Con sus casi 2.000 butacas el Urgel fue, entre 1963 y 2013, el mayor cine de Barcelona. Un templo por el que desfilaron Indiana Jones y Superman, las fauces de Tiburón o Lawrence de Arabia. Una fábrica de momentos tan sublimes como el que vivió, en diciembre de 1982, Jordi Costa. “Lo recuerdo como un acontecimiento”, dice el ahora crítico de referencia sobre la primera vez que vio, de niño, E.T. El Extraterrestre. “Salí del colegio y fui con mis amigos, un viernes por la tarde, al Urgel. Era un momento de amor absoluto por el cine de Spielberg”, explica, “y también el momento exacto en el que empezaba a brotar en mí un interés cinéfilo por lo que veía”.
Lo que Costa y otros millones de personas veían, y siguen viendo 35 años después, era un simple cuento infantil. La película más íntima de Steven Spielberg. Pero, al mismo tiempo, un fenómeno atemporal y universal, una de las películas más taquilleras y célebres de la historia. Buena parte de esa fama se debe a la escena de las bicicletas, en la que al final de la película algunos de sus protagonistas (E.T., Elliott y el hermano de este junto a sus mejores amigos) huyen de la policía sobre unas bicis de BMX. “Claro que es un momento mítico”, corrobora Costa. “Encarna a la perfección la fantasía adolescente del vuelo, la autonomía y la liberación, y a la vez posee una evidente condición de universalidad. Esa escena y, en general, la película, siguen siendo casos extraños, momentos imposibles de emular dotados de un carisma único”.
Tachados por la historia
Muchos años después, en 2013, el responsable de vídeo y producción multimedia de la prestigiosa web Narratively, Emon Hassan, recibió el encargo de hacer un artículo sobre ciclismo. Hassan había visto E.T. con 10 años y, como a casi todo el mundo, le había impactado el momento en el que Elliott y el pequeño extraterrestre pedalean frente a una gigantesca luna. “De pequeño montaba mucho en bicicleta”, cuenta a Ciclosfera Hassan, “y vi que todo encajaba. Contacté con Howie Cohen, el dueño de Everything Bicycles y distribuidor de las bicicletas que aparecen en la película, para saber qué había pasado en el rodaje”.
The BMX Boys of E.T., el artículo de Hassan, se convirtió en un fenómeno viral. “Cohen me contó toda la historia: cómo Spielberg decidió que una marca poco conocida, Kuwahara, tenía que ser la máquina que montaba Elliott. Cómo desde Universal Pictures llamaron a la firma en Japón para pedi*r 40 bicicletas,* y cómo casi les colgaron el teléfono pensando que era una broma. Al final, les pusieron en contacto con su importador en EE UU, Howie Cohen, y alcanzaron un acuerdo: no le pagarían ni un centavo por las 25 bicis usadas en el rodaje, pero le cederían todos los derechos para vender una réplica de la bicicleta de Elliott como parte del merchandising”.
Aunque a regañadientes Howie aceptó, y las Kuwahara E.T. The Extraterrestrial fueron un éxito: las primeras 2.000 unidades fabricadas se vendieron en el acto. Everything Bicycles comercializó tres modelos diferentes (todas blancas y rojas, como la de Elliott, y con el sello de la película), algunos de los cuales se venden como tesoros en Ebay. Se desconoce, eso sí, cuántas máquinas llegaron a producirse, y es difícil conseguir dicha cifra. “Howie Cohen murió dos meses después de publicarse mi artículo”, lamenta Hassan. “Durante esas semanas tuvimos un par de conversaciones telefónicas, y lamentaré toda mi vida no haber guardado el mensaje de voz que dejó en mi móvil en cuanto leyó mi trabajo. Estaba eufórico, le había gustado muchísimo”.
Pero, sobre todo, lo que también desvelaba el artículo de Hassan era la historia de los chicos que acompañaron a E.T. en su huida. “Howie me contó por encima que uno de sus empleados de entonces, Robert Cardoza, había participado como especialista en el rodaje. Pero ni él ni sus compañeros de escena, Greg Maes, David Lee o Bob Haro, aparecen en los títulos de crédito del filme: fueron eliminados conscientemente por Spielberg y la productora de la película, Kathleen Kennedy. Me pareció un detalle apasionante y desconocido, así que me arrojé sobre él”.
Armas borradas
La película, que se estrenó entre ovaciones en el Festival de Cannes, fue candidata a 9 Oscar (ganó 4) y ha recaudado sólo en salas casi 800 millones de euros, esconde otra historia algo truculenta sobre la escena de las bicicletas: mucho tiempo después, con motivo de su reestreno y lanzamiento en formato doméstico, fue alterada gravemente por Spielberg. Como explica Jordi Costa, “las armas con las que los policías apuntaban a los niños ciclistas desaparecieron, sustituidas digitalmente por walkie-talkies. Spielberg las consideró un detalle demasiado grosero pero, al borrarlas, también se perdió algo del dramatismo y carácter de cuento arquetípico que tenía la historia, entrando en el indeseable espíritu preservativo de la corrección política”.
35 años después, sin embargo, tanto la película como la escena ciclista conservan su capacidad hipnótica. Elliott no sólo necesitaba su bicicleta para ayudar a E.T. a volver a su casa: miembro de una familia rota, abandonado por su padre y escasamente popular en la escuela, la rabia de su pedaleo también aspira a dejar atrás frustraciones e impotencias inherentes a la infancia. Spielberg acertó de lleno: ¿Había una forma más universal, atemporal y hermosa de mostrarlo que sobre una bicicleta?
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