Cultura ciclista

¡A jirones! Entrevistamos al pintor Miguel Soro

Alegría y sufrimiento. Victoria y decepción. Compañerismo, ambición, fatiga, entusiasmo y, por qué no, también dolor. Sentimientos que llenan y dan significado a los momentos más épicos del ciclismo, y que un artista es capaz de atrapar en un lienzo en forma de collage. Arte hecho a jirones. Como quien se rasga la camisa llevado por la rabia o la felicidad. Los cuadros de Miguel Soro no se miran: se sienten.

Si hay bicis, está Miguel Soro. No importa si hablamos de la feria Festibike, el hotel Cap Negret de Altea o una larga lista de eventos, homenajes o carreras donde se respire ciclismo. “Si me invitan y puedo”, contesta con naturalidad Miguel Soro, “me apunto”.

Transmitir sentimientos usando el arte como única herramienta no es sencillo. Lograr que un lienzo atraviese al espectador está al alcance de pocos. Pero, ¿qué tienen en común quienes lo consiguen? Nadie tiene la respuesta, pero nos arriesgamos a contestar: quizá sea porque han vivido lo que intentan transmitir. Y, en el caso del ciclismo, Soro es uno de ellos.

Miguel Soro (Xàtiva, 1976), compitió como profesional en Italia, España o Portugal. Durante años conoció el abanico de sensaciones que acompañan al ciclismo. Entre los momentos álgidos, el Mundial Juvenil de Ecuador de 1994, donde formó parte del equipo español que arrasó en la prueba de fondo en carretera. “Transmito algo que he sentido”, cuenta, “porque he pasado por esos momentos. He ganado alguna vez y perdido muchas, me he caído y sé lo que se sufre y se disfruta. Intento comunicar algo por lo que ya he pasado”.

Y sí, lo consigue. Tanto que puede presumir de vivir de sus cuadros, que alcanzan precios en torno a los cinco mil euros y cuelgan de las paredes de las casas de Gimondi o Pogacar. “Cada vez que pinto un cuadro de Gimondi”, sonríe, “su hija me lo compra. Ya tiene varios”.

Leyendas colgadas

Sus lienzos reúnen a muchos de los grandes nombres de la historia. Miguel Indurain, Luis Ocaña, Bernard Hinault, Nairo Quintana, Perico Delgado, Primo Roglic, Fausto Coppi, Gino Bartali, José Manuel Fuente, Alejandro Valverde, Eddy Merckx... Cuando paseas frente a sus cuadros, no hace falta mirar el cartel que acompaña a cada uno para saber de quién se trata. Incluso sin ser un gran aficionado puedes recitar sus nombres. Y hasta recordar aquella hazaña, aquel día memorable, que Soro intenta inmortalizar.

“Mi intención no es retratar a un ciclista, sino captar un momento clave de este deporte”, nos explica. Y el resultado, reunido en una exposición, sobrecoge. Igual que los niños coleccionan cromos, esos lienzos agrupan instantes capaces de remover emociones humanas. Y, como buenas obras de arte, permanecen vivos.

¿Su técnica? El collage, pegar recortes, artículos impresos relacionados con el protagonista de la obra, cargando el lienzo de detalles que no saltan a simple vista pero que se potencian unos con otros. Separados, aguardan el mejor momento para sorprenderte. “A veces, cuando me encargan un cuadro, son los clientes quienes me mandan las fotos. Eso me condiciona, y a veces hasta me siento cohibido porque son imágenes familiares muy personales”.

Imaginamos su estudio como un lugar repleto de revistas antiguas, almacenadas unas encima de otras, un gigantesco rincón aparentemente desordenado en el que sólo Soro está autorizado a bucear y se siente como pez en el agua. “Siempre he comprado muchas revistas y prensa especializada, catálogos antiguos de Trek o Bianchi, material ciclista que me apasionaba cuando competía. Al terminar la temporada, y antes de que acabaran en la basura, lo recuperaba. Y sí, las tengo en el garaje de casa, donde trabajo”. Un motivo para el orgullo: Ciclosfera también está presente en su obra. “Hace años, en Festibike, cogí algunos Ejemplares, de los que he recortado cosas. Recuerdo en concreto un reportaje sobre un escultor coreano que hacía cosas increíbles con cadenas de bicicleta”. Young-Deok Seo, portada de Ciclosfera #8. Hoy, 41 números y más de diez años después, el artista que aparece en nuestras páginas es Soro.

