Ciclosfera #7

¡Que empiece el espectáculo!

Desde su origen, la bicicleta se ligó al mundo del espectáculo por su capacidad para conjugar lo artístico y lo físico. De ahí su rápido aterrizaje en ese espacio de ensueño y fantasía que es el circo: un mundo de juego y superación donde el hombre desafía las leyes de lo cotidiano.

Casi veinte chicas sobre una bicicleta giran inexorablemente sobre la pista circular. Una escultura en movimiento que cierra el número Pavo Real de Oro, del Circo Nacional Chino: un espectáculo que hipnotiza por su belleza y dinamismo plástico y evoca las acrobacias ecuestres de hace mil años. Porque la historia del circo moderno bebe de esos primeros ejercicios ecuestres, pero también de la acrobacia, el malabarismo y contorsionismo de pretéritos rituales religiosos o festivos.

La fiebre de las dos ruedas

La bicicleta irrumpe en la sociedad de forma revolucionaria a principios del s. XIX: la lucha por mantener el equilibrio sobre la nueva máquina hace que, desde el comienzo, su práctica esté ligada al desafío, la exhibición y la competición. Se dice que en 1868 Henry Michaux (hijo del creador de la Michaulina, considerada por muchos la primera bicicleta de la historia), se convirtió en el primer artista en subirse a un escenario en París para promocionar el nuevo velocípedo, pero los trucos y exhibiciones con la draisiana (la máquina andante) eran comunes desde mucho antes. “Ya en 1818, en los Jardines de Luxemburgo de París, hubo exhibiciones sobre draisisanas, cuenta Alfredo Fernández, premio nacional de circo con la compañía Los Scotland y cuya familia lleva ligada al circo y la bicicleta desde comienzos del s. XX.

“El ciclismo artístico logró su mayor esplendor y creatividad en la pista del circo”

La bicicleta no tardó en ser un espectáculo deportivo de masas. La competición y la exhibición de destreza y el entretenimiento sobre las dos ruedas eran habituales. Los más célebres profesionales organizaban torneos itinerantes de habilidad con carácter nacional e internacional. En 1894 R.E Kaufmann, considerado el padre del ciclismo artístico, ganaba el Campeonato de Europa, una competición de cuatro horas, en el Palacio de Cristal Albert Hall de Leipzig.

El salto al circo

El ciclismo de exhibición y deportivo no tardarían en extenderse a otras áreas. También en el Music Hall -formato de entretenimiento artístico que combinaba varios géneros- la bicicleta se hizo un hueco: viejas tradiciones circenses como la acrobacia, el malabarismo, las pantomimas cómicas o los ejercicios ecuestres se combinaban con los recientes números de velocipedistas. “El ciclismo artístico logró su mayor esplendor y creatividad en la pista del circo”, explica Fernández. “Ennobleció los ejercicios de las pruebas deportivas ciclistas, de los velódromos y las barracas de feria, subrayó la habilidad y el riesgo y le aportó su exclusiva parafernalia fantástica”, asegura el artista.

El velocipedismo circense había nacido en el Circo Moderno. Nombres como G. Battista Scuri, Ugo Ancilloti, N. E Kaufmann, Elliot’s Family, Trouppe Derrington o el español J. Ariso, entre otros, inspirarían el devenir de esta bella disciplina.

