No protagonizan las campañas publicitarias más llamativas. Apenas están presentes en las redes sociales. Son, por decirlo de alguna manera, invisibles. Pero ahí están. Sólo en España hay 7,5 millones de personas con más de 70 años. Personas con derecho a disfrutar, respirar y… montar en bicicleta. Por su bien. Por nuestro bien.
Lecciones mutuas
Hace ahora cuatro años, Ole Kassow tuvo una idea algo loca: sacar a pasear en bicicleta a los ancianos de un geriátrico de Copenhague. “Una ciudad vivible”, cuenta Kassow a Ciclosfera, “es una ciudad pensada para todos, incluidos niños y ancianos. Pedaleando con estos últimos vi que se reintegraban en la comunidad. Recorrían de nuevo los parques, veían los parques, visitaban las cafeterías y, simplemente, volvían a disfrutar la ciudad”.
Y no sólo eso: esos paseos permitieron a Kassow conocer y hacerse amigo de, por ejemplo, Thorkild. A sus 99 años, ambos hablaron, cantaron y supieron, según explica el creador de Cycling Without Age, que no vale la pena ser gruñón. “Thorkild me desveló su secreto para llegar a viejo”, explica Kassow: “Tomar un vaso de vino diario y no guardar rencor”.
En este tiempo Cycling Without Age ha pasado de ser una idea loca a convertirse en una organización presente en casi 200 ciudades de todo el mundo. “El 20% de la población de los países desarrollados”, explica su creador, “tendrá pronto más de 70 años. Es una cantidad enorme de gente, y corren el riesgo de quedar excluidos. Muchos han perdido la movilidad y, todavía más, se han quedado sin pareja ni amigos. Están solos. Pero un simple paseo en bicicleta, acompañados, tiene un enorme impacto en su vida y en la nuestra, porque la gente mayor es muy interesante y es importante que sus historias y sabiduría se transmitan a las nuevas generaciones”.
Cuatro triciclos
Ese mundo de posibilidades rodantes llegó a España hace año y medio. Dani Ruiz, cofundador de Txita y uno de los responsables de que En bici sin edad aterrizara en San Sebastián, cuenta que fue la asociación Kalapie la que descubrió el proyecto en redes sociales y pensó que podría funcionar allí. “Coincidió con que la ciudad era capital cultural y se subvencionan propuestas ciudadanas”, explica Ruiz, “y al cuarto intento logramos que nos dieran 20.000 euros, con los que compramos cuatro triciclos para empezar”.
Cuatro triciclos que, de momento, no han parado de rodar. “Aunque al principio se muestran algo reticentes”, explica Ruiz, “la recepción en las residencias es buenísima. Muchos ancianos llevan años sin salir y los responsables tienen pánico a que pase algo, pero tenemos seguros y formamos al voluntario que conduce el triciclo. Después, la experiencia es brutal: los abuelos pueden volver a su barrio, tomar algo en el centro de la ciudad y hasta les hemos llevado a ver a la Real Sociedad”. Las anécdotas son innumerables y el placer, infinito. “Nuestros viejos amigos”, explica entusiasmado Kassow, “adoran volver a sentir la brisa en su cara, conocer gente nueva, volver a ser parte de la sociedad. Y, en personas con demencia o depresión severa, la respuesta es aún más pronunciada: algunos enfermos de Alzheimer recuperan cierta capacidad para expresarse verbalmente y casi todos los ancianos regresan cantando y riendo”.
Gente de Sevilla o Gijón está intentando que En bici sin edad recale en sus ciudades, y la experiencia ya está en marcha en Barcelona. María Elisa Ojeda y Jordi Galí, de Vanapedal, estuvieron en Copenhague, conocieron a Kassow y, al volver a casa, consiguieron junto a la asociación Biciclot una pequeña subvención municipal para una prueba piloto con un triciclo de Cycling Without Age. “En las seis primeras semanas”, explica Ojeda, “hicimos 45 viajes, un total de 135 kilómetros con 85 ancianos. Hemos formado a 34 voluntarios, recorrido barrios como Sant Andreu, el Clot o Fort Pienc y puesto en contacto a asilos, asociaciones y grupos de estudiantes”. El siguiente objetivo es tener algún triciclo en propiedad y asentar el proyecto. “Algún ayuntamiento se ha interesado mucho”, cuenta Ojeda, “y esperamos repetir pronto la prueba y que, al final, algún Ayuntamiento o entidad pública o privada se sume. La inversión inicial es de unos 5.000 euros, y vale mucho la pena”.
Pere Serrasolses, uno de los responsables de Biciclot y todo un experto en hacer de la bicicleta un vehículo hacia la integración, lo sabe. “La predisposición de asilos y residencias es buena. A todo el mundo le gusta la idea. Pero todavía más cuando, además, implica formar a voluntarios, a veces chavales algo desorientados y procedentes del mundo escolar. No es sólo sacar de paseo a una pareja de ancianos: es, también, acercarles a gente joven, fuerte, pero sin experiencia. Es reunir dos intereses particulares, sumar perspectivas distintas y establecer vínculos a la velocidad adecuada: la tranquila, relajada, de una bicicleta”.
No es difícil
El vehículo propuesto para poner en marcha En bici sin edad es, por lo general, un triciclo adaptado y equipado con dos asientos delanteros para los ancianos, motor eléctrico y frenos hidráulicos para reforzar la seguridad. Cycling Without Age no vende el triciclo (muchas veces es uno de la marca Christiania Bikes), pero sí concede la licencia y supervisa y asesora el proceso: se pretende que el programa sea universal, gratuito y sin ánimo de lucro.