Una historia de bicis y arte

“De jovencito trabajaba en Sanchis, una tienda de bicis en mi ciudad, Xátiva, y ya pintaba bicicletas. Entrenaba por la mañana, trabajaba en la tienda después y, por la tarde, iba a clases de pintura”. Su primera exposición llegó en una edición de Festibike en Madrid, donde vendió todas sus obras a los responsables de Giant España, que se las llevaron a la sede de la empresa en San Sebastián. “Luego expuse en L´Eroica Hispania y, creo, fue ahí cuando despegó mi carrera. Los responsables de la prueba en Italia vieron mis obras y me llevaron a la carrera madre, California y Canadá. Aprovechaba las vacaciones para exponer, hasta que el propio Sanchis me dijo que siguiera mi sueño y me centrara en el arte, y eso llevo haciendo desde hace ocho años”.

Un arte que, en su opinión, no sólo se apoya en el ciclismo como iconografía sino también como argumento y filosofía. “El ciclismo me ha ayudado a crecer, a ser constante, a afrontar las cosas. ¿Que hay que coger los bártulos e irse a la otra punta del mundo a exponer? Pues se hace. No he estudiado demasiado, pero gracias a la bici hablo algo de francés, portugués e italiano. La bici me ha enseñado a ser educado y respetuoso, porque sufres junto a otras personas, lo das todo por ti y a veces por los demás, y eso forja amistades profundas. Se crean, me parece, vínculos muy fuertes que no existen en otros deportes”.

“Tengo un autorretrato muy chulo basado en una foto con barba y boina, después de completar la Milán-San Remo de época" (Miguel Soro, pintor)
“Tengo un autorretrato muy chulo basado en una foto con barba y boina, después de completar la Milán-San Remo de época" (Miguel Soro, pintor)

Veloz

En bici, Soro era velocidad. Un velocista, un experto en contrarreloj, la punta de lanza de su equipo cuando había que bajar segundos al crono. La velocidad engancha, crea adicción, y quizá esa sea la razón por la que le divierte pintar muy rápido. “La obra en torno al ciclismo nace en el estudio, es más meditada, pero también me gusta salir y pintar paisajes. Disfruto al aire libre, reflejando la naturaleza”. Y suele hacerlo con el grupo L’Aire Lliure-Art de Xàtiva, formado por 18 artistas que, tras almorzar, salen a pintar a la calle. Ahí compartió muchas horas con Roberto Martínez Leña, fundador del grupo y referente del arte valenciano. “Cuando llegué, él ya era muy mayor, pero pintaba muy bien. Me enseñó a ser atrevido, a enfrentarme a una obra, a no tener miedo. De él aprendías a pintar con cada gesto, hasta cuando fumaba”.

"Voy a todas las históricas que puedo, siempre con ropa y bicicletas clásicas” (Miguel Soro, pintor)
"Voy a todas las históricas que puedo, siempre con ropa y bicicletas clásicas” (Miguel Soro, pintor)

De él y del ciclismo también pudo aprender Soro que todo es aprovechable, que ni fotos, ni recortes ni lienzos son descartables por mucho que no salgan todo lo bien que uno quiere. “Nunca tiro una obra a la basura”, nos confirma. “Cuando un cuadro no me encaja le doy la vuelta, lo pongo boca abajo, lo uso de base para otra cosa. He girado retratos que han terminado siendo paisajes. Al pintar, hay un momento mágico. Cuando lo de arriba gana a lo de abajo, y después lo de abajo empieza a ayudarte y termina ganando a lo de arriba. Cuando todo ocurre, de repente, cuando das una pincelada… Y todo encaja”.

Soro ha cumplido muchos sueños, pero sigue fantaseando con uno: colgar alguna de sus obras “en algún museo importante, como el Reina Sofía”. Desde luego, no está tan lejos: cuando en 2023 le encargaron hacer el cartel de La Volta Ciclista a Catalunya, no sabía la importancia que tenía, hasta que comprobó que otros años había sido firmado por Tàpies o Barceló.