Mientras la oración salmódica del telediario austero repite cuánto hay que sufrir por estar vivo, santa bárbara truena en tus neuronas cuando tienes que meter el pin de la tarjeta para pagar en la gasolinera y cruzas los dedos. Guillotinas y vísceras aparte, te refugias en la infancia feliz con pantalón corto y a dos ruedas y aseguras, tan convencido como cuando dices que saldrás a correr, que ir a trabajar en bici, como hizo tu abuelo toda su vida, no sólo es sano para ti y los demás sino que además te hace más feliz y es más barato. Es casi perfecto, dicen los que lo han hecho. Y esta es la memoria contable para justificar tan solemne decisión.
El coche
España está poblada por cien millones de ruedas de coches que desgastan asfalto y goma mientras consumen litros de destilado pérsico y lanzan gases un tanto cochinos. Lo cierto es que los dueños de los 22 millones de turismos sabemos para qué lo tenemos: que si para los viajes largos, que si es que hoy llueve, que si los críos y el colegio y así no hay manera.
¿Cuánto supone un coche para el bolsillo? Pues cada uno es un caso, pero si tiramos por la calle del medio en el barrio de la pseudoestadística podría resultar que son 4.500 euros al año: para un coche nuevo de gama media (15.000 euros) al que se le estira la vida útil hasta los 15 años, en el que te dejas unos 2.000 euros al año entre taller, ITV, impuestos, seguro y garaje si la trócola lo permite, y con el que se hacen 15.000 kilómetros al año, de los que la mitad se padece en ciudad y la otra mitad se disfruta en carretera, por lo que su adicción al petróleo refinado se lleva otros 1.500 euros. Por supuesto, no es lo mismo disfrutar del volante desgastado de tu compañero Bandidito (segunda mano, 14 años, 200.000 kilómetros y 5.000 noches al raso) a que te quieras comprar el coche para los que les gusta conducir y que duerma en sábanas de raso. Eso va en cada uno: los gustos tienen la costumbre de adecuarse al tamaño de la nómina de su dueño.
El transporte público
Si la muchedumbre de una hora punta no te mata te hará más fuerte. Pero una nueva amenaza se cierne sobre los creyentes de la ferroviaria y los feligreses del bus: un tarifazo tras otro golpean desde un par de años unos presupuestos que siempre han jugado a las combinaciones infinitas de metros y autobuses para moverse a todas horas en cualquier sentido con un único abono. Sencillez y economía, parecía una mezcla inmejorable. Pero nadie dijo que fuese imposible empeorarla.
Ahorro, austeridad y eficiencia, claman, lo que en hechos se traduce en un aumento de las frecuencias, subidas de precios, aperturas más tardías y cierres más tempranos. En Madrid, el extremo llega a que se clausuren salidas de Metro para no tener que mantenerlas: quienes hace unas décadas hicieron la inversión para construir las bocas ahora clausuradas tendrían algo que decir al respecto. En definitiva: menos servicio y más caro. ¿Y cuánto cuesta?
Valencia tiene el abono de transporte urbano más barato de las grandes ciudades españolas: de 525 a 900 euros al año (en función del número de zonas); Madrid y Barcelona están muy parejos: en un mínimo en torno a los 620 euros y un máximo de 1600 euros aproximadamente. En cercanías, de nuevo en función de la ciudad, el número de zonas y la posibilidad de adquirir viajes combinados con los transportes urbanos varían enormemente los precios. Pero se podría fijar un rango de entre 320 y 1.500 euros anuales. El resultado contable y de nuevo optando por la claridad en detrimento del rigor: unos 1.000 euros el transporte urbano al año, que ascenderían a 1.500 si se usa conjuntamente con el cercanías.
La bici
La única ley es que todas tienen dos ruedas y sólo por obligación etimológica. Puede ser plegable, mountain bike, urbana, de carretera o eléctrica. Y en cada categoría el mismo festival de precios al que ya estamos acostumbrados: desde que llegue mediante una herencia un tanto rácana a los 2.000 euros que cuestan algunas maravillas del diseño y la ingeniería. Optamos, de nuevo, por una gama media a razón de 600 euros, que suponiéndole una vida útil de 10 años supondría 60 euros al año.
A continuación hay que vestirla y equiparse con el kit completo para que quede claro el compromiso con la nueva vida que se adopta: candado, casco, luces, chaleco y seguro pueden sumar otros 300 euros y si se van renovando periódicamente supondrían un gasto de unos 30 euros al año. El mantenimiento de la bici puede llevarse, en función de lo precavido que uno sea, otros 60 euros. Suma total: 150 euros al año. Si la bici es eléctrica habrá que sumarle el consumo, que se puede redondear en unos 3,5 céntimos por kilómetro, un gasto nada despreciable y que conviene considerar antes de meterse en ello.
Conclusión: Las economías, más que domésticas, son domesticadas: a base de aprendizaje entran en el presupuesto. Por eso nadie puede echar las cuentas de otro: porque parece muy fácil pensar que si cambias el coche por la bici ahorras un montón de dinero, pero, ¿y si tienes que hacer todos los días 60 kilómetros de casa al trabajo? Pues en ese caso no parece viable. Cada uno conoce sus necesidades y su bolsillo mejor que nadie. Pero conviene pararse a hacer las propias cuentas con estas fichas como guía. Nadie se hará rico por hacerlo, pero igual se lleva una sorpresa y su cuenta corriente una alegría, ahora tanto se echa de menos esas alegrías.