¿Dónde estás ahora mismo?
Desde hace un par de años vivo en Girona, un paraíso del ciclismo.
Cuándo te conocí montabas, sobre todo, en piñón fijo.
Sí, así fue como empecé, con una bici de segunda mano de piñón fijo para moverme por la ciudad, y terminé montando Alleycats. De ahí salté a los criteriums, Red Hook, critériums de carretera y hasta velódromo. Después de eso me invitaron a la Ruta 66, viajé durante 25 días en un nuevo reto que me cambió la vida.
¿Te acuerdas cuándo empezaste a montar en bicicleta? ¿Cómo aprendiste?
Todo niño ha vivido ese momento, es el juguete de mi generación. Yo tuve la típica bici para salir de paseo, pero no fue algo que me enganchara o marcase mi infancia. A lo que sí me enganché mucho en mi adolescencia fue al skateboard, luego pasé al surf y fue ahí cuando empecé a usar la bici, más que nada por la movilidad. Sinceramente, me crucé con la bici por el hecho de ahorrarme pagar el transporte público.
¿Cuándo pasas de moverte en bici por Barcelona a dedicarte profesionalmente a ella?
Competí en varios Alleycat, que fueron muy divertidos y me fui incluso a uno que se llama Monstertrack, en Nueva York, que es uno de los más famosos. Ahí me di cuenta de que me gustaba mucho, era muy divertido, y después me apunté a un Criterium que se hacía dentro de un karting en Berlín. Competí y quedé segunda. Ahí cogí mi primer sponsor, por pura suerte.
Cuéntanos qué es una alleycat, para quien no lo sepa…
Son carreras que vienen de la historia del piñón fijo y los bicimensajeros. Las bicis de piñón fijo eran las que menos mantenimiento necesitaban, por eso las utilizaban. A raíz de eso se empezaron a organizar carreras en las que tenías que ir de un punto a otro: te daban un papel en el que tenías cuatro puntos a los que tenías que acudir, y el primero que llegaba al último de esos puntos es el que ganaba.
¿Cuánta gente podía participar en estas carreras?
No había tope… Me acuerdo que una chica de Barcelona organizó una especie de Alleycat pero más orientada a la carretera y el gravel, de unos 160 ó 180 kilómetros y que se llamaba Geocentrum. Fue brutal. Lo organizaban los de My Beautiful Parking.
Estamos acostumbrados a que el ciclismo sea un deporte muy masculino. Sin embargo, recuerdo que en las Red Hooks había muchísimas chicas.
Fue una evolución. Creo que ver a otras mujeres estimuló a las chicas a participar, a experimentar nuestros propios límites. La verdad es que el proceso fue muy bueno: cuando se organizaron dos carreras separadas por sexos la participación se disparó, porque las chicas acudían con muchísima más confianza.
¿No has probado a trabajar de mensajera?
Lo hice una semana y nunca más (risas). Lo probé, pero no es lo mío.
Nos conocimos en Berlín, en la Berliner Fahrradshau, una feria de ciclismo urbano que ya no se celebra. ¿Qué hacías ahí?
Estaba trabajando en la tienda de Rapha. Por esa época estaba a tope con el velódromo, estuve incluso compitiendo en los campeonatos nacionales de Berlin. Me pasaba los días en el velódromo.
También recuerdo hablar contigo de unos amigos comunes, la gente de Rad Race.
Sí, son unos chicos que montan carreras en Alemania y han ido organizando cosas muy diversas y divertidas. Competí en unas cuantas: una era en un circuito de karting, tenías que ir en piñón fijo y era muy divertida. Otra consistía en recorrer 42 kilómetros en piñón fijo, casi en línea recta… Cortaban las autopistas de Berlín aprovechando que en ese momento se celebraba una carrera de gran fondo en Alemania y montaban sus eventos.
Después del piñón fijo, ¿qué otras disciplinas empiezas a probar?
Cuando empecé a ver que quería entrenar y que quería mejorar me compré una bici de carretera. Después de todo esto, me fui a hacer la Ruta 66 en bici y fue cuando ya me cambié al otro lado.
¿Cómo fue recorrer en bici la Ruta 66?
Fueron una burrada de kilómetros, no me acuerdo exactamente. De Chicago a Los Ángeles, crucé Estados Unidos.
