Cuando, hace ya más de un año, la marca alemana Canyon (que, como ya sabéis, no vende sus productos a través de tiendas sino directamente su página web) nos informó del lanzamiento de una nueva bicicleta, la Canyon Roadlite:ON, inmediatamente pusimos en marcha las gestiones necesarias para probarlas. No en vano, Canyon había sido una de las últimas grandes marcas en adentrarse en el mundo de las bicicletas eléctricas, pero intentaban recuperar el tiempo perdido en el sector urbano a través de un modelo muy atractivo. Atractivo por su diseño (como es propio de la marca), pero también por su filosofía.
Esa filosofía, que se ha visto corroborada después de montar en la Roadlite ON durante muchas semanas (más en concreto en la versión tope, la Roadlite:ON AL 9.0), se basaba más en conceptos como ligereza o autonomía que en, por ejemplo, potencia. Por eso ya se anunciaba un peso muy llamativo para una eléctrica (menos de 15 kilos), y la posibilidad de, incluso, dejar la batería y el motor en casa cuando quisiéramos desplazarnos solo con la fuerza de nuestras piernas.
Recibimos la Canyon Roadlite:ON hace unos meses y, hasta que tuvimos que devolverla, la usamos prácticamente a diario. Aunque esté orientada, sobre todo, a los desplazamientos urbanos (Canyon la ubica en su catálogo de E-Fitness), eso no ha impedido que también la hayamos en más de una excursión con firmes más irregulares. Pero, principalmente, ha sido una de nuestras bicis “habituales” para un uso profesional, algo que se iba ganando gracias, y vamos a adelantar acontecimientos, una satisfacción absoluta combinaba con buenas dosis de diversión.
Como buena bicicleta de pedaleo asistido, en primer lugar debemos hablar de su parte eléctrica. En esta aventura Canyon confió en un experto, Fazua, apostando así por la ligereza y la opción de un montaje y desmontaje muy sencillos (que, como decíamos antes, nos permiten “convertir” a la Roadlite:ON en una bicicleta convencional). El conjunto elegido es el Fazua Evation 1.0 con batería de 250Wh, que se unen en un único conjunto integrado en el cuadro de la bicicleta. El resultado estético es, desde luego, irreprochable, ya que la bici presenta un aspecto muy ligero, y solo alguien muy interesado en el mundo de la bici podría reconocerla a simple vista como una eléctrica. junto se quede en el cuadro, el resto
Toda esta parte eléctrica alberga muchas diferencias respecto a la de otras e-bikes. Como podemos ver en una de nuestras foto, batería y motor se integran en una especie de barra negra relativamente ligera, y muy fácil de extraer. Aunque una parte del conjunto esté unida al cuadro en la caja del pedalier, el resto puede extraerse. La sencillez del sistema permite una carga muy cómoda (por ejemplo, cuando llegamos a la oficina y dejamos la bici en el aparcamiento, o en cualquier parte de nuestra casa), y el fantástico acabado del conjunto transmite sensación de calidad y fiabilidad. Un hecho muy llamativo es que, además, debemos extraer dicha batería si no hemos usado la bicicleta durante 24 horas, teniendo que encenderla de forma manual a través de un interruptor. También es destacable que la mencionada carga no puede realizarse con la batería instalada en la bicicleta.
Para terminar con las particularidades, explicar que el espíritu de esta asistencia es de tal sencillez que afecta hasta la forma de relacionarnos con el conjunto eléctrico. A diferencia de gran parte de las e-bikes del mercado la Canyon Roadlite:ON 9.0 no cuenta con un display en el manillar para saber a qué velocidad nos desplazamos, ni con unos botones también en el manillar para subir o bajar la asistencia (que en en este caso son tres: Brise -asistencia mínima-, River -media- o Rocket -máxima). Todas esas funciones se simplifican y reúnen en el cuadro, donde un control romano que reúne botones, sensores y luces nos informan de la carga de batería y nivel de asistencia. Para subir y bajar la intensidad de esta debemos pasar el dedo hacia arriba o hacia abajo en un movimiento que, al principio, puede resultar algo incómodo (para empezar, nos obliga a apartar la mano del manillar), pero al que podemos acostumbrarnos rápidamente, sobre todo en ciudad. En todo caso, desde Fazua han tomado nota de alguna que otra objeción y han desarrollado un software para, a través de bluetooth, relacionar el sistema con dispositivos de navegación, además de ofrecer un nuevo control remoto que, ahora sí, se instalará en el manillar.
