Cuando el pasado martes 29 de octubre se desató la tragedia en Valencia no supe cómo reaccionar. Nuestros vínculos con la ciudad y sus ciudadanos eran demasiado fuertes como para, simplemente, publicar un lacrimógeno mensaje en redes sociales o colgar un lazo negro del logo de nuestra web.
No quería gestos de cara a la galería, ni muestras frívolas de presunto compromiso. En realidad, no tenía ni idea de qué era lo que quería ni lo que tenía que hacer. “En caso de duda, haz periodismo”. Sin ni siquiera recordar esa máxima, fue lo que de pronto, de forma imagino que innata, hicimos. Alguien tenía que contar qué estaba pasando en Valencia.
Cómo y por qué los ciclistas estaban ayudando allí. Preguntarles qué sentían, que vivían, saber qué necesitaban. Reunimos en un espontáneo directo a tres personas que, desde el primer momento, habían usado la bicicleta para socorrer. Juan Dual, Silvia López, Pablo Alcañiz, gracias. Gracias infinitas por atender tan rápido mi llamada pese al cansancio, la pena y la desesperación.
De ese diálogo salieron cosas muy buenas. Acciones productivas que no quiero contar y detallar aquí. Sólo quiero hacer periodismo, y eso es lo que intenta este número. Hace poco más de dos meses, cuando la tragedia era inimaginable, el equipo fantaseaba con un especial humorístico para festejar este número 50. Una cifra tan redonda, representativa y feliz, propiciaba un especial lleno de risas y chistes. Pero la realidad nos ha llevado por otro camino. Espero que, por lo menos, la revista que tienes entre manos esté a la altura de todo lo que ha sucedido.
Lo tengo más claro que nunca: en caso de duda, haz periodismo. Pero hay más. En caso de duda, sal a la calle a ayudar a los que lo necesitan. En caso de duda no veas al otro como enemigo o como rival sino como a un hermano, un compañero, con el que tienes la suerte de compartir, en este preciso momento, el milagro de la vida. En caso de duda escucha, empatiza, intenta comprender y construye. En caso de duda suma, abraza, reúne. Sólo así encontraremos, debajo del odio y el barro, sentido a nuestra existencia y la auténtica felicidad.