El lema lo teníamos claro desde el día en que Ciclosfera nació, hace ya casi seis años: “más bicis, mejores ciudades”. Y, sin embargo, siempre supimos que mejorar las urbes en las que vivimos pasa, además de por una mayor presencia de bicicletas en las calles, por una reducción drástica del número de vehículos a motor ocupando el espacio público. Y, desde luego, por la recuperación de ese mismo espacio público por parte de los peatones, porque más allá de automovilistas, motoristas o ciclistas, absolutamente cualquier ciudadano tiene el derecho de hacer suya la ciudad… andando.
Un cambio profundo… y urgente
“Si viniera un marciano y aterrizara en cualquier ciudad”, reflexiona Javier Crespo, la tienda bilbaína Urban Bike, “seguro que se preguntaría qué son todas esas enormes estructuras de metal que ocupan el espacio donde deberían jugar los niños”. No le falta razón: nos hemos acostumbrado a la omnipresencia de un vehículo de más de una tonelada que, además de pasar el 95% de su vida útil detenido, casi siempre lo hace en plena vía pública. Un invento que provoca 10.000 atropellos anuales sólo en las ciudades de España. Y una máquina de extremada eficacia a la hora de contaminar el aire que todos, seamos conductores o no, respiramos.
Varias ciudades del mundo parecen tomar buena nota: es urgente realizar un cambio profundo en la organización del espacio público, para revertir la situación actual. Los ejemplos se suceden. De París, donde se prohibirá la circulación a los coches diesel en 2020, a las superislas de Barcelona. De Oslo, donde a partir de 2019 se cerrará el centro al vehículo privado, a las Áreas de Prioridad Residencial de Madrid. Del Green Network de Hamburgo, proyecto que apuesta por potenciar el transporte público, las zonas verdes y el ciclismo urbano de cara a 2034, a la revolución de Pontevedra y su centro peatonalizado. Tras un siglo XX dominado por el coche, cada vez más voces del s.XXI reclamamos un cambio de paradigma, para recuperar el terreno perdido.
Redistribución y mejora
“Desde Europa se están marcando unas directrices que señalan a la movilidad urbana como herramienta para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y combatir el cambio climático”, explica Jon Aguirre, del estudio de arquitectura y urbanismo Paisaje Transversal. “Eso supone que la presencia del automóvil en las ciudades tiene que reducirse, y que debe fomentarse el tránsito peatonal y otros modos de transporte más sostenibles, como la bicicleta o el transporte público y colectivo”.
En su opinión, “no se trata sólo de reducir y racionalizar la presencia del coche, sino de generar una redistribución y mejora del espacio público entre los distintos modos de movilidad. Actualmente, el espacio destinado al coche en nuestras ciudades ocupa el 70% del espacio público. Es necesario impulsar medidas de mejora ambiental y renaturalización urbana. Es urgente que las ciudades sean espacios más saludables y amables para sus habitantes”.
La importancia de la cercanía
Para Pilar Vega, especialista en urbanismo de Ecologistas en Ación, es obligatorio cambiar “el modelo de ordenación urbana”. En su opinión, “debemos crear cercanía entre el origen y destino de los viajes, de modo que podamos ir caminando o en bicicleta en nuestra vida diaria. Para lograrlo hay que gestionar la ciudad de otro modo, creando barrios donde podamos satisfacer todas nuestras necesidades en un radio de unos 250 metros en torno a nuestra vivienda. Que los colegios se encuentren al alcance de los niños andando o en bicicleta, que la compra pueda hacerse cerca de casa, que vivamos rodeados de pequeños parques y plazas”, apunta.
Un camino, evidentemente, complejo. “Hay dos tipos de políticos”, asegura Pilar Vega, “los que quieren cambiar cosas, pero que no resisten la presión de la crítica y la oposición, y los que no quieren cambiar nada. Para resolverlo debemos potenciar un cambio en la cultura de la movilidad, en el que se impliquen todos los ámbitos de la sociedad, la economía, la educación o los medios de comunicación”. ¿Qué papel juega el todopoderoso lobby del automóvil en esa resistencia al cambio? “En realidad”, desvela Vega, “el lobby del automóvil ha creado una vía de aparente sostenibilidad: los coches híbridos o eléctricos. Hacer que todo siga avanzando pero que no cambie nada. ¿El objetivo? El de siempre, vender más y más coches, más allá de la tecnología que encierren en sus motores”.
La bici, protagonista
Pero con coches, por muy eléctricos que sean, no se cambiarán las cosas. Para Nacho Tomás, secretario técnico de la Red de Ciudades por la Bicicleta, los pedales han de jugar un papel fundamental en este cambio. “La bici es vital para dibujar un nuevo mapa de movilidad urbana”, apunta. “Nos permitirá reducir la contaminación atmosférica y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, reducir las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes y avanzar en la consecución de los objetivos en la lucha contra el cambio climático. Al mismo tiempo, mejorará el ahorro y diversificará las fuentes energéticas en el transporte, con la consiguiente reducción de la dependencia energética del petróleo. Las ciudades del mañana están en camino, y la bicicleta será clave en ellas”.
La fisionomía de esas ciudades futuras se debatirá en el próximo Foro Urbano Mundial, que tendrá lugar en la capital de Malasia, Kuala Lumpur, del 7 al 13 de febrero de 2018. Su lema será ‘Ciudades 2030, ciudades para todos’, y su objetivo trabajar en una urbanización sostenible y pensada para las personas, ahondando en la cooperación entre las distintas urbes del mundo que desarrollan iniciativas en este sentido.
En España, la puesta en marcha de proyectos centrados en el peatón y el ciclista avanza a buen ritmo, aunque con importantes diferencias entre unas urbes y otras. Madrid, lastrada por un considerable retraso en sus políticas de movilidad sostenible, quiere ponerse al día con proyectos como el Plan A, que incluye intervenciones en arterias tan icónicas como la Gran Vía, donde el peatón y la bicicleta ganarán espacio en detrimento de los coches. En un panorama más general, queda la sensación de que en el extranjero se es más “verde” y eficiente, pero conviene recordar que en nuestro país se han llevado a cabo actuaciones que han despertado elogios desde otros lugares del mundo.
“España ha sido el país con más Buenas Prácticas URBACT -programa europeo dirigido a impulsar el DUS en los municipios- de Europa”, recuerda Jon Aguirre. “Cabe destacar Pontevedra y la peatonalización de su centro, el trabajo que se realiza desde hace años en ciudades como Donostia y Vitoria-Gasteiz, los últimos logros de Valencia, el sistema de bicicleta pública de Sevilla, las Supermanzanas de Barcelona o las Áreas de Prioridad Residencial (APR) de Madrid. Además, hay otros muchos municipios que están haciendo cosas interesantes, como Zaragoza, Olot, Gavà, Torrelodones, Pinto, Málaga, Bilbao, Gijón…” Nada que envidiar, pues, pero (aún) mucho por hacer.