Dos monstruos marinos cándidos y adorables encuentran la forma de adoptar una apariencia humana, y es ahí donde empieza la aventura: estrenada en todo el mundo el año pasado, Luca es una de esas películas de Pixar que divierten y emocionan, que te cogen de la mano y no te sueltan. Sus acuáticos protagonistas, Luca y Alberto, quedan embelesados con la vida en Portorosso, un pueblecito pesquero inventado que evoca el paraíso real de la costa de Liguria, Italia. Es allí donde empieza la aventura y las bicicletas juegan un papel clave, porque aunque sueñen con subirse a una Vespa es pedaleando, a toda velocidad, como sortean imposibles escollos, pelean contra un villano prototípico (bigotes finos, maldad gruesa) y estrechan lazos con Giulia, una empoderada e inolvidable niña.
La relación entre Luca y Alberto parece claramente pensada para pronunciarse sobre los nuevos paradigmas de la identidad y la sexualidad. Luca fue definida por algunos críticos como “la Call Me By Your Name de Pixar”, y más de uno también señaló la fortuita (pero simbólica) coincidencia del título de la película con el nombre del director de esa historia de iniciación gay, el italiano Luca Guadagnino. Luca se desarrolla justamente en Italia, contiene inequívocas líneas en el guión ("Has salido a la superficie y hecho el cambio") e, incluso, muestra enfados, caprichos y desengaños que catapultan esa amistad a una dimensión distinta. “Cada espectador llegará a la película trayendo consigo sus propias dificultades a la hora de ser visible, de ser aceptado”, declaró Enrico Casarosa, director del filme, “pero la de Luca es una historia sobre reconocer tu identidad y decir, simplemente, aquí estoy”.
Luca fue el debut en la dirección de Enrico Casarosa, nacido en Génova e instalado en Estados Unidos desde los 20 años (hoy tiene 50). Trabajó desde muy joven como especialista en storyboard en Disney Channel, tuvo un papel decisivo en la película de Pixar El viaje de Arlo y colaboró en el departamento de arte de otros éxitos de la casa, como Coco y Ratatouille. Nominado al Oscar en 2012 por un hermoso corto animado, La Luna, la nostalgia por su pasado en Italia aparece en cada plano de Luca, tanto a través de las señales más superficiales de identidad nacional (la pasta, el helado, el temperamento volcánico de los personajes) como por una gran cantidad de citas cinematográficas, que incluyen a Fellini (el ambiente anárquico de Luca es el de sus primeras películas, aparece un cartel de La Strada y el plano final homenajea a Los Inútiles), De Sica (“de él tomamos la emoción y la pena de Ladrón de bicicletas”, dijo Casarosa) y el Visconti de La tierra tiembla, otra historia de modestos pescadores.
La historia de Luca transcurre en la Riviera italiana de los años 50, una década cuyo espíritu también se traduce en el homenaje a un ícono de la época, la actriz Giulietta Masina (el bote de la primera escena lleva el nombre de su personaje en La Strada, Gelsomina), y que hilvana a lo largo del metraje una generosa serie de referencias a Hollywood y el universo Disney: los carteles de Vacaciones en Roma (1953) y La mujer y el monstruo (1954), el peluche del Pato Donald, la aparición del libro Las aventuras de Pinocho u, obviamente, la famosa furgoneta de Pizza Planet presente en otras producciones de Pixar. Hay, también, una referencia expresa al cine animado del maestro japonés Hayao Miyazaki: su magnífica Porco Rosso (1992) bautiza el nombre del pueblo donde transcurre Luca, y en Internet circulan varias ilustraciones realizadas por fans en las que se reúne gozosamente a personajes de las dos películas.
Leonardo D'Espósito, un especialista argentino en cine de animación, sostiene que las producciones de Pixar pueden agruparse en tres categorías: las películas que intentan innovar (como Wall-E, que integró animación hiperrealista, caricaturas y acción en vivo en un todo coherente), las franquicias (Toy Story, Cars, Monsters S.A. o Buscando a Nemo) y las que apuntan todos sus cañones a contar una historia, como Onward, infravalorado filme que comparte con Luca su reflexión sobre la relación que tenemos con la fantasía y, tema principal de Pixar como factoría de ideas, el contacto entre ese universo fantástico y la vida cotidiana. Pero, como Onward, Luca no es un mero instrumento de la moraleja, porque sus personajes tienen autonomía y complejidades, viven con intensidad la melancolía que conlleva el inexorable paso del tiempo y añoran un mundo perdido: la infancia. ¿Os suena?