¿Cuáles son tus primeros recuerdos ciclistas?
Usaba una BMX para jugar con mis amigos en el pueblo. Fue el padre de una amiga quien me enseñó a montar.
¿Desde cuándo vives en Ámsterdam?
En 1998 me vine con 26 años para trabajar en Yamaha Motors. Recuerdo haber venido desde Inglaterra en mi coche, y me movía conduciendo o en alguna de las motos que nos facilitaba la empresa. Cuando me mudé de Amstelveen a Ámsterdam empecé a usar la bici los fines de semana, para salir de excursión y, por fin y cuando me trasladé al barrio del Jordaan, compré mi primera omafiets y empecé a disfrutar pedaleando de la cultura holandesa en profundidad.
¿Cómo supiste que tenías ELA?
Un día me caí de pronto mientras cruzaba una calle, y supe que tenía el equilibrio afectado a causa de la enfermedad. Tuve que dejar la bici y empezar a desplazarme andando, pero cuando me mudé de nuevo, esta vez a mi barrio actual, Oostedelijk Eilanden, conseguí mi triciclo y decidí volver a pedalear. Espero que durante mucho tiempo… ¡Aunque sé que en cualquier momento puede que me lo roben!
¿Cómo es tu experiencia con el triciclo?
Es curioso: se lo he dejado a varios amigos holandeses, y son incapaces de usarlo. Pero para mí no fue nada difícil: creo que tengo un cerebro que se adapta muy bien a las cosas con ruedas, aunque es verdad que exige cierta adaptación. La rueda delantera, por ejemplo, hace que cambie mucho la dirección con sólo girar un poquito, y por eso me choqué un par de veces. Además, al girar, debes hacerlo en ángulo recto, para evitar volcar. Una vez que dominas un par de cosas, ¡es pan comido!
¿Qué es lo que más disfrutas cuando te mueves en bici?
La libertad, porque ya no puedo andar bien y así puedo moverme por cualquier parte. No puedo salir yo solo de la ciudad porque me resulta muy cansado, pero existe un servicio de taxi especial público que, por 14 euros al mes, viene a buscarme y nos transporta a mí y a mi triciclo. También hay un servicio de reparaciones que viene a ajustarme lo que haga falta en mi domicilio.