. “Quería unas alforjas Ortlieb, y yo acababa de abrir y no podía ayudarle ni con material. Pero le conseguí el contacto con la casa en Alemania, y le patrocinaron su primer viaje, de dos años, por Sudamerica”.

“Álvaro es una de esas pocas personas que ven que la vida no consiste en estar 50 años en una oficina”

Cuando, en 2004, Biciclown inició su vuelta al mundo, Koos le acompañó en la salida en Oviedo. “Vi su bicicleta”, cuenta el holandés, “y le dije que con ella no iba a llegar ni a cruzar el país”. Así que le ayudó a construir una bici mejor, con la que finalmente empezó a dar el mundo y con la que pedaleó por África durante tres años. “En 2007 fui a verle a El Cairo”, recuerda Kroon, “para llevarle un modelo más grande, con cambio Rolhoff y frenos hidráulicos”. “Desde entonces”, sonríe, “siempre hemos mantenido contacto”.

Para Koos, Álvaro Neil es “un tío curioso. Una de esas pocas personas que ven, claramente, que la vida no consiste en estar 50 años en una oficina. Que ven que hay mucho más, que hay que disfrutar del día a día, de la gente”. Koos reconoce que le gustaría imitarle, pero sabe que no es el momento. “Tengo hijos pequeños”, aclara, “y no puedo marcharme antes de que crezcan. Pero sí me gustaría desaparecer después, lo antes posible, para dejar de trabajar y dedicarme a viajar pedaleando”.

Rafa Oliva

“Somos amigos desde que teníamos 12 años. Él era boy scout… Y siempre tiró al monte”. Así recuerda Rafa Oliva a su amigo de la infancia, Biciclown, al que también define como “un tío intenso donde los haya. Haga lo que haga, va hasta el final, vence las barreras, rompe los límites y hará cualquier cosa por alcanzar su objetivo”. ¿En una palabra? “¡Un rompehuevos!”, dice Oiva. “¡Y desde que era pequeño!”

“Somos amigos desde que teníamos 12 años. Él era boy scout… Y siempre tiró al monte”

Oliva ha sido el enlace de Biciclown en España, llevándole temas relacionados con la agencia tributaria, sirviendo de nexo con su familia y colaborando de manera decisiva a la hora de distribuir sus libros. ¿Cómo lo ha encontrado a su vuelta? “Muy cambiado”, apunta Rafa. “Más radical, con menos pelo y con el mismo espíritu aventurero y amor a la bicicleta que siempre. Hace 35 años se estrenó E.T. El extraterrestre: cuando todo el mundo se fijaba en el dedo de E.T., Álvaro miraba la bicicleta de Elliot, porque él ya era un auténtico extraterrestre”.