El ciclismo urbano está en auge. Un buen ejemplo es Francia, cada vez con más ganas de hacer de la bici una herramienta clave para tener ciudades más saludables y, de paso, reinventar también su turismo. Los preciosos paisajes y encantadores pueblos franceses no durarán mucho si se siguen llenando de automóviles y asfalto.
Todo lo contrario: la bici, viajar despacio, será clave para devolverles la vida sin transformarlos y destruirlos. Algo parecido pasa en Alemania, Gran Bretaña, en todo el norte de Europa. El calentamiento global y los ecos de la pandemia obligan a cambiar las cosas.
Un proceso en el que el ciclismo es una opción inmejorable: en vez de frustración y renuncias, las bicis nos regalan felicidad, practicidad y salud. Convencida de que la bici es universal, Ciclosfera siempre ha estado muy atenta al mundo.
Contamos historias de todas partes porque el ciclismo es un lenguaje común. Las emociones que genera son muy parecidas en cualquier parte. Las historias de éxito foráneas influyen en los comportamientos locales. Ese espíritu ha llevado a que nuestro trabajo tenga una repercusión exterior sorprendente.
Ciclosferia se llenó de expositores venidos de media Europa. Y nosotros estamos presentes en las ferias más importantes. Como medio colaborador de Eurobike o el International Cargo Bike Festival. Mano a mano con los Pro Days de París.
Más allá de particularidades y preocupaciones locales, los grandes problemas de la humanidad son globales. Requieren soluciones que van más allá de banderas. La bici es una magnífica receta, y por eso seguiremos difundiéndola. En cada vez más sitios, más países, uniendo así a las personas en torno a ella y, ojalá, colaborando a nuestra manera a la tan necesaria revolución global.