Es curioso que, tratándose de alguien tan abierto y accesible, resulte algo complejo sentarse a hablar con Leo Harlem. El porqué está claro: simplemente, no para. En estos días de finales de primavera, anda inmerso en muchas cosas, como la incesante promoción de Como Dios Manda, película que acaba de estrenar y con la que aspira a revalidar el éxito de títulos como las tres entregas de Padre no hay más que uno o las dos partes de A Todo Tren: Destino Asturias. O, por supuesto, sus "bolos", esos monólogos con los que recolecta aplausos y carcajadas desde hace años y que le pueden llevar, de un día para otro, a sitios tan distantes como Barcelona y Murcia, Girona, Sevilla o Toledo.
No, no es fácil detener el tren de Leo. Pero cuando lo consigues, cuando hace el esfuerzo de parar y te concede un rato, sientes que ese acelerado mundo se detiene por completo y que, a partir de entonces, no hay prisa. Que más que una entrevista, que su tiempo, Leo te está regalando su amistad. Porque Harlem es una de esas extraordinarias personas que, sea durante un minuto, una hora o un día, al estar contigo te hacen sentir que eres lo más importante, casi lo único, del universo.
Así fue: un miércoles cualquiera, en un Madrid algo más respirable gracias a la lluvia y en un barrio familiar y querido, con cierto aroma pueblerino y desde luego muy alejado de lo que podría esperarse de una estrella del espectáculo, el Universo Harlem se detuvo, abrió las puertas de su casa y nos dejó entrar en una galaxia llena de recuerdos, pasiones y un elemento omnipresente: la bicicleta.
La Reina
Porque sí, al entrar en la casa de Leo (Leonardo González, nacido en 1962 en Matarrosa del Sil, León) lo primero que percibes es que te adentras en los dominios de alguien con muchas, muchas inquietudes. En las paredes, en cada habitación, carteles de joyas del cine clásico, desde Anatomía de un Asesinato a Metrópolis.
Lo primero que percibes al entrar en casa de Leo es que te adentras en los dominios de alguien con muchas, muchas inquietudes.
En las estanterías, miles de discos con la música más ecléctica que te puedas imaginar. Y en cualquier lugar, sobre la mesa, las baldas, apilados en cualquier esquina, libros. De arquitectura y urbanismo. De arte. Novelas, ensayos, poemas. Un Universo, Universo Harlem, donde reinan la curiosidad, el conocimiento y, por qué no decirlo, un gusto por los objetos que roza el fetichismo.
¿La reina? La bicicleta. Como vehículo, como obra de arte, como musa cultural y, en definitiva, como forma de vida. Nada más entrar, en el pasillo, una Brompton. En el salón dos Orbea y una Conor. En un cuarto más pequeño una bicicleta estática, una minivelo, una despampanante Castro Bikes. En los muebles accesorios y ropa ciclista, libros en torno a la bici y láminas enmarcadas del Tour de Francia, de bicicletas en Londres o del imprescindible Sémpé.
Así hasta llegar al impecable trastero, donde reposan muchas botellas de buen vino ("todas me las han regalado, que conste") y unas cuantas joyas que harían morir de envidia a cualquier coleccionista, como dos Peugeot con varias décadas a sus espaldas o dos mountain, una una Cannondale y una Specialized, de las que ya sólo se ven en los libros. Y, en medio de todo, conduciéndote infatigable de un sitio a otro, como el entusiasta guía de un museo o, mejor, como un niño ansioso por compartir sus tesoros, Leo.
Plena Conciencia
"Mi padre era muy aficionado a la bicicleta", recuerda, "y a mí siempre me atrajo. Aprendí a montar de niño en Valladolid, turnándonos varios amigos para dar la vuelta a la manzana con la bici de uno de ellos, y después fui heredando las de mis hermanos. Desde entonces, no he parado, y cuanto más me meto en este mundo más me gusta". Bicicletas, muchas. Y recuerdos sobre ellas, todavía mas. "Todas las bicis que he tenido me han gustado, pero es verdad que recuerdo algunas con un cariño especial. Por ejemplo, la Peugeot azul con la que, hace muchos años, iba a trabajar de panadero cada noche por Valladolid. El silencio. El aire fresco… Montar en bici es una actividad totalmente distinta a todo, no tiene nada que ver. Pedalear. Deslizarte. Es algo que te transporta, es muy especial. Por eso hay tanto cine, literatura o música en torno a ella: es muy inspiradora, y a las personas creativas, con inquietudes, las transporta a otro mundo. La bicicleta hace que tu cerebro funcione de otro modo, representa eso que llaman Mindfulness, la conciencia plena, porque en ellas vives todo de una manera distinta. Saboreas cada estación. Te empapas de amaneceres o atardeceres. Simplemente… ¡Me vuelve loco!"
"Montar en bici es una actividad totalmente distinta a todo. Pedalear, deslizarte... Te transporta, es algo muy especial" (Leo Harlem)
Es cierto: sólo un loco por las bicis puede tener, ahora mismo, 17 en su casa de Madrid, y unas cuantas más repartidas por el mundo. Eléctricas y clásicas, plegables, de montaña o ruteras, cada una con una historia distinta detrás pero, también, con vínculos en común. "Tienen que entrarme por el ojo", reconoce, "y estar a un precio razonable. Algunas las he comprado nuevas pero, la verdad, casi todas son de segunda mano. Hay un mercado espectacular y me encanta darle otra oportunidad a máquinas maravillosas abandonadas, y que con un poco de tiempo y dinero vuelven a estar perfectas".
El éxito. Y el fracaso
Buen conocedor de la mentalidad española, a la que ha dedicado gran parte de sus hilarantes (y certeros) monólogos, Harlem parece tener claro qué falta en nuestro país para que la bici se imponga. "El primer problema", asegura, "es que para mucha gente el coche, un buen coche, está asociado al éxito, mientras que moverte en bici es un fracaso. Por eso necesitamos un cambio de paradigma y ver, sin prejuicios, que con la bici se vive mejor. Es un vehículo económico pero extraordinario. Sencillo. Delicioso. Y que debemos fomentar entre los jóvenes, porque mientras que para nosotros era El Regalo, con mayúsculas, ahora lo son el patinete o el móvil. El primero me parece peligroso, antinatural, y el segundo te conduce al sedentarismo. En bici, los niños jugábamos más. Salíamos más. Explorábamos, descubríamos, vivíamos aventuras a pedaladas".
"Para mucha gente, el éxito está asociado al coche, y el fracaso a moverte en bici. Por eso necesitamos un cambio de paradigma y ver que con la bici se vive mejor"
Y desde la experiencia, tanto vital como ciclista, Leo lanza una última recomendación. "Empieza a montar. Busca una bicicleta barata, una antigua de esas que abundan en los trasteros o los balcones, ve a que te la restauren y que te la dejen muy cómoda, y empieza a usarla con ropa normal. En vez de salir a dar un paseo caminando o, todavía mejor, en lugar de ir en coche a por el pan, sácala. Primero un rato, por una zona que conozcas; después, una hora para descubrir sitios nuevos. Con tu chubasquero por si caen cuatro gotas, el casco y una alforja por si te paras a hacer un poco de compra. Nunca para sufrir. Siempre, siempre, para y ser así un poquito más feliz".