Hace falta coraje para animarse a transitar el llamado 'Camino de la Muerte', pero la recompensa para los más osados es alta. En el caso del Camino de los Yungas, el premio es una aventura excitante en medio de un paisaje de ensueño, el de la cuenca amazónica boliviana, una ecorregión de bosque andino y selva de montaña con un clima lluvioso tropical que, muchas veces, hace aún más complicada la faena. Un camino de 80 kilómetros de extensión, que une la capital de Bolivia, La Paz, con la región de Los Yungas. Un recorrido legendario… por su peligrosidad: antes de la construcción del tramo Cotapata-Santa Bárbara, esta particular, serpenteante y traicionera carretera fue parte de la Ruta 3 de la red vial fundamental de Bolivia, pero actualmente su uso está reservado al ciclismo y otras prácticas deportivas.
Al borde del precipicio
Porque si el Camino de los Yungas (o 'Yungas Road') es famoso mundialmente es por su peligro extremo: en otra época, el lugar era escenario de 200 accidentes y 100 muertes anuales, atemorizando (y atrayendo al mismo tiempo) a muchos de los que estudiaban la posibilidad de recorrerlo. Una estrecha carretera de doble sentido, sin barandillas ni bolardos que impidiesen la caída de las decenas de camiones y autobuses que lo recorrían a diario. Infinitas curvas, pendientes pronunciadas y, para terminar de complicarlo todo, las frecuentes lluvias que convertían la calzada de tierra en resbaladizo y traicionero barro. ¿Algo más? Sí: piedras sueltas desprendiéndose de las montañas y el exceso de confianza que muchas veces irradiaban los conductores locales. No es de extrañar, entonces, que en 1995 el Banco Interamericano de Desarrollo lo etiquetara como "la carretera más peligrosa del mundo", transformándola casi al mismo tiempo en un muy concurrido destino turístico. Porque, más allá de su belleza natural, la adrenalina que provocaba el peligro era justamente uno de sus mayores atractivos.
Hay vistas impresionantes y muchas cascadas de agua fresca y cristalina a lo largo de este enrevesado camino de tierra y gravilla, que es hoy uno de los platos fuertes del turismo en Bolivia. Este año, sin ir más lejos, fue el propio ministro de Desarrollo Productivo y Economía Plural del país, Néstor Huanca, el que eligió recorrerlo en bicicleta para promover la reactivación de la economía a través de la actividad turística. Madness, Vértigo, Barracuda, Black Widow… En la bulliciosa y fascinante La Paz hay varias agencias dedicadas a vender el recorrido a los intrépidos ciclistas que se atrevan a surcarlo: es cuestión de investigar y elegir la más apropiada, porque todos los días del año personal de estas empresas acompaña a cientos de aventureros, en su inmensa mayoría extranjeros, a pedalear El Camino de la Muerte. Porque los locales, que conocen bien y han sido parte (por necesidad) de los aterradores viajes en autobús a lo largo de la ruta, evitan esos tours. "Te ven con tu casco y tu bici y te gritan… ¡Estás loco!", nos cuenta Marco Antonio Paco, boliviano y dueño de la agencia de turismo Pro Downhill de La Paz.
El camino fue construido en los años 30 del siglo pasado, para conectar La Paz con una región selvática conocida como Los Yungas.
El camino fue construido en los años 30 del siglo pasado para conectar La Paz con una región selvática conocida como Los Yungas. La mano de obra principal fueron soldados paraguayos capturados durante la Guerra del Chaco, conflicto motivado por cuestiones limítrofes en una época en la que se había instalado la idea, finalmente errónea, de que había grandes reservas de petróleo en la zona. Durante décadas el camino tuvo sus propias reglas. La más importante de todas era circular por el lado izquierdo, lo que permitía a los conductores observar por su ventanilla cuán cerca estaban las ruedas del abismo. La segunda, tener paciencia y experiencia: en las curvas más cerradas, a escasos centímetros de caídas de más de mil metros, los conductores de autobuses y camiones tenían que detenerse y bajar para negociar la mejor maniobra para seguir el camino.
Finalmente, en 2007, fue inaugurada una carretera asfaltada entre La Paz y Los Yungas, obra que convirtió a El Camino de la Muerte en un sendero exclusivo para ciclistas y otros deportistas. De todas formas, la ruta está cargada de recuerdos macabros: al borde de uno de los precipicios, por ejemplo, encontramos una placa que lleva tallada la leyenda 'Mártires de la Democracia', en honor a los cinco líderes de la oposición arrojados al vacío en 1944 por sicarios de la dictadura militar boliviana. También sigue en pie una pequeña cabaña en la que, según juran y perjuran los guías locales, vivió Klaus Barbie, el torturador nazi conocido como 'El Carnicero de Lyon', quien huyó de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial y que a comienzos de los años 50 administró un aserradero en Los Yungas. O, por supuesto, en el ambiente flota el recuerdo de sucesos como el ocurrido el 24 de julio de 1983, cuando un autobús cayó por un acantilado: en él viajaban más de cien personas, y ninguna de ellas sobrevivió a la caída.
