“Cuando me retiré de los marines me puse gordo. Y me refiero a muy, muy gordo”. Así comienza el testimonio de Nick Kovacs, un exmarine de los Estados Unidos retirado cuya historia recoge la revista Bicycling, y que encarna a la perfección el poder que tiene una buena bicicleta a la hora de llevar una vida más sana.
“Estaba a punto de cumplir 60 años cuando me jubilé”, relata Kovacs. “Fui a hacerme un chequeo médico a Madison, Wisconsin y pesaba 164 kilos. “Mi médico fue tajante: pronto vas a tener 60 años. Sigue así y nunca llegarás a los 70”.
“Correr no era para mis rodillas, así que busqué una alternativa: ¿por qué no volver a montar en bici?”
El principal problema de Kovacs era la dieta. “Cuando era más joven me dedicaba al levantamiento de pesas, por lo que comía y comía para ganar volumen y fuerza. Esto significaba mucha carne roja, huevos, helados, proteína en polvo y todos los alimentos que pensaba que aumentarían la masa muscular. Bueno, tal vez el helado no forma parte de ello, pero me gustaba demasiado”, bromea.
Siguiendo las recomendaciones del médico, Kovacs comenzó a cuidarse. “Comencé a caminar, y después a correr. Reduje los dulces y los helados, y comencé a sentirme mejor”, recuerda. Pero lo que verdaderamente le cambió la vida fue la bicicleta. “Correr no era para mí ni para mis rodillas, así que busqué una forma alternativa de ejercicio. Siempre tuve una bicicleta e hice algunas rutas cuando era mucho más joven. ¿Por qué no empezar a montar de nuevo?”.
“Los primeros días fueron horribles. Me dolía todo”
Dicho y hecho. Kovacs se hizo con una bicicleta nueva. “Mi principal duda era si aguantaría mi peso o las ruedas se aplastarían en el mismo momento en que me subiese. Pero no fue así. Eso sí: los primeros días fueron horribles. Me dolía todo. Así que empecé por distancias muy cortas que poco a poco fui aumentando. De recorrer 5 millas (ocho kilómetros) aumenté a 10. Y de ahí, a 15 y luego a 20”.
Cuanto más pedaleaba, más ganas tenía de seguir haciéndolo. “Se convirtió en algo cotidiano. A fines del verano de 2017 había conseguido bajar de 164 a 135 kilos, algo que no había visto en mucho tiempo. Y de ahí, seguí mejorando”.
“Cuando volví al médico, la doctora casi se echa a llorar: he sumado 10 años a mi vida”
Esta primavera, Kovacs volvió a hacerse un chequeo. “Mi doctora casi se echa a llorar”, recuerda con orgullo. “Había bajado a 95 kilos. Me dijo que con toda seguridad he sumado 10 años a mi vida, y que ya no necesitaría medicamentos para la presión arterial o la diabetes. Incluso me preguntó si estaría dispuesto a ayudar a otras personas que estén en una situación similar”.
El beneficio no se ha traducido sólo en la sustancial pérdida de peso. “También me siento más fuerte que nunca y tengo mucha más energía. Quizá no sea el más rápido del mundo ni el que más lejos llegue sobre una bicicleta, pero mejoro con cada ruta que hago”, apunta Kovacs. “El ciclismo ha salvado mi vida”.