El caso de Buenos Aires es emblemático. Durante más de una década, la capital argentina construyó una red de ciclovías que transformó el paisaje urbano, posicionándose como un referente regional de movilidad sostenible. Sin embargo, la actual administración, encabezada por Jorge Macri, ha iniciado el desmantelamiento de partes clave de esta infraestructura. Se estima que hasta cinco kilómetros de ciclovías podrían ser eliminados bajo argumentos que, según los expertos, carecen de fundamentos técnicos y responden más a intereses políticos y corporativos que a necesidades reales de la ciudad.
En Salta, al norte del país, la situación no es muy diferente. Dos días después de asumir el cargo, el intendente local ordenó la remoción de tres kilómetros y medio de ciclovías unidireccionales sin estudios sólidos ni consulta ciudadana. Este acto, percibido como un capricho político, no solo pone en riesgo la movilidad sostenible en la región, sino que representa un desperdicio de recursos invertidos en infraestructura pública durante años anteriores.
Los activistas coinciden en que estas decisiones forman parte de un clima político más amplio que prioriza el uso del automóvil y desestima las políticas de sostenibilidad. La bicicleta, que había comenzado a consolidarse como un medio de transporte eficiente, limpio y accesible, se ve ahora relegada a un segundo plano. Esto ocurre en un momento crítico, cuando el transporte público es cada vez más caro y la inflación golpea los bolsillos de los ciudadanos, llevando a muchos a optar por la bicicleta como alternativa económica.
Los activistas coinciden en que estas decisiones forman parte de un clima político más amplio que prioriza el uso del automóvil y desestima las políticas de sostenibilidad.
A pesar de la adversidad, la movilización social ha sido notable. En Buenos Aires, cientos de ciclistas organizaron un “abrazo a las ciclovías” como muestra de resistencia, mientras que en Salta, las organizaciones locales no han cesado de alzar su voz. Sin embargo, los desafíos son enormes: desde la falta de apoyo mediático hasta la indiferencia de los responsables políticos. Además, se teme que estas políticas regresivas se repliquen en otras ciudades del país.
Para los expertos, la eliminación de ciclovías no solo afecta a los ciclistas, sino que representa un retroceso en términos de urbanismo, seguridad vial y calidad de vida. “Es paradójico que en un contexto global donde las ciudades apuestan por la movilidad sostenible, en Argentina se retroceda en esta agenda”, señala Lebedinsky. La bicicleta, más que un símbolo político, es una herramienta para construir ciudades más humanas, inclusivas y respetuosas con el medio ambiente.
En este escenario, los activistas llaman a la acción colectiva y a la reflexión sobre la importancia de las ciclovías como parte esencial del tejido urbano. Mientras tanto, queda en manos de la ciudadanía y las organizaciones civiles la tarea de seguir pedaleando hacia un futuro más sostenible y equitativo.