El camino suele hacerse cuesta abajo, partiendo desde La Paz, a 4.300 metros de altura, en dirección a Coroico. Se requiere por tanto poco pedaleo, pero se debe tener mucho cuidado de no cometer errores que nos hagan salirnos de los poco más de tres metros de anchura de la carretera. Uno de los más frecuentes es, por ejemplo, frenar demasiado con la rueda delantera, algo que puede terminar haciéndonos volar por encima del manillar. Algunas agencias de turismo de bajo costo facilitan bicicletas de montaña en malas condiciones o con pastillas de freno defectuosas: es algo para tomar muy en cuenta y evitar. También, dicen, conviene hacer el recorrido muy descansado y tras una comida frugal. También estar muy concentrado, y no entretenerse demasiado con las cámaras fotográficas y los teléfonos móviles durante el trayecto. La atención tiene que estar bien afilada para evitar accidentes como el de Naomi Kanamura, una ciclista japonesa de 32 años que filmaba a su novio con su iPhone cuando perdió el control de su bicicleta, cayó a un precipicio y murió de un golpe en la cabeza. Nada excepcional: más de 20 turistas sufrieron una muerte similar a principios de la década de 2010.
Aunque el camino actual "está listo para recorrerse sin problemas", dice Andersson Pomiano, "es muy importante ser serio y responsable".
Pero, por supuesto, son más los que sobreviven. Uno de los audaces que recientemente hizo el viaje pedaleando es Andersson Marcelo Pomiano, un peruano que se hace llamar 'El Viajero en Ruta' y que sube a Instagram fotos de todas sus aventuras turísticas. En realidad, Andersson no se ha conformado con recorrer una vez El Camino de la Muerte: tras su primera experiencia en 2016 decidió repetir en 2019. "La llamada de la adrenalina fue la que me hizo repetir la ruta", confiesa a Ciclosfera un Andersson que, asegura, nunca sintió miedo "pese a lo que puede asustarte lo que te cuentan". Sin embargo, en su opinión, el camino actual "está preparado para poder recorrerse sin ningún problema". "Eso sí", subraya, "es muy importante ser muy serio y responsable para ir por ahí en bicicleta. Pero… ¿también tienes que serlo para cualquier otro recorrido, verdad?"
Cinco horas de intensidad
Andersson recomienda, sobre todo, "elegir una buena agencia de viajes para contar con los elementos imprescindibles de seguridad y tener una experiencia agradable". Y detalla cómo se estructura el viaje: "Se hacen dos recorridos… Se empieza a 4.700 metros de altura en una pista asfaltada, y después te recoge una furgoneta que, tras un breve trayecto, te deja en la antigua carretera. Y a partir de ahí… a rodar a toda velocidad". En total, unas cinco horas de emoción y mucha, mucha diversión, la misma que la española Nerea Sánchez Rodríguez reflejó en su blog personal. "Uno de los hitos imprescindibles de La Paz", escribió Nerea, "es descender en bicicleta la llamada Carretera de la Muerte. Con un promedio de 209 accidentes y 96 muertos al año era considerado el camino más peligroso del mundo, pero tranquilos: no tiene nada que ver recorrerlo en coche, furgoneta o autobús, que en bici. Pedaleando, cualquier persona con cabeza disfrutará del recorrido sin poner su vida en peligro, ya que la carretera es lo suficientemente ancha para no tener que ir por el filo que te arrastra al precipicio. Sí, es verdad, recomiendan conducir por la izquierda para evitar un accidente con los pocos coches que circulan, pero no hace falta aproximarse demasiado al abismo".
Dos años después de ese viaje, cuya intensidad recuerda todavía hoy con mucha claridad, Nerea nos explica cuál era en ese momento su mayor preocupación: "Básicamente, no caerme debido a la cantidad de piedras y rocas que iba encontrando en el camino. Pero la bici que tenía, una Kona con suspensión integral, fue mi salvación". También nos cuenta que hay muchas agencias que ofrecen exactamente el mismo recorrido, y que el precio varía, sobre todo, según la bicicleta que se ofrezca ("todo depende del tamaño, el modelo y, sobre todo, de que equipe suspensión doble o solo delantera"). Y ojo: aunque la bicicleta no sea el medio de transporte más usado por Nerea en sus muchos viajes, en este caso no se pudo resistir. "Había oído hablar mucho Camino de la Muerte", recuerda, "y me pareció una actividad divertida para soltar un poco de adrenalina durante mi viaje por Bolivia. El paisaje es verdaderamente impresionante, pero no hice fotos con mi teléfono: el guía que nos acompañaba llevaba una cámara pequeña y se encargó de fotografiarnos a nosotros, para que no nos distrajésemos del camino y la ruta. ¿Si lo volvería a hacer? ¡Sin duda, en cuanto pueda volver a La Paz y enganchar a alguien!".
Hemos vivido una pandemia mundial, pero el Camino de la Muerte sigue esperando visitantes. El boliviano Beto Chumacero acaba de recorrerlo con su bicicleta: en concreto, el pasado 8 de julio. "Mi conclusión", nos cuenta, "es que es fundamental tener una bicicleta profesional. La mejor montura posible: la carretera tiene rocas, tierra resbaladiza, agua… Tengo experiencia y he montado mucho en bicicleta, desde que era pequeño, y eso me dio cierta confianza para poder ir pedaleando y, al mismo tiempo, poder observar los paisajes. Me lo tomé, además, con calma: si veía algo muy especial me paraba y captaba ese instante con calma. Además, me desviaba de vez en cuanto porque hay lugares espectaculares a los que solo puedes llegar con tu bici, muchas veces cargándola al hombro. Pero sí, lo disfruté mucho: más que el camino de la Muerte es, sin duda alguna, el camino hacia la más pura naturaleza".