La conversación transcurre en su casa, un precioso piso en el centro de Madrid. Rodeados de libros e instrumentos de música, Christina Rosenvinge te hace sentir a gusto: con un té y una preciosa luz invernal, la cantautora repasa ocho años peleando por una sociedad más ciclista.
¿Cuál fue tu primera bicicleta?
Una BH azul que me regalaron a los ocho años. Vivíamos en una zona poco urbanizada y era maravilloso: salíamos cada día diez niños a pedalear. Hasta que me la robaron y perdí el hábito: ya sólo montaba de vacaciones o cuando iba a Dinamarca con mi familia.
¿En qué consiste ese activismo?
En un evento de la embajada danesa conocí a gente de ConBici, me reencontré con una amiga arquitecta y urbanista y, entre todos, comentamos que en la remodelación de la Castellana no habían planificado un carril bici. Vimos la distancia entre las asociaciones y el ayuntamiento, y que Belén Moneo y yo podíamos ejercer ahí un papel.
“Implicar a famosos en una buena causa es contraproducente, porque la trivializa y la manda a las páginas del Hola, pero vi que podía servir”
¿Como famosa?
Implicar a famosos en una buena causa es contraproducente, porque la trivializa y la manda a las páginas del Hola, pero vi que podía servir para algo. La fama, una cosa muy tonta, un efecto secundario de un trabajo, te convierte en el bufón de palacio: puedes ir a la cocina o a la habitación del rey que siempre haces gracia y te tratan bien. Así que logramos reunirnos con el concejal de movilidad, y vimos que estaban muy preocupados por la contaminación pero ni se habían planteado promover la bici. No veían a sus votantes, en este caso del PP, en una, sino cosas complicadísimas como los coches eléctricos.
Influídos por la industria del automóvil, supongo…
Sí, y por algo que no se dice nunca pero subyace por debajo: los grandes presupuestos que mueve, por ejemplo, el transporte público. En cambio, si vas en bici tienes total libertad y tu dinero no va a los mismos sitios de siempre.
¿Es bueno que la bici esté de moda?
Me da igual que vayas en bici por ser cool, por estar en forma, porque así el mundo estará más limpio o porque un coche es un gasto increíble: una ciudad con bicis es infinitamente más habitable y amable. La locura es lo contrario, que el 70% de la ciudad sea para los coches.
“En ocho años montando por Madrid no he tenido ningún problema grave”
Llevas ocho años montando en Madrid. ¿Algún problema?
Ninguno grave. Soy muy cauta y, aunque no haya mucho hábito, la aceptación ha crecido. Hace años llevaba a mi hijo a la guardería en bici y me gritaban, desde los coches, que iba a matar al niño y que era una irresponsable. Creían que ibas sentado en un juguete, que no eras un vehículo, pero ahora te respetan: te adelantan muy cerca pero ya no te pitan indignados si subes despacio una cuesta. En el fondo lo único que falta es educación vial, una asignatura escolar que te enseñe a moverte en sociedad y que la ciudad es de los peatones, porque esa es la mejor forma de moverse, y después de los ciclistas y el transporte público. Lo que hay que sacar de las ciudades es el vehículo privado. Te lo digo yo, que tengo coche, pero que no lo uso en semanas.
¿Y lo del casco obligatorio?
¿Por qué se le ha metido a María Seguí eso en la cabeza? Creo que hizo una tesis en la universidad y llegó a unas conclusiones que los estudios han demostrado que son erróneas. El casco no te salva la vida si un animal te embiste por detrás. Y, si usarlo salvara dos vidas al año, sería una cifra mínima comparada con las que salvarías fomentando la bici y evitando contaminación o sedentarismo. Hay mil medidas que tomar antes que el casco, que disuadirá a muchos porque es un engorro.
¿Cómo te sientes en bici?
Espectacular. No es sólo el aire fresco o que te despeje la cabeza, es que no soy nada deportista pero me siento en forma. Y bueno, con casi 50 años me veo bien, contenta.
Para terminar, ¿cómo vives la crisis?
Formo parte de la masa y veo que la economía y la política se han puesto al servicio de la propia economía, no de las personas. Veo que la educación y la sanidad pública están en peligro, que en la nevera de mucha gente cada vez entra menos comida y que nuestros hijos tendrán difícil poder trabajar. Y veo que esa especie de feliz despreocupación en la que vivíamos no volverá jamás. Eso es lo único bueno de la crisis: la toma de conciencia tan dura y traumática que vivimos provocará una metamorfosis radical. De los jóvenes surgirá otro sistema, otra forma de pensar, entre otras cosas porque ellos son los más perjudicados por todo lo que está pasando.
- AMOR POR LA EDUCACIÓN Y EL CIVISMO
Nadie lo diría porque sigue tan guapa, irresistible y encantadora como siempre, pero Rosenvinge ha cumplido ya 49 años. Acaba de grabar un disco que sorprenderá a muchos, tiene la cabeza llena de proyectos y, además, una casa con dos hijos, pero reserva toda una mañana para hablar con Ciclosfera y posar para Rubén Vega, nuestro fotógrafo habitual. Culta (siempre elige la palabra precisa) y acogedora, Rosenvinge parece llevar en su sangre danesa el amor a la bicicleta, pero también a todo lo que tenga que ver con la buena educación y el civismo.