Ha sido tierra de grandes campeones. De importantes carreras, excelentes cronistas y, sin duda, millones de practicantes y aficionados. Pero a diferencia de Francia, Italia, los Países Bajos o, recientemente, Gran Bretaña, España no ha sido tierra propicia a la literatura ciclista.
Pero, hace poco más de un lustro, algunos aficionados al “ciclismo de papel” se atrevieron a lanzarse al negocio editorial. “Siempre me han encantado la bicicleta y los libros”, explica Eneko Gárate, de Libros de Ruta, “pero me llamaba la atención la escasez de títulos en castellano. Para llenar ese vacío empezamos a editar y publicar traducciones, descubriendo además, en el camino, títulos nacionales que habían pasado desapercibidos”. La historia de La Biciteca, responsabilidad de Manu Iron, es similar, y también su sensación de que este género vive una buena época: “El sector está creciendo”, reconoce Iron, “porque la bici está de moda y, por extensión, también su literatura. Pero hay un cierto estancamiento y, para algunos, también algo de saturación. No nos engañemos: en España se lee poco, y libros sobre ciclismo aún menos”.
“La bici está de moda y, por extensión, también su literatura”
¿Cómo es el consumidor de estos libros? Según los expertos, un gran aficionado al ciclismo deportivo que devora todo lo que tenga que ver con sus carreras favoritas y la vida de sus ídolos. Algunos, incluso, van más allá: son coleccionistas, fetichistas que acumulan gorras, maillots, carteles y, por supuesto, libros. Pero hay más: “El auge del ciclismo urbano”, dice Gárate, “ha provocado que un amplio y joven público de ciudad se interese por la restauración de bicicletas, la estética vintage y, por extensión, mitos como Coppi o Merckx”. Pero, casi siempre, lo más vendido siguen siendo guías de viajes, manuales de entrenamiento o las peripecias de algún aventurero a pedales: “El Alpe d’Huez de Javier García Sánchez, los volúmenes de viajes de Salva Rodríguez o algunas biografías siempre se venden bien”, explica Iron, “pero afortunadamente se abren nuevos campos. Se publican grandes novelas de ficción, libros infantiles o novelas gráficas que, además de rejuvenecer al público, logran atraer a gente a la que no le interesa el ciclismo”.
Carácter extremo
Eso pasó con Plomo en los bolsillos, obra de Ander Izagirre que roza ya su décima edición y ha seducido a todo tipo de lectores. Publicado en 2003 como una recopilación de diez textos por el centenario del Tour, no fue hasta 2012 cuando, reeditado por Libros del K.O., se transformó en un éxito. Desde entonces no ha parado de crecer: Izagirre ha reescrito capítulos, añadido otros y hasta incorporado un pequeño cómic. “El ciclismo es un filón de grandes historias”, reconoce el escritor. “El Tour lo inventan los periodistas, y hay un material inmenso en hemerotecas, periódicos, libros y, claro, Internet. Podrías pasarte toda una vida escribiendo sobre ciclismo”. Pero es que, además de muchas historias, las hay muy buenas: “El ciclismo representa una enorme variedad de comportamientos humanos”, acepta Izagirre. “En él se reúnen tragedia y traiciones, trampas, épica, barbaridades, curiosidades históricas, aventura y exploración. Pero creo que lo que más fascina al lector medio es su carácter extremo: la muerte de Tom Simpson en la cuneta y en plena carrera, las traiciones entre compañeros… Hablar de ciclismo no supone ceñirse a gestas grandiosas, sino también a descensos al infierno como los de Pantani o Lance Armstrong”.
Fascinado por cómo el ciclismo refleja la sociedad de cada época, y usándolo como batidora para mezclar elementos históricos, sociales y hasta nacionales, el autor de Arriva Italia, Marcos Pereda, acaba de publicar Periquismo, donde Pedro Delgado es la excusa para radiografiar la España de los ochenta. “El ciclismo es uno de los deportes donde más se aprecia el bagaje histórico”, asegura.
