Champion, un niño melancólico y solitario que vive en una casa aislada con su abuela, Madame Souza, es el protagonista. Aunque su abuela hace todo lo posible para intentar animar a su nieto, el chaval sólo parece empatizar con Bruno, el perro que se transforma en su cómplice inseparable, hasta que Madame Souza descubre bajo la cama del chico un cuaderno repleto de recortes de periódico de los grandes ciclistas de la época (Sylvère Maes, Louison Bobet, Hugo Koblet, Gino Bartali, Jean Robic, Jacques Marinelli o Fausto Coppi).
Sí, el ciclismo es la pasión oculta del niño, y decide estimularlo para que alguna vez dispute el Tour de Francia. Cuando Champion parece estar listo para lograr ese objetivo, es secuestrado por unos mafiosos franceses y trasladado a Belleville, una ciudad ficticia con evidentes similitudes a la Nueva York de los años 20 y el escenario donde Madame Souza, Bruno y tres antiguas coristas deberán rescatar a Champion.
Homenajes varios
El director, Sylvain Chomet, llenó la película de referencias: en la primera parte, en blanco y negro, aparece un personaje al que identificamos con el guitarrista belga gitano Django Reinhardt. También podemos distinguir un cartel de Las vacaciones del Sr. Hulot, comedia de Jacques Tati, y una alusión a otra de sus películas, Playtime.
En otras escenas vemos tres estatuillas de los Oscar muy particulares (son exageradamente obesas y cómicas) y un recorte periodístico sobre el pianista canadiense Glenn Gould. Todo lo tiene que ver con EE.UU. es paródico: desde un Hollywood transformado en "Hollyfood" (por la insalubre dieta del norteamericano medio y el cine entendido como fast food) hasta un caricaturizado Disneyworld. La gran banda sonora del largometraje, por otra parte, remite al inconfundible estilo del argentino Ástor Piazzolla.
Mirando al Tour
La película está llena de referencias a la gran prueba francesa nacida en 1903. Roberte Rivette, la acordeonista que aparece en la historia dentro de la caravana publicitaria de la Grande Boucle, es un cálido homenaje a la acordeonista francesa Yvette Horner, que alcanzó gran fama en los años 50 cuando entró a formar parte de la caravana del Tour. Fallecida en 2018, Horner amenizó la previa de la carrera con su música entre 1952 y 1963 y editó a lo largo de su carrera más de cien discos.
También hay un guiño explícito a una de las empresas que históricamente apoyaron al Tour, La vache qui rit (La vaca que ríe), una marca de queso procesado propiedad del Groupe Bel que fue lanzada en Francia en 1921 y hoy se vende en más de noventa países. Y en el tramo de la película que pasa por la ciudad de Marsella, el líder de la competición es un evidente émulo de Jacques Anquetil, ciclista francés que ganó ocho de las Grandes Vueltas entre 1957 y 1964.
Sylvain Chomet, un cineasta dispar
El creador de Bienvenidos a Belleville (2003) dirigió sólo dos películas: la que protagoniza estas páginas (que puede verse en España en Movistar+) y El ilusionista (2010), otro largo animado basado en un guion inédito de Jacques Tati y estrenado en el Festival de Berlín. Nacido en Maisons-Laffitte, cerca de París, Chomet es un humorista gráfico, cineasta y músico que publicó su primer cómic, Secrets of the Dragonfly, en 1986.
Bienvenidos a Belleville, su ópera prima, le hizo célebre internacionalmente: proyectada fuera de concurso en el Festival de Cannes, fué candidata al Oscar como Mejor Película de Animación y Mejor Canción. En 2004 Chomet abrió en Edimburgo su propio estudio, Django Films, pero no funcionó: nunca pudo terminar el primer largo de la compañía, Barbacoa, ni la precuela de su debut, Swing Popa Swing, centrada en la historia de las simpáticas trillizas de Belleville que ayudan a la abuela de Champion.
Inolvidable soundtrack
La letra de la Belleville Rendez-vous, canción estrella de la película, fue escrita por el propio Chomet. La música es obra del canadiense Benoît Charest. Nominada al Oscar, perdió con Into the West, de El Señor de los Anillos: el retorno del Rey, interpretado por Annie Lennox de Eurythmics. Belleville Rendez-vous, punto musical álgido del filme, está en perfecta sintonía con la surrealista historia. Las diecinueve pistas que idearon Chomet y Charest son un viaje tan apasionante como el del protagonista: melancolía, vértigo, intriga, sordidez, misterio y algarabía se mezclan en una música fundamental en una cinta que, para colmo, apenas tiene diálogos. Para garantizar su alcance internacional, Belleville Rendez-vous también fue grabada en inglés, e incluida como cierre de un disco que vale la pena escuchar.