Quien espere encontrar en Rotterdam estrechos y pintorescos canales rodeados de casas inclinadas por el paso del tiempo se llevará una sorpresa: aquí el acero, el cristal y la arquitectura experimental son la norma.
Rotterdam es diferente: debido al bombardeo nazi que destrozó la ciudad en 1940, y al que sobrevivieron sólo cuatro edificios, todo es nuevo y funciona a la perfección. La ciudad está a la vanguardia de la arquitectura y el urbanismo, alberga algunos de los más importantes estudios de arquitectura y premios Pritzker como Álvaro Siza, Norman Foster o el local Rem Koolhas han dejado su huella.
El puente sobre la autovía A15, conocido como De Groene Verbinding (La Conexión Verde), deja atrás la cosmopolita Rotterdam y se adentra en una extensa planicie verde plagada de granjas y pequeños canales. Su autor es el arquitecto Marc Verheijen, que trabaja para el departamento de obras públicas de la ciudad.
Con 190 metros de largo y 6,2 de ancho, el puente se eleva sobre una autopista.
Con 190 metros de largo y 6,2 de ancho, el paso se eleva a nueve metros sobre la autopista y la Betewueroute, la línea de ferrocarril que comunica la ciudad con Alemania. Lo componen 655 toneladas de acero y 480 tubos pintados de blanco, configurados a través de una serie de elementos metálicos de sección elíptica que contribuyen a su aspecto futurista.
Con un coste total de 9,2 millones de euros su construcción se prolongó durante 30 meses, desde la primavera de 2012 hasta el pasado mes de junio. Prefabricado a 130 kilómetros de su localización final, sus dos piezas independientes fueron transportadas por vía marítima y terrestre para ser montadas y ensambladas in situ. El resultado es una obra espectacular que contribuye, aún más si cabe, a que pedalear por Rotterdam sea una experiencia única.