"En marzo de 2012 visité a una amiga en Londres durante una semana, y me quedé a dormir todos esos días en su apartamento. Cuando me senté por primera vez en el salón algo me llamó poderosamente la atención: aquella increíble bicicleta negra. Era perfecta, como si jamás se hubiese utilizado. Pero algo gritaba que procedía de otra época. Intrigado, le pregunté a mi amiga sobre ella: para mi sorpresa, me dijo que era la bicicleta de su compañera de habitación, y que la usaba casi a diario.
Me fascinó pensar que alguien pudiese querer tanto a su montura como para, pese a montar todos los días en ella, la tuviese tan cuidada. Que reservase ese espacio privilegiado de la casa para ella. Y que la bicicleta, elegante, poderosa, fiel, desempeñase con tanta naturalidad un rol de objeto de decoración e imprescindible herramienta cotidiana. En ese precioso instante tomé mi cámara y saqué la foto que veis".