Barcelona, noviembre de 1984. Los Juegos eran aún una quimera, Pasqual Maragall iba a cumplir dos años como alcalde y el coche era el rey de la ciudad. Pero, desde 1981, un colectivo ciclista luchaba para que las cosas cambiaran: era Amics de la Bici, y sus demandas no sonaban muy distintas a las de cualquier organización actual… Hacer ver la bicicleta como un vehículo más, animar a nuevos usuarios y exigir la creación de más y mejor infraestructura.
En noviembre de 1984 salió a la calle el primer ejemplar de 'El Full de la Bici' (La Hoja de la Bici), la primera de una larga serie de revistas trimestrales que cambiaron la cara del activismo ciclista en Barcelona.
"Éramos tres amigos los que nos liamos la manta a la cabeza organizando una primera salida reivindicativa", recuerda Manolo García. "Los tres trabajábamos en la misma cooperativa, nos movíamos en bici y cual fue nuestra sorpresa cuando a esa primera marcha se sumaron otras trescientas personas. Debían ser los otros trescientos únicos ciclistas urbanos de Barcelona, pero… ¡Empezamos a organizar más acciones y el movimiento creció!"
La revista
García, que ahora vive en Galicia, es uno de esos tres miembros fundadores de Amics de la Bici. Los otros dos son el fallecido Vicenç Bagán y Txetxu Martínez-Marañón. "Para el Ayuntamiento éramos el demonio", nos explica, "pero había cierta camaradería con nosotros y, sobre todo, nos usaban para empezar a coartar el libre albedrío con el que se manejaban los coches. Les parecía increíble que, con unas cuantas bicis, pudiésemos cortar una calle, pero lo hacíamos, y acabaron prestándonos atención".
Para ser todavía más visibles, en noviembre de 1984 salió a la calle una publicación histórica: El Full de la Bici (La Hoja de la Bici). Un documento fantástico, la primera de la larga serie de revistas trimestrales (creemos que 51 números) que, hasta primavera de 2007, fue leída por miles de nuevos usuarios, transformando y haciendo más ciclista la ciudad.
"La distribuíamos por las tiendas, en tenderetes de ferias o, simplemente, se las dábamos a los ciclistas con los que nos cruzábamos, porque siempre llevábamos en las alforjas algunos ejemplares", asegura Albert García, otro nombre legendario del activismo barcelonés. "Teníamos poco recursos", añade, "pero eso nos permitía no depender de nadie y poder actuar como moscas cojoneras. Generábamos noticias, contábamos cosas de Europa, invitábamos a acciones… Era una revistilla, un panfleto, pero nos sentimos pioneros: después llegaron publicaciones como 20km/h o, como no, Ciclosfera".
Esa "revistilla" consistía en doce o catorce páginas, y no está del todo claro cuántos ejemplares se imprimían en cada edición. Medía 14,85 por 21 centímetros (un DIN A3 doblado por la mitad), el papel era barato (aunque desde el número 35 se usó reciclado) y, en total, unos 51 números vieron la luz. Como todo, la linea editorial se decidía en reuniones asamblearias, y para evitar que fuese un boletín político se incluían reportaje de viajes, artículos de entretenimiento y cupones de descuento en tiendas.
"El Full de la Bici era gratis, informaba y, sobre todo, hizo que la gente que se movía en bici dejara de sentirse sola", recuerda Albert. "Barcelona era la jungla del asfalto: había tan pocos ciclistas que nos saludábamos al cruzarnos y nos dejábamos notas en las bicis aparcadas porque sabíamos de quién era cada una. Pero llegó un momento en el que, cuando le decías hola a la gente nueva, se sorprendían. Parece mentira, pero ese fue nuestro triunfo: dejar de ser un grupo de conocidos, de amigos, y transformarnos en un colectivo mucho mayor".