No es que me decepcionase, pero yo tenía esa visión de la Ruta 66 como un recorrido muy alegre y muy vivo. Es la carretera más famosa del mundo… Pero está destrozada. Hay tramos en los que no hay nada. La carretera ya no se utiliza, todo lo que era la Ruta 66 ahora tiene una autopista al lado y ya sabes cómo es América: o es muy grande, y da mucho dinero, o no es nada. Y eso se ha quedado en nada.
Ahora, al menos por lo que vemos en tu cuenta de Instagram, te has pasado a caminos más naturales. Así es: estoy todo el día montando en gravel o MTB.
Qué fue primero, ¿el gravel o el mountain bike?
El mountain bike. A mí me flipa, si hubiese encontrado el mountain bike antes que el piñón fijo… hubiese sido perfecto. Es lo que más me divierte, lo que pasa que es más duro, no es tan fácil. Con el Gravel ahora puedes conseguir lo mismo, se está solapando con el mountain bike.
“En el gravel, lo importante es que la bici sea cómoda. Y por menos de 1.000 euros tienes bicis que lo son”
¿Cómo te pilló el confinamiento? ¿Cómo has llevado estos meses metida en casa?
Las primeras semanas bien, porque vivía con la incertidumbre de que solo duraría dos semanas. Después peor, supongo que todo el mundo ha tenido subidas y bajadas. Estuve montando con un rodillo, pero no mucho… No me apasionaba.
Para la gente que se quiera iniciar en el gravel, ¿cuáles son las claves para encontrar una buena bici?
Que la bici sea cómoda es lo básico. Entre 800 y 1000€ tienes bicis que están bien de gravel.
Y aparte de hacer gravel, ¿a qué te dedicas?
Trabajo en Komoot, una plataforma para organizar rutas de senderismo para caminar, hacer mountain bike, gravel o carretera. Es parte de mi vida, planeo rutas todos los días y, al ser la Community Manager en España, tengo mucha libertad para expresar lo que hago y me gusta. También trabajo con Specialized, compitiendo y haciendo cosas con ellos. Y, por otro lado, tengo mi agencia de producción, donde hacemos vídeos y fotos. Estos últimos meses han sido duros, pero hemos estado activos. Algo que agradezco mucho, porque soy bastante inquieta.
Me gusta ver que no estableces diferencias entre ciclismo urbano o no urbano. Para ti, la bici es un complemento imprescindible, sin más.
Sí, uso la bici para todo. Si cojo el tren y voy a Barcelona llevo la bici. Siempre pienso en qué sitios podré visitar con ella. Entreno con ella, viajo con ella… Donde sea. En la calle, en el campo, en la montaña, en la carretera. Donde sea.
“Uso la bici para todo: si por ejemplo voy en tren a Barcelona, no me subo sin mi bici”
Para eso, por ejemplo, es fantástico la polivalencia de una gravel.
Sí… Yo ahora ando mucho en la nueva Specialized Diverge. Tiene distintas gamas, y hasta la que presuntamente está más enfocada a la ciudad te permite recorrer una pista.
Con el confinamiento habrás echado mucho de menos a la gente con la que ruedas.
La verdad es que sí. Por ejemplo, pensaba reencontrarme a lo largo del año con un montón de amigos de EE UU, y no va a poder ser. Echo de menos a amigos, a familiares, a gente con la que he compartido rutas. Pero todo volverá, pronto, a la normalidad.
“He vivido en cinco países y siempre me he movido en bici”
¿Cómo podemos conseguir que la gente use la bici como medio de transporte?
Bueno… Yo he vivido en cinco países y siempre me he movido en bici. No tengo coche. La bici es un método de transporte sano, bonito, en el que descubres muchas más cosas que en un coche o una moto, porque tienes la oportunidad de llegar a lugares y detenerte en sitios a los que no podrías llegar. Descubrir un lugar es muy distinto si has llegado gracias a tu propia fuerza, a tus pedaladas. Y luego, además, la bici es muy rápida. Con una bici puedes ir tres veces más rápido en una ciudad. Yo lo resumiría en eso: si estás sentado todo el día en la oficina, sin moverte de la silla… Lo mejor que puedes hacer es salir, mover tus piernas y empezar a pedalear.