Por nuestro carácter trimestral no pretendemos reflejar al minuto lo que pasa: para eso están los periódicos y buenas webs como, eso intentamos, la nuestra. Desde el papel preferimos contemplar las cosas con cierta distancia: difundir, compartir y denunciar de una forma atemporal. No queremos durarte tres horas ni tres meses, sino que nos guardes toda la vida y, de vez en cuando, nos releas.
Pero es no impide que también queramos ser prácticos. Poéticos y entretenidos, curiosos, críticos y enamorados, pero prácticos. Y en esta ocasión teníamos un enemigo común: los ladrones de bicicletas. Porque imaginamos pocas situaciones más frustrantes, ridículas y descorazonadoras que ir entusiasmado a subirte en tu montura y descubrir que no está. Porque bastantes problemas tenemos ya los ciclistas como para que, encima, nos anden robando la bici.
Hay una víctima, el robado, y un culpable. O varios, porque además del ladrón está el que le compra la bici robada o los que le celebran la gracia, elogiando su habilidad, viveza y picaresca. Pero a nosotros no nos parece ni gracioso ni pícaro: criticamos a banqueros por lo que nos están haciendo, pero robarle una bici a alguien también es fastidiarle la vida. Intentemos salir adelante y ser hábiles y pícaros pero, por favor, sin hundir a los demás.