Eran, sin duda, tiempos convulsos. Richard Nixon había dimitido en agosto de 1974 por el Watergate; la guerra de Vietnam, tras casi 20 años, daba sus últimos coletazos e innumerables desigualdades y escándalos sacudían a gran parte de la juventud estadounidense, que mostró su indignación en manifestaciones, huelgas y disturbios por las principales universidades del país.
Con un lema como ‘Die Luft der Freiheit weht’ (‘Sopla el viento de la libertad’) y a apenas 50 kilómetros de San Francisco, la universidad privada de Stanford no podía quedarse al margen. Stanford ya era uno de las más prestigiosos centros del país, y sus estudiantes se distinguían por un enorme activismo en todo lo que tuviera que ver con feminismo, injusticias raciales o marginación de los homosexuales. También, como reflejo de distintas políticas locales y la crisis del petróleo de 1973, el campus de Stanford era uno de los más ciclistas de Estados Unidos, buen ejemplo del ‘Great American Bike Boom’ de aquel entonces. Un movimiento ciclista masivo que generó un hondo debate sobre la necesidad (o no) de construir infraestructura ciclista, y trajo la publicación de documentos históricos como Bikeway Planning (1972), del Estado de California y la Universidad de Los Angeles, o Bikeways: State of the Art (1974), del Departamento Nacional de Transporte.
Con dos piñones
Ninguno, sin duda, tan fresco, descarado y original como una revista de tapas multicolores, interior en blanco y negro y 28 páginas llamada Sprocket Man. Sí, el ‘Hombre Piñón’, un superhéroe cuyo nombre estaba inspirado en una canción de Elton John (Rocket Man, celebérrimo tema del LP Honky Château de 1972), con aspecto similar al del Capitán América (antifaz y un escudo formado por dos grandes piñones metálicos) y una misión: enseñar a circular a los melenudos ciclistas de Stanford. “El gran número de bicicletas circulando en Stanford evidencia que los días en los que las bicis eran solo JUGUETES infantiles han terminado”, decía el héroe desde la primera página. “La ANARQUÍA imperante no puede ser obviada más tiempo: aquí van unos cuantos consejos y pautas de supervivencia”.
Consejos de circulación, de mecánica, sobre cómo evitar robos o qué accesorios eran imprescindibles para rodar seguros… Ese primer (y, por desgracia, último) tebeo de Sprocket Man era una fascinante e imprescindible guía de ciclismo urbano, de total vigencia incluso hoy en día. Financiada por el Departamento de Seguridad Pública de Stanford y una organización llamada Urban Bikeway Design Collaborative, el cómic fue publicado en 1975, con dibujos de Louis H. Saekow y la coordinación de Julia Molander. El primero era un estudiante de medicina que no terminó la carrera, y cuya afición al dibujo le convertiría en el responsable de las portadas de videojuegos tan legendarios como* The Battle of Bulge, Silent Hunter* u Operation Apocalypse. La segunda, Molander, sí acabó sus estudios de derecho en Stanford, y actualmente trabaja en Cozen O’Connor, uno de los bufetes más respetados del país. Ambos fueron dirigidos por Vince Darago, un profesor de Economía de la Universidad muy sensible a la movilidad sostenible, tanto como para organizar clases de iniciación a la bici entre sus alumnos y hasta coordinar talleres de creación de coches urbanos y eléctricos.
¿Y Sprocket Man? Tras asesorar las pedaladas de unos cuantos universitarios (no demasiados: la tirada fue muy limitada), el apolíneo y misterioso héroe sucumbió al mercantilismo. Tres años después de nacer, ya en 1978, los derechos del personaje fueron adquiridos por la Consumer Product Safety Commision, una agencia estatal de protección del consumidor que reimprimió el primer tebeo con varios cambios: ahora llevaba casco y, en un par de viñetas, desaparecían unas referencias jocosas a la marihuana y a la revista Playboy presentes en la obra original. Pese a lanzarse unas 250.000 copias, esta nueva edición de Sprocket Man tampoco cuajó y la criatura volvió a cambiar de manos y siendo propiedad de Raleigh, que redistribuyó el tebeo sin más cambios que estampar su logo en la bici del protagonista. En los ochenta tuvo un brevísimo momento de fama en la televisión, encarnado por un musculado actor en un anuncio del Ayuntamiento de Seattle, pero poco más: convertido ya en un personaje maldito y de culto, Sprocket Man se limitó a desfilar por camisetas, posters y demás memorabilia para ciclistas nostálgicos.
[Este reportaje forma parte de la edición impresa de Ciclosfera #29. Lee el número completo aquí]