Nadie esperaba reunir el 20 de mayo de 2012 a más de 2.000 personas en el primer Bicycle Parade de Moscú, pero fueron 8.000 los ciclistas presentes. La cifra se multiplicó cada año hasta alcanzar los 42.000 asistentes en 2016, que se transformaron en 60.000 en el Bicycle Parade de hace un mes. Sí, 60.000 moscovitas desfilando con sus monturas por el centro de la ciudad. Una fiesta del ciclismo. Una declaración de intenciones. Una prueba de que la bicicleta reclama su espacio en Moscú.
Por otra ciudad
Mi vida cambió en 2010, cuando aterricé en Buenos Aires para vivir tres meses allí. Me gustaron muchas cosas pero, sobre todo, me impresionó ver cómo una ciudad puede transformarse y hacerse más ciclista. Cuando regresé a Moscú tardé cuatro horas en ir, en coche, del aeropuerto a mi casa. Fue una señal. La prueba definitiva. Era periodista y trabajaba en el sector de la publicidad, y decidí que tenía que hacer algo para cambiar también mi ciudad. Así que cogí una de mis bicicletas y, con un amigo, pedaleamos desde San Petersburgo a Lisboa. Rodamos una película sobre nuestra experiencia, la proyectamos en Moscú y otras 100 ciudades rusas y, bajo el lema Let’s bike it!, intentamos que otros muchos introdujeran la bici en su vida.
Siete años después, seguimos peleando por hacer de Moscú y Rusia un lugar más ciclista. Organizamos concursos artísticos en torno a la bicicleta. Hacemos cuatro paseos al año, los Bicycle Parade, en Moscú, y colaboramos para que otros se celebren en más lugares del país. Celebramos un día llamado Al trabajo en bici, al que se han sumado más de 100 empresas en Moscú y más de 70 ciudades de toda Rusia. Y, en primavera, reunimos a decenas de expertos internacionales en el Congreso Internacional de Ciclismo de Moscú.
Pero, sobre todo, somos testigos y actores de algo: mientras pedaleamos Moscú nos cruzamos, a diario, con cada vez más ciclistas. Como todo el mundo sabe, no es un lugar sencillo: con más de 12 millones de habitantes es , con permiso de Estambul, la ciudad más poblada de Europa. Tiene tres aeropuertos internacionales, nueve estaciones de tren, casi 200 paradas de metro. Y, sobre todo, la recorren mastodónticas autopistas en las que millones de coches quedan atrapados en interminables atascos, o circulan a toda velocidad.
No hay término medio en Moscú, pero nuestro propósito es humanizarla. El nombramiento como alcalde de Serguéi Sobianin en 2010 ha ayudado: una parte del centro fue peatonalizada y, en mayo de 2013, nació Velobike, un sistema de bicicleta compartida con más de 3.500 máquinas repartidas por 380 estaciones. El primer año hicieron 300.000 trayectos pero, en 2016, la cifra ascendió a casi 2 millones de viajes. Permanece, eso sí, la escasa infraestructura (aunque el gobierno local habla de 200 kilómetros de carril bici casi todos están en parques), los peligrosos túneles, los pasos elevados por los que hay que cruzar con la bicicleta al hombro, los coches a 80 kilómetros por hora que no son multados y los prejuicios que siguen viendo a la bicicleta como un vehículo para pobres y hippies, una herramienta exclusivamente deportiva o, cómo no, un medio de transporte incompatible con el frío invernal.
Una tendencia mundial
Pero no es así. Todo tipo de moscovitas se están subiendo a la bici: gente, sobre todo, en torno a los 30 años, profesionales hartos de perder el tiempo en atascos o de amontonarse en un transporte público muchas veces saturado. Gente que, casi siempre, trabaja o estudia en el centro pero vive en las afueras, y que cada vez ve más viable recorrer unos 10 kilómetros pedaleando para llegar de mejor humor. Personas que empiezan a explorar la intermodalidad con el tren, que llenan los escasos aparcabicis con sus máquinas y que comprueban que también con frío la bicicleta es saludable, divertida y práctica. La última edición invernal del Bicycle Parade fue portada en muchos medios: miles de personas demostraron que, incluso con 28 grados bajo cero, se puede pedalear. La bicicleta es una tendencia mundial, y los moscovitas no queremos quedarnos fuera.
En la calle se ven bicicletas nuevas y restauradas, caros modelos extranjeros y baratas máquinas rusas, fixies o, sobre todo, muchas bicis de montaña. En el poder hay políticos como Nikolay Asaul, viceministro de transporte ruso, que apuestan por la bicicleta. En revistas y canales de televisión salen famosos, como el modelo y actor Vlad Lisovets, declarándose biciactivistas. Una corriente de simpatía general lleva a que cada vez más cafeterías y cines, restaurantes, tiendas o peluquerías hagan descuentos a los que vayan en bici. Hay otras ciudades, como la célebre San Petersburgo o la desconocida Almétievsk (donde el alcalde decidió que sus casi 200.000 habitantes deberían moverse en bicicleta, para lo que ha construido una notable infraestructura ciclista con la colaboración de Mikael Colville-Andersen), que ejemplifican que las cosas pueden cambiarse.
Aquí nos tienes, pedaleando. Esperándote en los rincones de una maravillosa ciudad que, sobre una bicicleta, es aún mucho mejor. Aprovecha el buen tiempo y descubre, con nosotros, el camino que une el parque Gorki con el Parque de Arte Muzeon o el espectacular Krymskaya Embankment, donde un enorme y gris aparcamiento para coches dio paso a un aclamado paseo junto al río Moscova, donde ahora abundan árboles, tumbonas y, por supuesto… ciclistas.
*Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #21. Puedes leerlo completo en este enlace. O si te has perdido alguno de los números anteriores, encuéntralos todos aquí. *