“El ciclismo está lleno de aristas ocultas, y los mejores libros son los que tratan de arrojar luz sobre ellas”
¿Por qué, siendo tan literario, el ciclismo no ha sido tan visitado por los escritores como, por ejemplo, el boxeo? “Es cierto”, acepta Pereda, “aunque no me gusta nada el boxeo ha dado frutos literarios extraordinarios. Creo que es una cuestión de idiomas: en el mundo anglosajón escritores como Mailer y Hemingway no tenían pudor en utilizar el deporte para contar su historias, pero allí no gustaba el ciclismo. En cambio, en países como España, donde sí era muy popular, si escribías sobre deporte parecía que era porque no tenías capacidad para hablar sobre otra cosa”. También sobre las posibles afinidades entre ciclismo y boxeo reflexiona Gárate: “Secretos que se transmiten de entrenador a deportista, el encuentro entre el sabio y veterano campeón y el ambicioso aspirante… Boxeo y ciclismo son círculos cerrados, valores, ritos. En el fútbol, al final, todo se resume en si la pelota entra o no mientras cien cámaras lo reflejan todo. Pero en el ciclismo, en cambio, hay muchas cosas que no se ven. Está lleno de aristas ocultas, y los mejores libros son los que tratan de arrojar luz sobre ellas”.
El gran salto
Un tema de moda, una cantidad infinita de historias, secretos por revelar… ¿Es el ciclismo, entonces, la panacea para quien esté planeando escribir un libro? “Nos llegan muchas propuestas”, reconoce Gárate, “pero a casi todas les falta dar un salto de calidad. Y no, no es rentable ser un escritor de ciclismo. Los que lo intentan no pretenden hacerse ricos sino satisfacer una pasión”. “Es cierto”, corrobora Izagirre, “pero es algo que pasa con cualquier otro género: escribir en España no es negocio. Salvo que hables de grandes escándalos o escribas una biografía muy ambiciosa y comercial, te pasará con cualquier libro”. Pereda, por último, busca motivos para el optimismo: “Al menos hay editoriales especializadas donde escucharán tu propuesta, lo que no siempre es habitual. Pero es verdad que es complicado: si vas a una editorial generalista con algo relacionado con bicicletas, lo verán como puro deporte y lo descartarán. Lo que no es descabellado, en cambio, es pensar en mercados como el mexicano o, sobre todo, el colombiano, con un potencial histórico-ciclista brutal. Aunque, a nivel editorial España y Latinoamérica parecen darse la espalda, es posible tender puentes y, gracias a Internet, dar el salto será más factible”.
Maillots blanco y negro
Son pocos los que conocen el nombre de Roger Walkowiak, un gris corredor francés sin apenas victorias en sus nueve temporadas como profesional. Sin embargo, en el Tour de 1956 los astros se aliaron con él: las retiradas, la ausencia de algunos favoritos y una escapada que parecía intrascendente le llevaron a coronarse en los Campos Elíseos. Sin embargo, algo falló, y hasta se acuñó una expresión (‘un Tour à la Walko’) para explicar la victoria en una carrera de un corredor secundario. “Sin duda alguna merecería una novela”, exclama Izagirre. “Era un gregario de tercera fila, y fue destrozado por imponerse en el Tour: minimizaron su victoria, le ridiculizaron por ella y sufrió tanto que, al retirarse, afirmó desear no haber ganado. Que un deportista consiga el mayor éxito en su especialidad y que le traiga tanta amargura, que se convierta en una maldición, sólo pasa en el ciclismo”. “Los desconocidos, los últimos, los que engañaban a los jueces con el fuera de control son los que más merecen un libro”, coincide Pereda. “Pero, en el otro extremo, también Eddy Merckx. No por su carrera, sin sentido trágico porque lo ganaba todo, pero sí porque explica muy bien lo que es Bélgica, sus diferencias locales, sus divisiones y particularidades históricas, y eso es algo que me gusta mucho”.
Libros imprescindibles
La lista es larga, variable y, como toda selección, injusta. Sin embargo, es cierto que casi cualquier encuestado coincide en una serie de lecturas de cabecera para cualquier aficionado al ciclismo: El ciclista de Tim Krabbé, Una dura carrera de Paul Kimmage y* Los forzados de la carretera,* de Albert Londres, son las novelas que Eneko Gárate se llevaría al fin del mundo. Manu Iron cita un clásico español,* Mi querida bicicleta* de Miguel Delibes, el divertídisimo ¡Bici! ¡Toro! de Édouard de Perrodil y la fascinante novela gráfica Las leyendas del Tour de Francia, de Jan Cleijne. “Leer literatura ciclista es también pedalear”, asegura el propio Iron: “La afición a la bici no se acaba cuando llegas a tu casa, sino que a muchos nos gusta seguir indagando en el tema”.
*Este reportaje forma parte de Ciclosfera #22. Lee el número completo aquí. *