De Moscú a Vladivostok. Más de 9.000 kilómetros que se han convertido en leyenda, especialmente por ser la distancia que recorría (y sigue recorriendo) la línea férrea más larga y emblemática del mundo: el Transiberiano, que conecta la Rusia europea con las provincias del Lejano Oriente ruso, Mongolia, China y Corea del Norte. Y también, un trayecto que recorre la que puede presumir de ser la carrera ciclista más larga que existe, la Trans-Siberian Extreme de Red Bull.
Se trata de la tercera edición de la que, además de la más extensa, es quizá la carrera ciclista más exigente que existe. Durante tres largas semanas, los participantes se enfrentarán a condiciones no aptas para cualquier ciclista, por muy preparado que esté. De entrada, las propias distancias, con etapas de hasta 1.300 kilómetros. Y de salida, la propia ronda en sí, cuyos 9.283 kilómetros totales dejan a la altura del betún a los 3.500 del Tour de Francia o los 3.300 del Giro de Italia.
Entre los principales atractivos de la Trans-Siberian Extreme destaca el hecho de que es muy difícil establecer quiénes son los favoritos para alzarse con la victoria. Porque todo en esta carrera es tan impredecible que puede ocurrir prácticamente cualquier cosa. Factores como el clima, los posibles accidentes o las etapas nocturnas pueden alterar el resultado de cada etapa.
En la edición pasada, seis ciclistas partieron de Moscú para participar en solitario. Tres de ellos no superaron la quinta etapa, y los otros tres llegaron a las duodécima. Aunque ninguno consiguió acabar la carrera al completo, se acabó imponiendo el ciclista local Aleksej Shchebelin, toda una leyenda en su país. En 2015, dos ciclistas lograron completar los 9.283 kilómetros del recorrido. En la categoría dúo, los dos equipos consiguieron hacer el recorrido completo. Los alemanes Martin Temmen y Matthias Fischer se impusieron a los rusos Mikhail Manyakhin y Roman Markaryan.