Era 1935 y, a diferencia de Francia o Italia (el primer Tour se corrió en 1903, el primer Giro en 1909), España no tenía una gran carrera ciclista. Fue el periodista y ciclista Clemente López Dóriga quien convenció a su jefe, el director del periódico Informaciones, Juan Pujol, de repetir las experiencias francesa e italiana en nuestro país, a través de una prueba que recorriera la geografía española.
Así fue: el 29 de abril de 1935 comenzaba la primera edición de la Vuelta a España, que recorrería 3425 kilómetros a lo largo de catorce etapas. 50 corredores salieron, pero sólo 29 acabaron la carrera. El maillot del líder era naranja, y un belga, Antoine Dignef, ganó esa primera etapa. Antonio Escuriet ganó la segunda, convirtiéndose así en el primer español en lograrlo, y otro belga, Gustaf Deloor, terminó imponiéndose en la clasificación general, triunfo que repetiría en la siguiente edición de 1936.
Así empezó “la carrera por etapas más particular de todas”, como la define el periodista Juanfran de la Cruz, autor precisamente de una apasionante biografía sobre Deloor. Ni él ni los grandes nombres del ciclismo español de la época (Julián Berrendero o Antonio Escuriet, cuya vida o Mariano Cañardo) podrían competir en los años siguientes: la Guerra Civil provocó un parón de un lustro, y la Vuelta no pudo volver a celebrarse hasta 1941. En esa edición, y en las dos siguientes, el vencedor fue precisamente Julián Berrendero, fallecido en 1995 y ganador también de varias etapas del Tour de Francia.
De nuevo la Vuelta tuvo que detenerse en 1942: la II Guerra Mundial y las dificultades que atravesaba España en esos años obligaron a suspender varias ediciones, hasta que el diario Ya retomó la prueba en 1945. No cuajó: tras un parón en 1949, la carrera desapareció entre 1951 y 1954. Malos tiempos superados, por fin, en 1955, cuando otro periódico, El Correo Español, tomó el control de la carrera, cuyo nuevo pistoletazo de salida se dio el 23 de abril de 1955. Fue una etapa entre Bilbao y San Sebastián y, por suerte, desde ese año la Vuelta se ha celebrado sin interrupción. En esa época el ciclismo volvió a captar la atención de miles de seguidores, lo que propició que fantásticos corredores internacionales (como el francés Jean Dotto o el italiano Angelo Conterno) se alternaran con los españoles Jesús Loroño, Antonio Suárez y Angelino Soler en el triunfo final).
Prueba del crecimiento de la Vuelta son los palmarés de las siguientes ediciones, donde empiezan a aparecer nombres como el de Jacques Anquetil (ganador de la edición de 1963, título que sumaría a sus 5 Tours y dos Giros) o Raymond Poulidor (su única gran vuelta ganada, pese a sus ocho presencias en el podio final del Tour). Históricos del ciclismo español como Luis Ocaña (ganador del Tour de 1973) o José Manuel Fuente, el legendario Tarangu, dejaron su nombre en el panteón de los ganadores, donde también se inscribieron los apellidos de leyendas como Eddy Merckx (considerado el mejor ciclista de todos los tiempos, gracias a sus cinco Tour, cinco Giros, la Vuelta de 1973 y sus tres mundiales en ruta) o Bernard Hinault, triunfador en las rondas de 1978 y 1983.
En los años 80 hubo Vueltas de infarto, como la que perdió Alberto Fernández en 1984 por apenas seis segundos
Aunque a distancia de, sobre todo, el Tour, la Vuelta se consolida en los años ochenta. Hubo ediciones de infarto, como la primera victoria general de Pedro Delgado, en 1985, con poco más de medio minuto de ventaja sobre el escocés Robert Millar. Hubo también un triunfo histórico de Lucho Herrera en 1987, en la primera victoria de un colombiano en una de las tres grandes rondas. Y hubo una enorme rivalidad entre nombres legendarios como los de Marino Lejarreta, Álvaro Pino o, por supuesto, Miguel Indurain, que consiguió ser segundo en 1991, por detrás de Melchor Mauri, pero que no llegó a ser profeta en su tierra y jamás logró el triunfo en la general de La Vuelta.
El siglo XXI arrancó cono un dominio incontestable de Roberto Heras, ganador en 2003, 2004 y 2005. aunque el salmantino fue posteriormente desposeído de esta última victoria por dopaje. Tras él, figuras como Alejandro Valverde o Alberto Contador hicieran acto de aparición. Especialmente memorable fue la durísima pugna entre Valverde y el kazajo Vinokurov en 2006, que se saldó con la victoria de este último. Ambos, Contador y Valverde, tendrían que esperar hasta 2008 y 2009, respectivamente, para imponerse en la ronda española.
En los últimos años, la Vuelta ha vivido una pequeña revolución. Con la nueva década se incrementaron los finales en alto y los puertos explosivos, lo que contribuyó a multiplicar el interés de los espectadores. Asimismo, la presencia de figuras como Chris Froome -ganador de la última edición-, Vincenzo Nibali, Joaquim ‘Purito’ Rodríguez, Nairo Quintana o los citados Alberto Contador y Alejandro Valverde ha hecho vibrar a la afición como nunca antes.
Eso es, precisamente, lo que cabe esperar de esta nueva edición de la Vuelta. Rivalidades, batallas y disputas muchas veces resueltas por apenas unos segundos (como en la edición de 1984, cuando Laurent Caritoux le quitó el triunfo final a Alberto Fernández por seis segundos). De ahí el papel fundamental del cronometrador oficial, que en esta edición volverá a ser Tissot. Un trabajo complicado, ya que a diferencia de otras competiciones, la carrera se desarrolla a lo largo de tres semanas, miles de kilómetros (en concreto, 3.254 en la edición que empieza este sábado) y con decenas de participantes a los que controlar.
Para lograrlo, dos equipos de profesionales (uno en la salida, el otro en la línea de meta) registran los tiempos de todos los corredores. En la meta, unas antenas pegadas al suelo detectan el transponder de cada corredor, para saber con exactitud el tiempo empleado por cada uno. Y no sólo eso: una célula fotoeléctrica y tres cámaras de foto finish, capaces de hacer hasta 10.000 imágenes por segundo, son capaces de dilucidar quién se impone en un final apretado.
La función del cronometrador oficial es vital: por eso La Vuelta, como el Tour o la UCI, recurren al prestigio de Tissot
Una tarea para la que, desde luego, Tissot está más que preparada. No en vano, la marca suiza ya fue el cronometrador oficial de pruebas como el Tour de Francia hace décadas (más en concreto, desde 1988, cuando Pedro Delgado se llevó el triunfo final). Actualmente, Tissot no sólo lleva a cabo tal misión en el Tour y la vuelta, sino también en las más importantes clásicas del calendario (como la París-Niza, la París-Roubaix, la Flecha Valona, el Tour de Yorkshire o la Lieja-Baston-Lieja) y las competición mundialistas de la Unión Ciclista Internacional (UCI).
Muchas de las exigencias de la competición profesional se ven reflejadas, después, en el catálogo de Tissot. Y también su espíritu: así, por ejemplo, Tissot ha lanzado recientemente su nueva versión del T-Race Cycling, un impactante reloj con colores y elementos de diseño tomados, precisamente, de La Vuelta y de las asombrosas bicicletas que participan en ella.