Se cumplen ahora diez años de la crisis financiera que cambió las condiciones laborales de millones de personas. Hace una década, jóvenes recién salidos de la universidad veían que su proyecto profesional se volvía intransitable. Cientos de miles de trabajadores, hasta entonces relativamente seguros de su estabilidad laboral, eran despedidos y tenían que reinventarse. Las reglas habían cambiado. Muchos sectores se desplomaban. El trabajo dejaba de ser un salvavidas, una tabla a la que aferrarse, para transformarse en sombras, incertidumbre y temor.
Sin embargo, algunos sectores no se vieron tan afectados. Uno de ellos fue, por ejemplo, el fitness. El running, los gimnasios o, por supuesto, el ciclismo parecían satisfacer las necesidades básicas de buena parte de la población a través de un pasatiempo saludable y barato. También la movilidad sostenible prometía nuevas oportunidades: reinventar nuestra manera de desplazarnos, apostando por vehículos más eficaces y económicos como la bici, era uno de los beneficios que podía traer el desplome económico.
A veces con las indemnizaciones recibidas por despidos improcedentes, casi siempre por el anhelo de encontrar un empleo que, además de dinero, ofreciera satisfacción personal, muchos se lanzaron a emprender en el ciclismo urbano. Se abrieron decenas de tiendas, el auge de las e-bikes multiplicó los negocios y los grandes medios de comunicación, casi siempre tocando de oídas, lo repitieron al unísono: la bicicleta de ciudad vivía un boom. No era tan difícil vivir de ella. Se declaraba, de forma oficial, el estado de optimismo.
La pasión
“Terminé mi tesis doctoral en 2011”, cuenta al otro lado del teléfono Gregorio Magno, fundador de Ciclogreen, aplicación que ofrece recompensas a los ciclistas urbanos según los kilómetros pedaleados. “El panorama laboral era desolador, pero investigar y fomentar la bici como medio de transporte era apasionante, así que me lancé”, recuerda. Casi al mismo tiempo, el valenciano Carlos Ferrando pasaba por algo parecido a una crisis existencial. Ingeniero industrial de carrera, especializado en marketing después, había cumplido los treinta cambiando, casi cada año, de trabajo. “Tenía decidido irme a cultivar la huerta”, asegura, “pero mi mujer me pidió que me lo pensara mejor. Así que hice una especie de introspección personal y descubrí que podía ser un buen emprendedor. No tenía moto ni coche, me encantaba la bici y vi que no había cascos concebidos para la ciudad. Así nació Closca, un casco que enamorara a la gente y que, en vez de verse como un engorro, incitara a pedalear”.
Como dice Carlos Núñez, secretario general de AMBE (Asociación de Marcas de Bicicletas de España), “si algo diferencia al emprendedor de la bicicleta del de otros sectores es su enorme pasión”. Ejemplo de ello es el director general de Catlike, Pepe del Ramo, exciclista profesional y fundador, hace 22 años, de una empresa ahora con decenas de empleados y que factura millones de euros. “Entonces tenía juventud, iniciativa y una fe ciega en mi apuesta. Como buen ciclista, era una especie de lobo solitario al que alimentaba un reto: hacer productos tan buenos como los de fuera de España. Ganarme el respeto de la gente, sentirme realizado. Y lo he conseguido”.
Los errores
“Uno no elige sus pasiones: son las pasiones las que le eligen a uno”. La frase de Jeff Bezos, fundador de Amazon, tiene cierto aroma a condena: es difícil luchar contra nuestro corazón. A la hora de emprender la pasión es fundamental pero, a veces, no basta. “Conocer y amar el ciclismo no son suficientes”, asegura Núñez. “Para crear una empresa es necesario planificar, analizar e intentar prever qué pasará. Muchos montaron un negocio de bicis sin estudiar la oferta y demanda en un sector ya muy reñido, y sin tener claro qué es lo que les diferenciaba”.
Y es que hasta tener una idea genial, un factor que presumimos como diferenciador, puede ser traicionero. “En mi caso”, recuerda Magno, “me equivoqué aferrándome demasiado a mi idea inicial. Veía que no iba a ser rentable, pero me abrazaba a ella. Es peligroso enamorarte demasiado de tu proyecto, porque puede llevarte a no ver las señales que indican que, quizá, hay que adaptarse y modificar las cosas”.
Querer navegar solo, sobreestimar nuestras capacidades, también suele pagarse. “Creía que era mejor de lo que realmente era”, reconoce Ferrando, “y ese es uno de los fallos más habituales del emprendedor: asumir demasiadas responsabilidades, adquirir un compromiso enorme tratando de gestionar cosas que desconoces y que otros harían mejor”. Algo en lo que está muy de acuerdo Candela Fernández, CEO de la ciclomensajería Encicle: “Es fundamental tener un equipo”, asegura. “Acostarte y levantarte día tras día dándole vueltas a tu negocio es muy duro, y terminas cansándote de tirar tú solo del carro. Tener a alguien con quien compartirlo te ayuda a seguir adelante, a no perder la ilusión”.
