Su crecimiento, eso sí, no podía pasar desapercibido a los oportunistas. Donde antes florecían agencias inmobiliarias hoy nacen tiendas ciclistas. Los que diseñaban campos de golf ahora afirman sin pudor que hace falta más carril bici. Pero se equivocan porque, por su propia esencia, el ciclismo urbano no es una máquina de hacer dinero.
Antiguos conceptos como ahorro y eficiencia están más presentes en su ADN que “lo cool” y “lo hipster”. El ciclismo urbano es generoso con sus usuarios, con las ciudades que lo fomentan y con los que de verdad le apoyan, pero no tanto con los zalameros que sólo se arriman a él para sacar beneficio. Apostad y luchad por mí con las piernas, el corazón y el cerebro, les dice, y guardaros la chequera.