A priori, hay pocos lugares más distintos que Valencia y Megen, en los Países Bajos. La ciudad española es famosa por el mar y su bullicio, gastronomía y sol. ¿Megen? Es un pequeño y tranquilo pueblo de menos de dos mil habitantes, junto al río Mosa, al que incluso cuesta encontrar en Internet.
Y, sin embargo, hay una bonita conexión entre ambos. En Valencia nació hace más de siglo y medio Joaquín Sorolla, uno de los grandes pintores españoles. Y en Megen nació y vive su gran admirador Richard van Mensvoort, padre de dos hijos (gemelos) y autor de una más que interesante obra donde la luz y el día a día, como en Sorolla, son protagonistas.
Con los ojos
"Yo pinto siempre con los ojos", dijo Sorolla. En su caso, ojos llenos de Mediterráneo, amarillos y naranjas, mientras que los de van Mensvoort están más acostumbrados a cruzarse… con bicicletas. "En Holanda todo el mundo tiene una", cuenta el pintor, "porque es mucho más fácil moverse con ellas que sobre un coche. Como me gusta reflejar la ajetreada vida de las ciudades, mostrar a alguien pedaleando propicia cuadros muy vivos y holandeses".
Nacido en 1972, a Van Mensvoort siempre le interesó el arte. La gente, los animales, la vida cotidiana… "Desde niño dibujaba cualquier cosa que llamara mi atención", asegura, "y estudié Publicidad e Imagen para seguir en contacto con la creación visual. Pero me cansé de ese negocio, viajé por el mundo y, entre Malasia y Australia, sentí que la pintura me estaba llamando".
Gente esperando, mirando su móvil... Escenas realistas, alegres, bellas... y ciclistas.
Gente esperando o mirando su teléfono móvil, tomando algo en una alegre terraza… Realistas pero casi siempre alegres y bellas, en esas escenas Mensvoort refleja instantes puntuales de la actualidad. Aunque cita entre sus pintores favoritos a John Singer Sargent, es más reconocible en su obra la huella de Isaac Israels, Edward Hopper o, sobre todo, Joaquín Sorolla. "Bebo de su trabajo", reconoce entusiasmado, "porque era un auténtico maestro".
Aire fresco
¿Y las bicis? "Me gustan porque pedalear implica respirar aire fresco, aclarar la mente y ver lo que me rodea. Muchas veces, mientras monto, me detengo para hacer fotos que después me inspirarán futuros cuadros". Un uso, desde luego, más lúdico y recreativo que deportivo o viajero. "Trabajo en casa y me encanta mi ciudad, así que nunca hago grandes excursiones ciclistas. La cojo por diversión, y tengo una Gazelle muy normal, la más básica que había".
No se compromete demasiado si le preguntamos por sus gustos musicales o cinematográficos ("oigo algo de rock, jazz o música clásica, según mi estado de ánimo o lo que esté pintando"), y apenas se atreve a aconsejar a los jóvenes pintores "que pinten mucho. Simplemente. Y, en el camino, intentad encontrar y crear vuestro estilo propio". Se entusiasma más, en cambio, al pensar en sus próximas vacaciones: "Me encanta viajar con mi familia en nuestra caravana Volkswagen, y conducir hasta Francia, Italia o España. Amo los Pirineos y, por supuesto, Valencia, al igual que las alucinantes Nueva York y París".