Pocos saben que el tulipán es de origen turco. Fue un inquieto botánico holandés quien, en el S.XVI, lo descubrió y trajo a Europa, convirtiéndolo en objeto de deseo de las familias más adineradas. Tal fue la fiebre por esta delicada flor que su precio se disparó, llegando a costar uno en 1.630 casi lo mismo que una mansión de los Grandes Canales. ¿La primera burbuja financiera de la historia?
Desde entonces muchas cosas han cambiado, y el tulipán es ahora un símbolo de este país. Se regala a los presidentes en las visitas de Estado, se envían cada Pascua al Papa de Roma y, todos los abriles, se celebra el Festival del Tulipán, no sólo en varias ciudades holandesas sino también en lugares como Ottawa (Canadá), que los reciben como ofrenda de agradecimiento por la ayuda brindada en la Segunda Guerra Mundial.
Pero nada es comparable a contemplar miles de ejemplares florecer al mismo tiempo y pintando todo lo que abarca la vista de deslumbrantes colores. Algo posible en los campos de cultivos o en el Parque de Flores Keukenhof, abierto sólo dos meses al año y que, en esos sesenta días, recibe a casi 1,5 millones de visitantes de unas cien nacionalidades.
Un sueño primaveral
La experiencia es única. En el parque se disfruta durante ocho semanas gracias al esfuerzo de equipo de jardineros como Frans Beijk. Beijk, cuyo padre también trabajó allí, cuida del espacio todo el año para ver el resultado en primavera. “No hay ningún jardín de tulipanes como este”, nos explica. “Se puede disfrutar de siete millones de tulipanes, narcisos y otras flores de bulbo florecidas. Es una experiencia única”.
Para él, lo más bonito es ver cómo lo que diseñó, lo que soñó, durante todo el invierno, se hace realidad. Desde hace 75 años, los expertos jardineros de Keukenhof son capaces de hacer florecer hasta 1.600 variedades de bulbos para que los visitantes puedan ver el parque florido. Y otro dato: de ese millar largo de tipos de flores, la mitad son variedades de tulipanes. Tras la visita, te das cuenta de lo limitada que es la imagen que todos tenemos de un tulipán.
Mejor en bici
El Parque Keukenhof no está solo. A su alrededor, cerca del municipio de Lisse, hay también enormes cultivos. Son los encargados de ofrecernos esas bellas estampas de extensos campos de colores que estamos acostumbrados a ver como imagen clásica de Holanda.
"Me encanta, porque cada nacionalidad tiene su propia forma de mostrar sus emociones al ver los tulipanes" (Vera Ter Beest, Verita’s Visit)
Es la naturaleza quien manda y se encarga, a la postre, de la producción. Desde mediados de marzo hasta principios de mayo, los bulbos florecen por etapas, y no todos los campos lo hacen a la vez. Los narcisos, primero, pintan un precioso escenario de amarillo. Después aparecen los olorosos jacintos de color púrpura. Y, finalmente, surgen tulipanes y sus casi infinitas variedades cromáticas. Una explosión silenciosa, visual, que de repente, un día, desaparece. Es cuando los productores deben recolectarlos, ponerlos a la venta y dejar otra vez los campos desérticos esperando la próxima cosecha. Y vuelta a empezar.
Pero, mientras dura la floración, holandeses y turistas se montan en sus bicicletas y recorren los campos. Vera Ter Beest, guía turística responsable desde hace diez años de Verita’s Visit, empresa especializada en tours ciclistas entre tulipanes, ofrece una ruta privada desde Leiden hasta los campos de tulipanes cerca de Keukenhof, recorriendo también molinos y queserías. Toda una experiencia que atrae a visitantes de todo el mundo. “Me encanta, porque cada nacionalidad tiene su propia forma de mostrar sus emociones”, nos cuenta.
“Pero, al final, la reacción de todos al ver los campos por primera vez es preciosa. Las chispas en los ojos, su sonrisa… Inmediatamente corren hacia las flores para admirarlas de cerca, olerlas y tocarlas”. Eso sí: como advierte Vera, aunque los campos están abiertos hay que ser cuidadoso y no pisar la zona de labranza.
“Alguna vez hemos coincidido con un cultivador”, recuerda, “y muy amablemente nos ha explicado sus poderosas razones para pedir que nos mantengamos algo alejados mientras tomamos esas inolvidables fotos”.
A tu aire
Existe también la posibilidad de alquilar una bicicleta y recorrer estos paisajes por libre. Por ejemplo, cerca del Parque Keukenhof tienes varias empresas que alquilan bicis, y si quieres algunas recomendaciones puedes visitar la web Ámsterdam en Bicicleta para elegir la ruta que mejor se adapte a tus habilidades.
Allí, además, podrás seguir casi en directo el punto de floración de los campos de vuestra excursión. Una experiencia de belleza efímera, disfrutable sólo unas pocas semanas al año. Aunque depende de lo frío que haya sido el invierno, lo lógico es que si vienes a Países Bajos a mediados de abril puedas contemplar estos paisajes de ensueño. Anímate a hacerlo al menos una vez en la vida, porque merece la pena.