De otra pasta
Porque, es evidente, intentar salir adelante a través del ciclismo urbano exige un carácter muy especial. “La sociedad está formada por dos tipos de personas”, asegura Ferrando, “los que inventan e innovan y todos los demás, que les siguen”. David Gómez, CEO de Ecológica y ahora también al frente de TuCycle, cree que es fundamental que los sacrificios que exige ser emprendedor “coincidan con tu forma de ver la vida. Un día estás muy arriba, y otro muy abajo. Cuando te va bien todo el mundo te recuerda lo buenísimo que eres, pero cuando las cosas se tuercen la gente desaparece. Emprender te cambia. Maduras. Te haces menos impulsivo, aprendes a controlarte y a conocerte mejor, pero siempre aspiras a dejar huella en la vida”.
Y es que, tarde o temprano, siempre surgirá la pregunta… ¿no valdría más la pena buscarme un trabajo ‘normal’? Aunque, como dice Curro Galván, fundador de Moose, “siendo emprendedor terminas teniendo muchos jefes, no uno”, todos aseguran no arrepentirse. “Emprender me ha enseñado a adaptarme”, añade Galván, “a salir de mi zona de confort. Me siento mucho más realizado e, incluso cuando te angustias, compruebas que has ganado experiencia y ampliado tu espectro profesional”. Pese a estar esperando a su primer hijo, Fernández tampoco tiene ninguna duda: “Me compensa. Depende del espíritu de cada uno, porque no es ni mejor ni peor, pero a mí no me gusta encasillarme y pretender que tendré el mismo trabajo siempre. Prefiero el movimiento, apuntarme a un bombardeo”.
Claves del emprendedor ciclista
- El tiempo es oro: lanza tu proyecto ya. Mejor equivocarse rápido y gastando poco dinero que aspirar a salir con algo perfecto, perdiendo así tiempo y euros por el camino.
- Inglés, alemán, chino… Aprende otra lengua. O incorpora a tu equipo a alguien que la domine. Multiplicarás las posibilidades y eliminarás complejos: los emprendedores son iguales en Bilbao, San Francisco o Beijing.
- La ambición no está reñida con la humildad: analízate bien y aprende a rodearte de gente que sea mejor en áreas que tú no dominas. Cada persona es buena en un par de cosas: céntrate en tu especialidad y permite que otros te ayuden.
- Incubadoras, aceleradoras… Lo que a ti te parece una idea genial no tiene por qué ser viable como negocio. Las primeras te ayudan a trazar un plan de negocio y compartir tu proyecto con otros emprendedores con propósitos parecidos. Las segundas se enfocan a conseguir financiación y asesorar a proyectos ya en marcha. La lista es casi infinita: investiga y, probablemente, encontrarás algo en tu ciudad que se adapte a tus demandas. 5. Sí: emprender es emocionante y estimulante, romántico y todo un reto. Pero… el saber no ocupa lugar. Fórmate. Que otros, que saben más, te enseñen que la pasión no lo es todo, que el amor (por una idea) no te debe cegar.
Entre muchos
Kickstarter, Indiegogo, Ulule, Verkami… La crisis económico fomentó el auge del crowfunding, portales donde los usuarios financian una iniciativa a cambio de recompensas. Entre los muchos enfocados al ciclismo que brotaron en los últimos tiempos destacan, por ejemplo, el de oh!bike, una e-bike urbana concebida en Barcelona que adapta la asistencia al pedaleo al usuario. “La campaña de crowdunding”, explica Pep Prats, uno de los socios fundadores oh!bike, “era una forma de lanzarnos comercialmente. Queríamos saber el interés que podía despertar nuestra bici en el mercado, y la valoración fue muy positiva: en menos de 24 horas ya habíamos superado el objetivo”. La valenciana Closca ha sumado a través del micromecenazgo más de 250.000 dólares: “Es una buena herramienta para prevender un producto”, explica su fundador, Carlos Ferrando, “pero has de tener claro que conseguirás la financiación porque, en caso contrario, pones tu marca en riesgo. Si no logras el objetivo pensarán que tu producto es malo, así que habla antes con tiendas o implica a algún distribuidor para hacer prevengas y asegúrate de que, en las primeras 48 horas, habrás alcanzado el 80%”. Para terminar de convencer a la gente Prats aconseja “explicar muy bien la esencia del proyecto y el equipo que hay detrás. Y, claro, ofrece unas recompensas únicas, que el mecenas sienta que recibirá un trato diferencial por apoyarte desde el principio”.