Cuadro y componentes
De primeras, esta Canyon Roadlite:ON AL 9.0 tiene una estética imponente. La bicicleta supura deportividad, y está dirigida a usuarios dispuestos a recorrer muchos kilómetros sobre ella. El cuadro, de aluminio, se ve coronado con un manillar de carbono (el Canyon CP 04 Cockpit CF), que sorprende por su deportividad pero que, por fortuna, resulta también muy cómodo para estar rodando todo el día por la ciudad. Algo parecido puede decirse del sillín Iridum y, en general, de cada parte de esta bicicleta, capaz de mezclar con éxito conceptos a priori tan distintos como ‘fitness’ y asistencia eléctrica, o ‘urbana’ con deportiva.
Porque todo lo que podamos decir de cada componente de la Roadlite:ON tiene que ver con su dinamismo, que nos ha parecido fabuloso. Quizá sea algo inexplicable, pero esta Canyon, eléctrica y de última generación, transmite unas sensaciones casi de otra época, que nos hacen sentir como en una bicicleta de las de toda la vida. Nos ha encantado el cambio, un Shimano XTR 1×12, perfecto tanto para ir por ciudad como para alguna que otra salida algo más ociosa. No es solo que su funcionamiento sea suave y preciso: hasta su sonido emana una cierta deportividad que cuadra perfectamente con nuestro afán por devorar kilómetros. Un estilo deportivo que se corresponde con los frenos elegidos, unos discos SM-RT54 que nos invitan a explorar los límites de la máquina y que, sobre todo, convierten cada desplazamiento en pura diversión.
En marcha
Todo lo generado sobre esta Canyon puede resumirse en una frase: no queríamos bajarnos de ella. La posición nos ha parecido muy cómoda, el cuadro transmite confianza, cada engranaje del conjunto mecánico funciona a la perfección y el conjunto eléctrico es muy agradable: nos gusta mucho esa filosofía de ofrecer una asistencia no demasiado alta a cambio de una mayor suavidad, silencio y “naturalidad”. Una vez más, es justo insistir en que el resultado es una bicicleta que genera cierta adicción y sensaciones muy deportivas por mucho que cuente con un motor eléctrico (que, insistimos, puede desmontarse para, por ejemplo, una salida por carretera).
Para terminar, varias reflexiones sobre el día a día. El hecho de que la Canyon sea tan ligera la hace muy interesante si, por ejemplo, tenemos que combinar su uso con desplazamientos en tren, como muchas veces es nuestro caso (subir y bajar del vagón o cargar con ella en escaleras es muy asequible gracias al contenido peso). Sus menos de 15 kilos también invitan a no dejarla demasiado en la calle (algo que, evidentemente, no recomendamos en absoluto, porque es una bici que llama muchísimo la atención), ya que puede acarrearse sin demasiados problemas y subirse varios pisos. En cuanto a ese día a día, el “minimalismo” de esta Canyon Roadlite:ON 9.0 implica el, por ejemplo, no contar con elementos tan recomendables para un uso urbano como los guardabarros o algún elemento portaequipajes, lo que evidencia el estar orientada a un público más deportivo que, sin duda, sus hermanas más recientes Canyon Commuter:ON y Canyon Precede:ON (de las que, por supuesto, también hemos hablado en Ciclosfera).
La gama Roadlite:ON consta de tres modelos, la versión de acceso Roadlite:ON AL 7.0 (2.699€), la intermedia 8.0 (3.299€) y la que hemos podido probar, la 9.0 (3.699€). Las diferencias de precio vienen marcadas, por supuesto, por los componentes, proliferando el uso de materiales más ligeros según ascienden los precios.