Monet, Signac o por supuesto el valenciano Joaquín Sorolla: son muchos los artistas en cuya obra ha estado presente el mar. Pero en pocos de una forma tan constante, casi obsesiva, como en los cuadros de Marta Bilecka, una pintora nacida en Lodz, en el centro de Polonia. Una bonita ciudad con una larga historia y abundante vida cultural, pero alejada del agua: aunque en polaco Lodz significa "barco", los ríos que la cruzan se esconden bajo la superficie y está rodeada de bosques, y no lagos o playas.
"Tal vez fuera el anhelo de agua lo que ha hecho del mar el tema principal de mi pintura", nos cuenta Marta desde su ciudad natal. "Empecé a dibujar paisajes de laberintos inundados, salté a los mares del norte y, después, llegaron las aguas cálidas del sur de Europa. Los temas evolucionaron de forma paralela a mi vida: siempre hago primero una composición, mientras que la paleta de colores surge con más espontaneidad. Mis colores favoritos recorren una gama de azules y turquesas, y es verdad que la bici está en mis paisajes. Simboliza el espacio, la libertad a orillas del mar, y combina bien con las posibilidades que nos ofrece la vida al otro lado del horizonte".
Señales de calma: Marta está inmersa ahora en dos series, Momentos perfectos y Universo azul, donde la quietud del agua transmite un estado de ánimo lleno de paz, equilibrio y positividad. Paisajes que cautivan por su composición armónica, alejados del bullicio y la cultura de masas. "El hombre presentado", cuenta Bilecka, "es un complemento a la reflexión sobre la existencia humana. Un añadido al paisaje. Y los perros que incorporo representan el amor incondicional".
La bici es, además de un elemento pictórico, el pasaporte para llegar a esos lugares de ensueño. "Busco sitios simbólicos", cuenta Marta, "y la bici me sirve para, de vacaciones, explorar y encontrarlos. Pero no pinto sólo paisajes reales, sino también los que nacen en mi imaginación. Mientras pinto me gusta escuchar audiolibros de fantasía, para sentir que la magia está siempre cerca de mí".
Naturaleza cambiante
En cambio, es más fácil encontrar una de sus obras colgando en la pared de algún lugar lejano. "Cuando centré mi obra en el agua", recuerda, "me pregunté quién podría recibirla mejor, y se me ocurrió que serían aquellas personas que tienen ese tipo de paisajes enfrente todos los días. Entonces se me ocurrió comercializar mis cuadros en el mercado del arte escandinavo, y desde 2014 me han comprado obras en Dinamarca (sobre todo desde la zona de Jutlandia), Suecia (Estocolmo, Gotemburgo, Kiruna o Kivik) y Noruega (principalmente, Oslo), aunque sigo colaborando con varias galerías polacas".
¿Y la bici? Además de en sus vacaciones, además de en sus cuadros… ¿Qué relación tiene Marta con ella? "Comencé a montar hace unos diez años", afirma, "y aunque no me considero una gran ciclista, es cierto que muchas veces el mejor momento del día es cuando salgo a pedalear sola, a mi ritmo. Tengo una ruta favorita que recorre las afueras de Lodz, y es entonces donde, cada estación, más disfruto observando la naturaleza cambiante".