Empezó a competir como ciclista en 1974, con más de 30 años. ¿Por qué tan tarde?
Recuerdo que, desde niño, quise hacerlo, para imitar a los ciclistas holandeses que empezaban a despuntar en el Tour. Pero, supongo, no lo deseaba con la fuerza suficiente, o mi familia o mi entorno me estimularon lo suficiente. Al final, una serie de casualidades me llevaron a hacerlo, y me di cuenta de que, aunque no iba a ser un gran campeón, sí podría defenderme bien en el pelotón y hasta ganar alguna carrera no demasiado exigente.
Sí despuntó, en cambió como novelista.
Estudié psicología por hacer algo pero, además de ciclista, siempre quise ser escritor, y al menos eso sí pude conseguirlo. Terminé mi primera novela con sólo 19 años y se la envié a varias editoriales: fueron educados, elegantes, pero no me la publicaron. Lo mismo me pasó a los 21, con la segunda, pero no me rendí y finalmente, a los 23, conseguí que me publicasen la tercera. Mientras, escribía artículos, columnas… Lo que fuese. Nunca he tenido un trabajo regular, con un horario determinado, y siempre he logrado vivir de lo que escribía.
¿Es más difícil ser ciclista que escritor?
No lo sé… Son cosas absolutamente distintas. Supongo que es más fácil ser ciclista porque, básicamente, sólo necesitas sufrir, mientras que para escribir tienes que tener muchas cosas más.
“Todo escritor busca cosas extraordinarias a su alrededor”
¿Por qué escribió ‘El ciclista’, y qué recuerda de esa época?
Todo escritor busca cosas extraordinarias a su alrededor, y yo conocía un mundo muy extraño, el de las carreras ciclistas, por lo que decidí empezar a escribir sobre ello. No recuerdo en qué momento empecé, pero sí que debía narrar una carrera en concreto, centrarme en algo muy determinado.
En ‘El ciclista’ destaca la sensación de soledad, casi de desamparo, que vive un ciclista durante una carrera. ¿No es algo parecido a enfrentarse a una página en blanco al escribir una novela?
Puede ser… Yo uno las dos cosas: escribo sobre mi bicicleta, porque siempre he llevado una grabadora conmigo para conservar lo que se me ocurre. Sentado en mi escritorio no me surgen tantas cosas: al estar fuera, pedaleando, las ideas fluyen en tu cabeza, supone ejercitar, también, tu cerebro. Pero corres el peligro de olvidarlo después de todo: por eso empecé a salir con la grabadora, y desde entonces vuelvo, de cada paseo, con 3 ó 4 ideas nuevas, muchas de las cuales han terminado después en mis libros.
Aunque El ciclista le ha hecho conocido entre los aficionados a la bicicleta, imagino que no es el libro que más dinero le ha dado.
No… Con lo que más he ganado ha sido, sobre todo, con las adaptaciones al cine de algunas novelas. Hay algunas buenas y otras malas… Por ejemplo, de Spoorloos hicieron una buena película holandesa, pero años después me pagaron un montón de dinero para hacer una auténtica mierda en Hollywood (The Vanishing). Hay un refrán holandés que dice “se me caían las lágrimas mientras llevaba al banco un montón de dinero”, así que tampoco voy a quejarme.
¿Qué siente al pedalear?
No me interesa demasiado convertir en palabras, o pensar en términos tan abstractos, las cosas que me gustan. Montar en bicicleta es como un juego, es excitante, es interesante… Me permite respirar aire fresco, y me gusta mucho tanto pasear como entrenar o, finalmente, competir, algo que es enormemente excitante.
Es usted muy competitivo, porque también ha jugado al ajedrez de forma profesional.
Efectivamente y, también al fútbol. Cuando era joven también jugaba mucho al tenis. Pero, profesionalmente, sólo ciclismo, ajedrez y fútbol.
¿Son parecidos el ciclismo y el ajedrez?
Por supuesto. Además de pedalear tienes que hacer cálculos, establecer estrategias, medir a tus rivales y, finalmente, engañarlos. Pero, insisto, no me interesa demasiado intentar racionalizar cosas que me apasionan.
“El ciclismo actual no es tan bonito como el de hace 50 años”
¿Qué le parece el ciclismo actual?
No es tan bonito como el de hace 50 años, sobre todo, porque se ha vuelto demasiado masivo. Me gustan las clásicas, sobre todo las cinco grandes, los monumentos: la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la París-Roubaix, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardía. También me gustan el Giro y la Vuelta, pero no tanto el Tour: es tan grande, tan comercial, que se ha convertido en una caricatura.
¿Por qué se ha vuelto a poner de moda el ciclismo?
No lo sé, pero desde luego está pasando: en Holanda te cruzas con ciclistas por todas partes, pero pasa lo mismo en las carreteras de casi todos los países de nuestro entorno. Te hace sentirte bien, ves paisajes bonitos y tiene algo curioso: estás sufriendo casi todo el rato, pero tu cuerpo experimenta sensaciones maravillosas.
¿Cuántas bicicletas tiene?
Dos de carreras, en perfecto estado, maravillosas. Una de campo, porque me encanta salir al campo sobre todo en invierno. Una de ciudad, que aparco en cualquier lado y uso mucho, y otra que cuido más. En total, no sé… Cinco o seis.
¿A qué se dedica, ahora mismo?
Estoy divorciado, trabajo mucho y monto mucho en bicicleta. Tengo un hijo que vive en Tokio, ha tenido gemelas hace un año, así que siempre que puedo viajo a Japón a ver a mis nietas. Y estoy inmerso en un proyecto muy largo, un libro de 600 ó 700 páginas, el más largo que nunca haya escrito. No me extrañaría que me robe todavía mucho más tiempo, así que mi principal obsesión es terminarlo antes de cumplir los 80 años.
*Este reportaje forma parte de Ciclosfera #22. Lee el número completo aquí. *