Es normal que algunos no escuchen aún el ruido que estamos empezando a hacer: nos movemos rápido, pero en silencio y sobre una bicicleta. A veces montamos un poco de bulla en Internet, nos sumamos a una masa crítica, acudimos a un evento o intentamos convencer a alguien para que se anime a probar, pero no somos peligrosos: pedalear nos tiene demasiado ocupados como para pelear con el resto. Una bici no es un tanque. Y nuestras armas son el tiempo y la razón.
Dejad que os ignoren, que se burlen, que os insulten y que, a la postre, se den cuenta de nuestra victoria. Las mejores revoluciones son las pacíficas. Y aquí, encima, los futuros vencedores somos las presuntas víctimas: el tiempo pasa, rueda, a nuestro favor. Disfrutemos cada pedalada diaria, felices, mientras modificamos la historia.
Somos un coche o una moto menos. Somos la mejor publicidad de la bici. Respetamos a los otros a la vez que peleamos por ellos. Porque nuestros derechos, al final, serán de todos: más bicis, mejores ciudades.
Nuestros acelerones no interrumpiran otros sueños y nuestro combate no será una cuestión de potencia o velocidad punta sino de esfuerzo, tenacidad y civismo. Hagamos ruido en silencio. Crezcamos. Disfrutemos peleando, pedaleando y venciendo.