Increíbles trucos, impresionantes bicicletas

La incorporación de nuevos números y formas de interpretación artística -que nacieron con los velocípedos de rueda gigante- ha sido una constante hasta hoy. Desde el looping the loop o rodar en el interior de pozos o cestas, hasta el salto en movimiento o la clásica pirueta atrás, sin olvidar los equilibrios sobre suelo, pedestal o alambre. No hay nada más bello y mágico que seguir las troupes de ciclistas emulando ejercicios ecuestres, elevándose por el espacio a un ritmo frenético. Nada tan entretenido y cautivador como la banda de música, que irrumpe en la pista sobre sus monociclos, alternando con otros malabaristas y payasos sobre una rueda. Y es que la bicicleta se presta perfectamente a la comicidad y al ritmo frenético del circo, pero también al espectáculo de la calle. Divididas normalmente en “serias” y “cómicas”, suelen ser fabricadas por encargo para cubrir las necesidades que precise el truco. Aunque en su mayoría son de piñón fijo también hay de piñón libre, sobre todo en aquellos números que requieran velocidad. “Hay bicicletas para todos los gustos… Y verdaderas maravillas”, nos cuenta Juan Po, un argentino que lleva viajando en su caravana de bicicletas hace ya una década por toda Europa, ofreciendo espectáculos cómicos y de malabares. “Me formé en el circo, pero ahora prefiero trabajar por libre. No hay nada como llegar a un pueblo y empezar a rodar, mazas en mano, sobre alguna de mis bicis; los niños acuden corriendo y se quedan como hipnotizados”, añade Po. Así ha sido y así será: la bicicleta no pasa inadvertida, y menos cuando el arte la empuja a la pista.

Nick Wallenda cruzó 70 metros en bicicleta sobre un cable suspendido a 41 metros del suelo

UN CLÁSICO: EL MONOCICLO
Bajos o altos, con una rueda con pedales, con estribos o cadena, con varias ruedas en vertical… Este vehículo se ha convertido en un clásico del ciclismo artístico pero también deportivo. Inestable, divertido, ligero y rápido, gana cada vez más adeptos en el entorno urbano y en el mundo de la competición. Ligado de forma inexorable al circo y la calle, el monociclo se fue desligando de lo artístico para cubrir modalidades deportivas como el trial o la montaña. Sin embargo, dominarlo no es sencillo: “Además de equilibrio se requiere de mucha paciencia y constancia”, afirma José Ángel Torres, responsable del portal Monociclos.com. “En España, el monociclismo deportivo apenas se conocía. Empecé creando un foro de noticias, luego trayendo algunos monociclos que vendía online, y finalmente, abriendo una tienda debido a la demanda”. Su portal sirve de punto de encuentro para todos aquellos amantes de una práctica que hasta tiene su propio mundial, el UNICON, que se celebra cada dos años.

NICK WALLENDA, EL HOMBRE GUINNESS
Nick Wallenda, trapecista y miembro de la famosa familia circense The Flying Wallendas, cruzó 70 metros en bicicleta sobre un cable suspendido a 41 metros del suelo. La multitud, que se congregaba abajo, en una calle de Newark (Nueva Jersey), no daba crédito. Con esta proeza consiguió el Récord Guinness en 2008 de mayor distancia recorrida en bici sobre la cuerda floja.

LOS SCOTLAND: UNA FAMILIA DE LEYENDA
Esta familia de artistas lleva ligada a la bicicleta desde 1927, cuando Fred Hernández ganó el premio del Circo Price al dar dos vueltas en una bicicleta de goma -hecha de un material elástico que se prestaba a las situaciones cómicas-. Su destreza (llegó a ir de Madrid a Valencia en su monociclo sobre el que se afeitaba para promocionar cuchillas) le llevó al circo, enrolándose en numerosas giras y codeándose con impresionantes artistas. En 1944 se casó con Pilar Sánchez, que dejó la sastrería de su padre para subirse a la bici y aprender los trucos básicos de equilibrio y exhibición. Los Scotland (nombre artístico que rinde homenaje al escocés Kirkpatrick Macmillan, uno de los padres de la bicicleta) habían nacido. Luego, con cinco años se incorporaría Alfredo Hernández, su hijo y su hermana Yolanda, una gran monociclista.

Fue en una buhardilla de la madrileña Lavapiés donde prepararon increíbles números, llamativos disfraces y, a la vez, estudiaban aritmética. “En cuatro metros cuadrados había un taller de costura, un gimnasio circense y un aula escolar”, cuenta Fernández. Desde sus bicicletas cómicas (de goma, de zapatos, desmontable, excéntrica o en miniatura) y surrealistas la familia llevó su arte a circos internacionales de primera división. En 1959, los Scotland (formados entonces por Alfredo y Yolanda, de 11 y 13 años) ganaron el Premio Nacional de Circo, convirtiéndose en los artistas más jóvenes en lograr el galardón.

Más información: Unión de Profesionales y Amigos de las Artes Circenses (www.amigosdelcirco.com)