Primero muralista, después aprendiz de Ismos y, como penúltimo puerto, pintor abstracto. Esa fue la trayectoria de Marc Figueras (Barcelona, 1981), hasta que se encontró “de golpe” con que así no podía expresarse y volvió a la figuración. Al realismo. A recorrer su ciudad a la búsqueda de cosas que llamaran su atención. "Al callejear", cuenta el artista, "vi que con la bicicleta lo tenía todo. Podía retratar a gente normal pero también recrearme en el hierro, los neumáticos, los reflejos o los cables de una bici".
A la caza de momentos
El proceso es siempre el mismo: Figueras sale de su casa en Gracia armado con una cámara réflex (unas veces Sony, otras Fuji, casi siempre Samsung) a la búsqueda y captura de momentos. "Pintar al natural es casi imposible", explica, "y la foto me asegura tener siempre fresco el modelo. Fotografío casi todo lo que veo, hago 500 ó 600 fotos en una mañana. Quizá no me sirva ninguna, pero quizá aproveche dos. Descarto, borro hasta encontrar algo…Y ese algo, muchas veces, es un ciclista".
Puntualizo: una ciclista. "Es verdad", reconoce. "He pintado chicos, pero las mujeres me llaman más la atención. Disfruto al pintarlas". No queda ahí la manía del pintor: deben ser mujeres de espaldas y casi siempre llenas de carnalidad. "Sí, algo de perversión debe haber en el asunto, porque hasta le han preguntado a mi esposa si no tiene celos. Es verdad que disfruto buscando la oscuridad tras el cuadro, que no quiero retratar una cara sino lo que esconde, porque así habrá una conclusión u otra dependiendo de quién lo mire. El arte no es lo que el artista dice, sino lo que siente el espectador".
El espía
Hay tanto de voyeur en su arte que, incluso, Figueras reconoce fotografiar a escondidas a sus modelos. "No encuadro mirando a través de la cámara, sino que la coloco con disimulo, escondiéndola. Son fotos espía porque eso es lo que busco: la normalidad, la frescura de la gente al no saber que está siendo retratada".
Y, claro, ¿por qué en una bicicleta? "Empecé pintando las de Bicing, pero pronto empecé a fijarme en otras máquinas. Hay muchas bicicletas por la calle, y todas tienen algo atractivo. Al final, a través de la pintura, también me he convertido en ciclista: tuve alguna de pequeño, después una BH de mi hermano, pero después me movía en moto. Fue al pintar bicis cuando volvieron a interesarme, y ahora uso una Dahon plegable".
Marcado por Waterhouse y Rembrandt, más admirador de Domenech i Muntaner que de Gaudí (aunque la Casa Batlló brille en alguna de sus obras), Figueras reconoce que pintar "es lo que ocupa más sitio en mi vida. Mi único hobby es el grabado, que también está relacionado con el arte, y mi trabajo formal son los marcos. Aunque lucho por vivir del arte, es difícil, y no me gusta hacer cuadros por encargo. No me satisface, no es personal. Prefiero pintar lo que me gusta y que alguien venga después a comprarlo".